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Narraway se sobresaltó.

– ¡Claro que no! -Su rostro estaba rígido y sus ojos echaban chispas-. De todas maneras, no permitiré que descuide su trabajo porque esté preocupado por culpa de que la irresponsable de su esposa corre el peligro de meterse donde no la llaman. Supongo que se preocupa por su seguridad y ha aprendido a ser leal, aunque no obediente.

Estaba tan furiosa que le habría gustado devolverle el golpe, incluso físicamente, pero no se atrevió por el bien de Pitt.

– Señor Narraway -espetó y estuvo a punto de atragantarse-, me gustaría decirle que se meta en sus asuntos y preguntarle cómo se atreve a presentarse en mi casa y hacerme preguntas impertinentes, pero todos sabemos que es el jefe de mi marido y si hago semejante cosa podría poner en peligro su trabajo, así que me callaré.

Narraway palideció y le brillaron los ojos.

– ¡Por Dios, estoy preocupado por su seguridad! Si su marido no es capaz de controlarla, alguien tendrá que hacerlo.

Estuvo a punto de contarle el verdadero motivo por el que había ido a casa de Voisey, pero si lo hacía tal vez Narraway también sabría que, aunque le pasara algo a Pitt, ella no podría utilizar la prueba contra la señora Cavendish. Debía conservarla para defenderse a sí misma y a sus hijos. Ella tenía más familiares a los que proteger que Voisey. Tendría que haberse dado cuenta mucho antes. Si Voisey agredía al resto de su familia, la amenaza surtiría efecto en Pitt, pero no en ella. No estaba dispuesta a que Narraway lo supiera y la viese vencida. Lo observó con ira contenida.

– Señor Narraway, sus palabras resultan ofensivas. Le agradeceré que se vaya.

Intentaba expresarse con gran dignidad, pero de repente se dio cuenta de que Narraway había dicho exactamente lo que quería decir: temía por ella. Su expresión estaba cargada de emoción, por lo que resultaba curiosamente vulnerable. Estaba muy rígido porque temía por la seguridad de Charlotte y no estaba acostumbrado a preocuparse por esas cuestiones. Se sentía desnudo.

La mujer reparó en el ardor de sus mejillas y miró hacia otro lado.

– Le garantizo que no tengo la menor intención de volver a ver a sir Charles -dijo con seriedad-. No deseo entorpecer sus investigaciones ni hacer que Thomas se angustie por mi seguridad, pero creo que el proyecto presentado en el Parlamento es peligroso y seguiré haciendo lo que esté en mis manos para ayudar a los que se oponen a él. Buenas tardes, señor Narraway.

– Buenas tardes, señora Pitt -se despidió en voz baja y se dejó acompañar hasta la puerta.

Charlotte no volvió a mirarlo a los ojos porque le daba miedo lo que podría ver y no quería sentirse obligada a reconocerlo. En ese caso Narraway sabría que ella se había dado cuenta, y lo mejor era que eso nunca ocurriese.

Charlotte cerró la puerta en cuanto el jefe de la BrigadaEspecial la franqueó, permaneció inmóvilunos segundos y respiró con dificultad.

10

Esa tarde, cuando Pitt informó del incidente en el Josephine, Narraway declaró secamente:

– Supongo que debo considerarme afortunado de que haya escapado con vida.

Pitt había dedicado el tiempo transcurrido a rastrear tanto como había podido la conexión entre Simbister y el Josephine. Había encontrado pruebas documentales definitivas y estaba muy contento.

– Así es -coincidió Pitt.

Recordó con viva intensidad la helada oscuridad y el sonido del agua que lo rodeaba, se movía, regurgitaba y arrastraba el casco del barco hacia abajo, iluminado tan solo por la luz de las cerillas que Voisey iba encendiendo. Pensó en preguntarle a Narraway si alguna vez había temido por su vida. Jamás lo había mencionado. ¿Se debía a que nunca le había ocurrido o, lisa y llanamente, a que se trataba de una parte muy privada de su vida? Además, ¿con quién podía compartirlo? Quienes lo habían experimentado ya sabían cómo era. Los que no lo habían experimentado o jamás lo harían eran incapaces de comprenderlo solo con palabras. Pitt ni siquiera había intentado explicárselo a Charlotte. Lo único que sabía era lo que había deducido del cuerpo tembloroso de su marido, de su mirada y de que no quería dar explicaciones.

– En ese caso será mejor que pida a alguien que reflote el Josephine -comentó Narraway. Estaba tenso y pálido, como si le costase contener las emociones. ¿Realmente había estado tan angustiado por la seguridad de Pitt?-. Haríamos el ridículo si tuviéramos que rescatarlo y descubriéramos que se lo han llevado discretamente.

– Claro, señor. -Pitt dejó los documentos sobre el escritorio-. Estos papeles lo conectan con Simbister y con Grover.

– ¿Quién intentó ahogarlos? -preguntó Narraway.

– Creo que Grover. Debió de llegar poco antes que nosotros. Tengo testigos para demostrarlo. He incluido tres declaraciones. -Señaló los documentos con un dedo.

– Por lo visto ha sido muy competente. -Narraway le clavó la mirada y sus ojos se veían oscuros y ardientes-. Supongo que anoche, cuando llegó a casa, parecía medio muerto.

Pitt se sorprendió.

– Estaba un poco mojado -reconoció.

– Un poco mojado… -repitió Narraway-. ¿Qué le dijo a su esposa? ¿Que se había caído al río?

– Que estaba en un barco que se hundió y que logré escapar justo a tiempo -replicó Pitt sin contar toda la verdad.

La voz de Narraway sonó más fría de lo que estaba el agua del Támesis.

– ¿Cree que fue por eso por lo que esta mañana fue a visitar a Charles Voisey? ¿Porque le preocupaba que hubiese cogido un resfriado?

– ¿Ha ido… ha ido a visitar a Voisey? ¿Dónde se vieron? -Pitt se alarmó porque lo habían pillado con la guardia baja-. ¿En la Cámarade los Comunes? No creo que Voisey haya acudidotan temprano…

– Exactamente -confirmó Narraway en tono mordaz-. Fue a su casa de Curzon Street. ¡Pitt, parece que sé más que usted acerca de las idas y venidas de su esposa! Le aconsejo que, a partir de ahora, controle mejor sus asuntos domésticos. Su esposa es una mujer obstinada y necesita atarla más corto de lo que ha hecho hasta ahora. Evidentemente, le cuenta demasiadas cosas y su imaginación se ocupa del resto. -Parecía sincera y profundamente enfadado. Tenía el cuerpo rígido y los hombros tiesos, como si hubiera tensado todos los músculos-. Su esposa acabará gravemente herida si le permite seguir metiéndose en asuntos que no comprende; no tiene idea del peligro que corre. Pero ¡hombre, ya está bien! ¿Qué mosca le ha picado? ¿No controla su propia casa?

Sorprendido, Pitt observó a su superior. No sabía que Charlotte había ido a ver a Voisey ni por qué se le había ocurrido hacerlo. De lo que estaba absolutamente seguro era de que no había olvidado que Voisey había asesinado a Mario Corena y al reverendo Rae y de que jamás confiaría en él. Había ido por algún motivo. Charlotte no se enteraría por Voisey de algo que Pitt no supiese. Seguramente había ido a decirle algo. De pronto recordó que su esposa le había preguntado por la prueba contra la señora Cavendish y tuvo la certeza de que sabía lo que Charlotte le había dicho a Voisey y por qué había ido en ese preciso momento. Aunque con incertidumbre, una mezcla de temor y orgullo y cierta alegría, Pitt sonrió.

– ¡Pitt, si cree que este asunto es divertido, me encantaría saber por qué! -espetó Narraway secamente.

Pitt se puso serio. Comprendió a Charlotte y, con sorpresa y una curiosa y repentina compasión, supo los motivos por los que Narraway estaba tan enfadado. No temía por él ni por el éxito de la Brigada Especial, sino porCharlotte. Se había dejado llevar por los nervios porque sepreocupaba por ella.

Esquivó la mirada de Narraway para que no se diera cuenta de que sabía lo que le ocurría. Pitt conocía perfectamente la vulnerabilidad: es el precio que se paga por implicarte en algo. Y el único precio más alto que existe es el de no hacerlo. La cobardía de despreocuparse es la derrota definitiva. Recordó claramente su propia vulnerabilidad.