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– Podría ser. Siga teniendo ideas. Siga mandándoselas a Yacoub a ver si él nos cuenta algo importante. Es todo lo que podemos hacer.

– Me dijo que lo único que haría que se interesaran por nuestra investigación era que descubriéramos que el imán, o Hammad y Saoudi, no estaban en la mezquita cuando explotó -dijo Falcón-. Y ahora parece que les importa un pito.

– Las cosas han cambiado. Nos han llamado para que volvamos a Madrid. Me piden que contemple otras hipótesis.

– Pero ¿no le parece importante que trajeran el hexógeno original a Sevilla, que haya más hexógeno por ahí, que Hammad y Saoudi estén vivitos y coleando, y que sepamos que existe la intención de cometer un atentado? -dijo Falcón-. ¿No creen que todo eso quiere decir… algo?

– Dado el nivel de seguridad que rodea todos los edificios importantes, el anuncio hecho ayer por la noche de que vuelven a entrar en vigor los controles de carretera y la presencia policial en las calles, creo que es improbable que intenten nada en Sevilla.

– Eso suena a comunicado oficial -dijo Falcón.

– Lo es -dijo Pablo-. La verdad es que no tenemos ni idea. El martes por la tarde inspeccionaban todos los vehículos que entraban y salían de Sevilla, el miércoles por la noche realizaban controles al azar porque la gente se quejaba de los atascos, el viernes abandonaron los controles porque la gente seguía quejándose, y ahora vuelven a ponerlos en marcha y ya veremos qué pasa. La vida sigue, Javier.

– Es como si dijera que no debemos preocuparnos demasiado si la población no está inquieta -dijo Falcón-. Pero ellos no saben lo que nosotros sabemos: que hay más hexógeno, que existe la intención de cometer un atentado, y que durante veinticuatro horas se dejó de inspeccionar los vehículos que entraban y salían.

– Toda la información está en manos de Juan, y si me ha llamado para que vaya a Madrid es porque lo que pasa allí es más «importante» que todo lo que pueda ocurrir aquí -dijo Pablo.

Fueron a El Saucejo: Gregorio y Falcón ocupando la parte delantera del coche, y detrás un artificiero, su perro y Felipe, de la policía científica. En Osuna se encontraron con la Guardia Civil, que los llevó hasta El Saucejo en su Nissan Patrol. Se detuvieron en el pueblo, recogieron a dos hombres y siguieron en dirección a Campillos. Las onduladas colinas que rodeaban El Saucejo o bien estaban cubiertas de olivos o habían sido aradas y revelaban una tierra parduzca con retazos de color tiza. La Nissan Patrol se paró delante de una casa en ruinas que quedaba a la derecha de la carretera, desde la que se veía el reluciente cardenillo de los olivos y algunas montañas más alejadas. Habían señalado con cinta la entrada y un trecho del arcén del otro lado de la carretera, unos veinticinco metros en dirección a El Saucejo.

La Guardia Civil les presentó al propietario de la casa: el hombre que había visto a Hammad y Saoudi cambiando la rueda de atrás el lunes por la mañana. Felipe comenzó a trabajar con las marcas de los neumáticos que había a un lado de la carretera y confirmó que encajaban con los de la Peugeot Partner que ahora estaba bajo custodia policial. A continuación examinó las huellas de los neumáticos que entraban y salían del patio que quedaba a la izquierda de la casa en ruinas.

Al cabo de media hora Felipe pudo asegurarles que la Peugeot Partner había llegado desde Campillos, que quedaba al este, entró en el patio y al salir se le pinchó una rueda, que repararon veinticinco metros carretera abajo.

Dentro del patio el artificiero soltó al perro, que corrió unos cuantos minutos antes de sentarse bajo una techumbre segura que quedaba cerca del edificio principal. El artificiero efectuó unas pruebas con la tierra seca y batida que había bajo la techumbre y confirmó que había restos de hexógeno.

El propietario de la casa dijo que llevaba más de treinta años deshabitada porque quedaba demasiado aislada y había problemas con el agua. Se la había alquilado a un español con acento madrileño durante seis meses. No firmaron contrato y el hombre le pagó seiscientos euros, diciendo que sólo la quería esporádicamente como almacén. El hombre que había visto cambiar la rueda a Hammad y Saoudi dijo que pasaba cada día por delante de la casa y nunca había visto a nadie que la utilizara. No había visto salir a la Peugeot Partner de la carretera, ya estaba apartada a un lado cuando la vio, y uno de los dos tipos cambiaba la rueda.

– Lo importante -dijo Falcón- es: ¿alguien vio entrar o salir un coche del patio desde el martes por la mañana?

Negaron con la cabeza. Falcón regresó a El Saucejo. Habló con todas las personas que encontró en el pueblo, pero nadie había visto que ningún vehículo utilizara la casa en ruinas. Dejaron que de ese asunto se encargara la Guardia Civil.

De vuelta a Sevilla, Gregorio recibió una llamada del departamento de comunicaciones del CNI, en la que le informaban de que había conseguido reinstalar el antiguo software de codificación y que el sistema ya funcionaba. Le habían mandado a Yacoub los archivos de Hammad y Saoudi, pero este, de momento, no los había recibido.

A las 2:30 de la tarde estaban de vuelta en Jefatura, sentados delante del ordenador. Inmediatamente vieron que Yacoub ya había recibido los archivos. Le enviaron una señal acordada de antemano y ya lo tenían en línea.

– Los hombres que conocéis como Hammad y Saoudi ya están otra vez en África del Norte -escribió Yacoub-. Llevan aquí desde el jueves por la mañana. Tan sólo lo sé porque cuando las noticias por satélite anunciaron que se sabía que los dos hombres no habían muerto en la mezquita hubo muchos vítores y aplausos.

– Hemos encontrado el lugar donde almacenaban el hexógeno, pero no tenemos ni idea de cuándo lo recogieron ni de dónde ha ido a parar.

– Aquí nadie lo ha mencionado.

– Los dos hombres que han sido asesinados hoy, Lucrecio Arenas y César Benito, eran la respuesta a tu prueba de iniciación. Los asesinos hicieron que pareciera obra de militantes islamistas.

– Ya se ha enviado un desmentido a Al-Yazira.

– ¿Has oído mencionar el «hardware» que se suponía que había que entregar para la remesa original de hexógeno?

– No se ha mencionado.

– Desde ayer hay mucha «cháchara» en internet y también movimiento de células en España. ¿Tienes algo que comentar?

– No hay nada específico. Hay mucho alboroto por aquí, y se habla de que se van a activar una o más células, pero no hay nada definitivo.

Nada de lo que me dice el grupo que se reúne en la casa de la medina me parece de fiar.

– ¿Puedes pensar un momento en lo que viste cuando te sacaron de Rabat para someterte a tu prueba de iniciación? Mencionaste libros de arquitectura e ingeniería y manuales de montaje de coches.

– Lo pensaré. Ahora tengo que irme.

Después de comer, Falcón mandó que llevaran a Ángel Zarrías a la sala de interrogatorios.

– No voy a grabar nuestra conversación -dijo Falcón-. Nada de lo que nos digamos será utilizado delante de un tribunal.

Zarrías no dijo nada, simplemente se quedó mirando a la persona que pudo haber sido su cuñado.

– Mi inspector ya te ha informado de que a Lucrecio Arenas le han disparado tres veces por la espalda -dijo Falcón-. La doncella lo encontró boca abajo en la piscina. ¿Quieres que la gente que mató a Lucrecio salga indemne?

– No -dijo Zarrías-, pero no puedo ayudarte, Javier, porque no sé quién estaba involucrado.

– ¿Por qué César Benito era tan importante en todo esto? -dijo Falcón-. ¿Crees que tenía algo que ver con su empresa constructora?

Zarrías pareció inquieto, como si esa pregunta le hiciera pensar en algo que hasta entonces no había considerado.

– No creo que todo esto sea por dinero, Javier -dijo Zarrías.

– Por tu parte puede que no -dijo Falcón-. Ayer Lucrecio y Jesús estuvieron hablando, y tu viejo amigo le dijo que en una democracia no se consigue el poder si no es endeudándose hasta las cejas.