Выбрать главу

– De corrupción, señor Pitt, de corrupción a todos los niveles, no solo por parte de agentes de policía en servicio. Lamento profundamente tener que reconocerlo, pero sir Charles estaba confabulado con el comisario Simbister, de Cannon Street. Por si eso fuera poco, parece absolutamente evidente que también estaba relacionado con los anarquistas que cometieron el horroroso atentado en Scarborough Street. Está indiscutiblemente ligado a la dinamita empleada. Ojalá no fuese así. -No sonrió porque había demasiados testigos, pero el sentimiento de triunfo encendió su mirada.

Pitt tenía que aceptar la derrota, amarga como la hiel; no encontró munición con la que devolver el golpe. Carecía de sentido preguntar si Voisey había reconocido su culpabilidad. Wetron diría que había admitido su culpa aunque Pitt supiera que no era cierto.

– Informaré al señor Narraway -masculló Pitt-. Las pruebas de la culpabilidad de los terroristas de Scarborough Street serán bienvenidas.

Se preguntó si Wetron delataría a sus cómplices, a los hombres que habían acatado sus órdenes. Era lo más probable. Si no tenían idea ni pruebas acerca de dónde procedían las órdenes, no tenía nada que perder y tal vez ganaría mucho. La posibilidad de que Wetron se alzase también con esos laureles lo enfureció; le pareció muy injusto y se lamentó de su impotencia, pero no había nada que hacer.

– Comprendo -coincidió Wetron en tono ligeramente condescendiente-. Se las pasaré en cuanto mis hombres las hayan analizado. Es evidente que, ante todo, debemos resolver la muerte de sir Charles.

Otro de los secretarios parlamentarios presentes asintió.

– Naturalmente, naturalmente. Ha sido terrible. Señor, si me lo permite, debo reconocer que ha manejado la situación con gran pericia. Tuvo mucho valor al abordarlo en solitario. Es de agradecer que en la Cámara no hubiera un montón deagentes de uniforme. Habría sido un escándalo. Lo ocurrido eslamentable. Jamás sospeché nada de él.

– Son años de experiencia -afirmó Wetron con modestia-. Debo reconocer que todavía estoy afectado. Se trata de… de un delito terrible, de una tragedia para el país… -Se estremeció ligeramente-. Como comprenderá, de momento prefiero no decir nada más. Ha sido muy angustioso. -Desvió la mirada hacia la puerta cerrada del despacho de Voisey.

– Entendido -declaró el secretario del Parlamento y se volvió hacia los que lo rodeaban-. Caballeros, es inútil que continuemos aquí; no podemos hacer nada. Ha llegado la hora de que otros cumplan con su triste deber. Volvamos a nuestros despachos o donde corresponda.

El secretario hizo un gesto para indicar que la gente se dispersara.

Pitt titubeó. Se sintió extrañamente reacio a entrar y ver el cadáver de Voisey. ¿Debía hacerlo?

Wetron lo aferró del brazo y lo retuvo con fuerza.

– Es un asunto policial -puntualizó con firmeza-. No olvide que usted pertenece ala Brigada Especial. Pitt cambió inmediatamente de parecer.

– Inspector, me parece que no he entendido sus palabras. Hace un momento ha dicho que sir Charles estaba implicado en el atentado de Scarborough Street y que el dinero de la extorsión a los comerciantes del distrito de Cannon Street sirvió para proveer de fondos a los anarquistas.

Wetron se sintió confundido porque acababa de pillarlo en falso. Pitt reparó en que al menos uno de los secretarios los había oído.

– Por lo tanto, es un asunto de la Brigada Especial -acotó Pitt y esbozó una tensa y amarga sonrisa-. Para esoestamos, para ocuparnos de los anarquistas y los atentados. Leagradecemos que lo haya atrapado y… y, por supuesto, que hayaintentado detenerlo.

Wetron recuperó la compostura, al menos en apariencia.

– Es una pena que no pudiera cogerlo con vida -añadió con amargura-. En ese caso habría podido testificar contra otros, algo que ya no es posible.

– Sin duda sir Charles pensó lo mismo -dijo Pitt ambiguamente.

Se liberó del brazo de Wetron, abrió la puerta y dejó que Tellman decidiese si lo seguía o no. Hasta cierto punto, tenía la esperanza de que no lo hiciera.

Cerró la puerta del despacho.

La oficina estaba en silencio, iluminada por el sol matinal, y las ventanas cerradas la aislaban del ruido del tráfico de la calle. No llegaba ni el sonido de las voces en los pasillos ni el de las pasarelas junto al río.

Todo estaba en orden. No había indicios de lucha, como si hubiesen librado un combate verbal, una batalla de cerebros en vez de un cuerpo a cuerpo.

Charles Voisey yacía sobre la alfombra, entre el escritorio y la ventana. Estaba medio tumbado sobre el lado izquierdo, con la mano torcida y un limpio orificio de bala en la frente. Su expresión no mostraba sorpresa, sino irritación. Vio lo que se le venía encima y reconoció su error.

Pitt lo observó y se preguntó si sabía que la noche anterior había fallado, ya que él seguía vivo. ¿Había visión después de la muerte, o el alma, en el caso de que existiera, solo se ocupaba de lo que le aguardaba?

¿La señora Cavendish se sentiría desolada? ¿Quién se lo diría? ¿Algún familiar, otros amigos? En las conversaciones que habían sostenido, Voisey jamás había mencionado a otros amigos. Había hablado de aliados y de personas sobre las que ejercía poder, pero no se había referido a nadie que, simplemente, lo añoraría porque le caía bien.

A Pitt casi había llegado a caerle bien. Voisey era un hombre inteligente que a veces lo había hecho reír, había vivido intensamente y era capaz de tener pasiones, curiosidad y necesidades. Su desaparición le producía un vacío.

– ¡Qué estúpido has sido! -dijo Pitt en voz alta a Voisey-. No era necesario que hicieras esto. Podrías haber sido… podrías haber sido muchas cosas. Oportunidades no te faltaron. -Observó el cadáver-. ¿Qué demonios hiciste con la prueba… si es que alguna vez la tuviste?

¿Merecía la pena buscarla? Era probable que Wetron hiciera cuanto había podido para amañarla. Seguramente solo había dejado lo que inculpaba a Voisey.

Una profunda sensación de derrota se apoderó de Pitt, mezclada con cierta cólera y tristeza. Durante mucho tiempo había luchado contra Voisey y sufrido grandes pérdidas, pero no le gustaba que todo terminara así. ¿Qué hubiera querido? Comprobó sorprendido que la respuesta era absurda: habría querido que Voisey cambiara, lo cual era del todo imposible. Se enfadó con Voisey, con Wetron y consigo mismo por no haber sido lo bastante listo para vencerlo.

Oyó que llamaban a la puerta. Seguramente eran los encargados de llevarse el cadáver. No podía hacerlos esperar. No había discusión posible acerca de lo ocurrido. Wetron había dicho la verdad en la medida en que era demostrable, por lo que Pitt no tenía motivos para retener el cuerpo como prueba.

– Adelante -respondió.

Una hora después, Pitt abandonó el Parlamento. Tellman ya había partido con Wetron. No tuvo otra opción: era su superior y le ordenó que lo acompañase. Pitt registró tan minuciosamente como pudo el despacho de Voisey. Muchos cajones estaban cerrados con llave y le explicaron que contenían papeles del gobierno a los que no podía acceder. En los demás no encontró nada útil. Las autoridades ya tenían las pruebas relativas a la dinamita del Josephine, la participación de Grover y los documentos que incriminaban a Simbister. Eran los que Voisey había utilizado para demostrar la culpabilidad de Simbister.

Pitt emprendió el regreso a Keppel Street sin apenas darse cuenta de lo que hacía. Después pensó que tal vez Narraway seguía en su casa, aguardando su llegada, y que sin duda Charlotte y Vespasia lo estaban esperando. Debía aceptar que Tellman había tenido que hacer lo que Wetron le ordenó. Era otro de los aspectos de la derrota. No se atrevió a desafiarlo porque, en ese caso, se habría desquitado con Tellman.

En cuanto abrió la puerta vio que Narraway estaba en el pasillo. Por la expresión de Pitt, su superior se dio cuenta de que habían perdido.