– No, lady Vespasia, yo diría que no. Me parece que no le gusta enfrentarse cara a cara con sus enemigos. Narraway asintió y no interrumpió. Vespasia frunció los labios y añadió:
– Que sea cobarde podría sernos útil. A los cobardes se les puede crispar y provocar para que actúen irreflexivamente, siempre que se les conceda poco tiempo y se haga que se sientan amenazados. -Se dirigió a Pitt-. Thomas, ¿sir Charles también es cobarde?
Pitt conocía la respuesta sin necesidad de reflexionar.
– No, tía Vespasia, si es necesario planta cara. En realidad, creo que le gusta.
– Porque está convencido de que ganará -declaró Vespasia-. Pero también quiere vengarse, ¿correcto?
Era una pregunta retórica y todos lo sabían.
– Sí -confirmó Pitt.
– ¿Wetron lo sabe? -prosiguió Vespasia y se volvió nuevamente hacia Tellman.
– Yo diría que sí.
– Y si no lo supiera podríamos decírselo -terció Charlotte. Narraway la miró bruscamente y frunció el ceño. La mujer se apresuró a añadir-: Siempre y cuando quisiéramos hacerlo.
– ¿Se refiere a ponerlos el uno contra el otro? -Gracie simplificó la cuestión con esa pregunta y sirvió el té.
Vespasia sonrió a la joven y declaró:
– Extraordinariamente sintética. Puesto que no tenemos armas y ellos sí, está claro que debemos utilizar las suyas o dejarlos ganar… posibilidad que me niego a aceptar.
Narraway miró a Pitt y luego a Vespasia.
– Wetron ha creado una red de corrupción cuyo tamaño todavía desconocemos. Esa red, en la que participan agentes de varias comisarías, extorsiona a la gente corriente de sus distritos y utiliza a ciertos criminales para hacer el trabajo sucio. Por ejemplo, a Jones el Bolsillo. Con los beneficios que obtiene, Wetron financia su imperio. Con la ayuda de hombres como Edward Denoon y su periódico ha exacerbado los sentimientos populares hasta el extremo de que la gente está dispuesta, mejor dicho, deseosa de armar a los policías y aumentar su poder, aunque no ha pensado en la posibilidad de que se cometan abusos. Se dan las condiciones para la aprobación de dicha ley. Los atentados y el asesinato de Magnus Landsborough han colaborado a que así sea.
Pitt lo entendía perfectamente y vio que Charlotte y Vespasia también lo hacían. Tellman permanecía con el ceño fruncido.
Narraway volvió a tomar la palabra, pero se cuidó de no mirar a Charlotte, como si temiese que sus miradas se cruzaran:
– Por lo visto, Voisey tiene suficientes pruebas para destruir a Wetron, para implicarlo con Simbister y el atentado de Scarborough Street, así como para relacionar el chantaje de Piers Denoon con el asesinato de Magnus. -Miró a Pitt-. ¿Voisey todavía tiene esa prueba?
– Sí -respondió Pitt a su pesar-. Tenemos las declaraciones del chantaje, pero Voisey posee la prueba que demuestra su complicidad en el atentado de Scarborough Street. Al menos ha dicho que la tiene.
– ¿Le cree?
Pitt titubeó.
– Sí.
Vespasia dejó la taza sobre el plato e intervino:
– Creo que lo que hay que plantearse es si Wetron puede permitirse el lujo de no creerle.
Una expresión de entusiasmo iluminó el rostro de Narraway.
– ¡Exactamente, lady Vespasia! Si Wetron lo sabe no puede permitir que Voisey siga vivo. Voisey está ansioso por recuperar el dominio y vengarse del hombre que se lo arrebató. Cree que ha destruido a Pitt. Concentrará su atención en Wetron sin perder un instante.
– Hay tantas probabilidades de que Wetron lo sepa como de que lo desconozca -precisó Pitt-. Es posible que de momento se dedique a garantizar que el Parlamento aprueba el proyecto. A pesar de que dice lo contrario, tal vez a Voisey también le gustaría para, a continuación, ocupar discretamente el lugar de Wetron en el Círculo Interior. Luego se encargaría de que uno de sus aliados ostentara el cargo de Wetron a fin de continuar con las extorsiones, aunque con mucha más discreción. Los atentados cesarían y habría un gran despliegue en el que cogerían a anarquistas, los juzgarían y los ejecutarían. Los que ostentan el poder se darían por satisfechos y Voisey recibiría la recompensa destinada a Wetron… se convertiría en un héroe… y daría un gran paso para llegar a ser, en el futuro, primer ministro.
Tellman apenas había hablado desde su llegada. Vespasia lo miró; sabía que era el único que estaba en condiciones de transmitir esas opiniones a Wetron, y supuso que se hacía cargo de la gravedad de la situación. En el rostro tenso y delgado del sargento vio que comprendía lo que ocurría. Es posible que también se hiciera cargo del peligro pero ¿qué decir del aspecto moral? Tanto Wetron como Voisey eran asesinos. Si alguno de los presentes interfería en su rivalidad, ¿hasta qué punto sufriría las consecuencias?
Vespasia echó un vistazo a Víctor Narraway y creyó intuir algunos conflictos en su interior: una faceta decidida y casi implacable de su personalidad, la que estaba acostumbrada a las amargas elecciones que acarreaba tener el mando, parecía luchar con algo más tierno y más frágil.
Vespasia se dio cuenta de que Pitt también había reparado en lo que ocurría. Lo que no esperaba era la comprensión de su mirada, la compasión fugaz, como si compartieran algo.
Gracie lo percibió en el aire, en las miradas y en los cuerpos rígidos y se asustó, por lo que instintivamente se volvió hacia Tellman.
– Samuel, ¿piensas decirle esto a Wetron? -Le tembló ligeramente la voz.
Tellman la miró con cariño, pero no vaciló.
– Nadie más puede hacerlo -respondió a Gracie-. No se atreverá a hacernos daño. Yo no he hecho nada… al menos es lo que Wetron supone -apostilló con pesar.
– ¡No seas tan modesto! -lo regañó la muchacha-. ¡Sabe perfectamente de qué lado estás! Ni le interesa demostrarlo ni te acusará, simplemente tendrá ganas de aplastar a alguien y serás quien está más cerca. -Se dirigió a Pitt-: Señor Pitt, tiene que impedírselo. ¡No es justo! Es imposible que…
– Es peligroso para todos -la interrumpió Narraway-. El sargento Tellman es la única persona a la que Wetron creerá. La otra opción es dejar ganar a Voisey. Señorita Phipps, recuerde que si gana todavía no se ha vengado de esta familia. -Hizo un gesto en el que la incluía-. No tardará en descubrir que Pitt sigue vivo y entonces no habrá quien lo detenga.
Gracie lo miró con furia, pero la protesta murió en sus labios.
– Saldrá bien -la tranquilizó Tellman-. Es la única salida. Debemos impedir que Voisey ejerza semejante poder. El señor Narraway tiene razón. Luego, vendría a buscarnos.
Gracie sonrió con tristeza, con la mirada cargada de orgullo y miedo y los labios tan apretados que era imposible saber si le temblaban.
Narraway hizo un gesto con la cabeza a Tellman.
– Sargento, no puedo ordenárselo pero, como acaba de decir, es el único que puede hacerlo.
– Sí, señor -confirmó Tellman. Vespasia miró fijamente a Narraway.
– Una vez que Wetron se deshaga de Voisey de la forma que le parezca más adecuada… o no lo consiga y Voisey se lo quite de encima, ¿qué propone que hagamos con el superviviente?
– Eso depende de quién sobreviva.
– Señor Narraway, no ha respondido a mi pregunta -precisó Vespasia con tranquilidad, pero su mirada era inflexible. El jefe de laBrigada Especial sonrió.
– Lo sé.
Pitt cambió ligeramente de posición. Vespasia se volvió para mirarlo y preguntó:
– Thomas, ¿qué opinas?
– Wetron no puede permitir que Voisey sea juzgado -respondió a su tía, aunque en realidad se dirigía a todos los reunidos-. Encontrará la manera de protegerse y, al mismo tiempo, quitar de en medio a Voisey. Sospecho que será violento.
Vespasia miró con preocupación a Charlotte y vio ansiedad en su expresión. Después observó a Narraway, que comprendía lo que pasaba. Si éste había evitado mencionarlo era por esa faceta más tierna de su persona, que Vespasia detectó durante un segundo pero no reconoció.