— Díganos, gran Glo — inquirió el rey —. Este globo de aire caliente del que habla, ¿ha sido diseñado?
— No sólo diseñado, majestad; los archivos hacen referencia a uno que fue fabricado en el año 2187. Voló en varias ocasiones con éxito, manejado por un filósofo llamado Usader, y se cree, aunque los documentos son… hummm… vagos respecto a este punto, que en el 2188 intentó el vuelo a Overland.
— ¿Qué le sucedió?
— Nunca más se supo de él.
— Eso no inspira demasiada confianza — apuntó Chakkell, hablando por primera vez —. Difícilmente puede considerarse una prueba de éxito.
— Eso depende del punto de vista — añadió Glo, negándose a ser desalentado —. Si Usader hubiese vuelto al cabo de unos días, podríamos considerar su vuelo como un fracaso. El hecho de que no volviera puede indicar que lo logró.
Chakkell estalló de risa.
— ¡O, con más probabilidades, que murió!
— No estoy afirmando que tal ascenso sea fácil o que no implique… hummm… riesgos. Mi opinión es que nuestro incremento en el conocimiento científico puede reducir los riesgos a un nivel aceptable. Si nos lo proponemos, y con el apoyo financiero y los recursos adecuados, podemos fabricar naves capaces de volar hasta Overland.
El príncipe Leddravohr suspiró de manera ostensible y se removió en su silla, conteniéndose para no hablar. Toller supuso que el rey lo había aleccionado con detenimiento antes del comienzo de la reunión.
— Tal como lo explica, parece que se trate de una excursión postdiurna — dijo el rey Prad —. ¿Pero no es cierto que hay una distancia de unos ocho mil kilómetros entre Land y Overland?
— Las triangulaciones más exactas dan una cifra de 7.440 kilómetros, majestad. De superficie a superficie, se entiende.
— ¿Cuánto tiempo se tardaría en volar esa distancia?
— Siento no poder dar una respuesta exacta a esa pregunta en este momento.
— Es una cuestión importante, ¿no?
— ¡Sin duda! La velocidad de ascenso del globo es de una importancia fundamental, majestad, pero hay muchas variables que deben… hummm… considerarse. — Glo hizo un gesto a Lain para que desplegase su rollo —. Mi científico jefe, que es mejor matemático que yo, ha estado trabajando en los cálculos preliminares. Con su consentimiento, él explicará el problema.
Lain extendió el mapa con manos temblorosas y Toller sintió alivio al ver que había tenido la precaución de dibujarlo en un papel de tela flexible que rápidamente se aplanó. Parte de él incluía, en un diagrama a escala, los planetas hermanos y sus relaciones espaciales; el resto representaba esquemas de globos en forma de pera y complicadas barquillas. Lain tragó saliva un par de veces y Toller empezó a inquietarse, temiendo que su hermano no fuese capaz de hablar.
— Este círculo representa nuestro planeta… con su diámetro de 6.560 kilómetros — articuló finalmente Lain —. El otro círculo menor representa Overland, cuyo diámetro generalmente se acepta como de 5.150 kilómetros, en el lugar fijado sobre nuestro ecuador en el meridiano cero, que atraviesa Ro-Atabri.
— Creo que todos aprendimos astronomía básica en nuestra infancia — dijo Prad —. ¿Por qué no nos dices cuánto tiempo requeriría un viaje hasta allí?
Lain tragó saliva de nuevo.
— Majestad, el tamaño del globo y el peso de la carga que fijemos a él influirán en la velocidad del ascenso libre. La diferencia de temperatura entre los gases del interior del globo y la atmósfera que lo rodee es otro factor, pero el factor más decisivo es la cantidad de cristales disponibles para hacer funcionar los chorros propulsores. Se conseguiría un ahorro mayor dejando que el globo se elevase hasta la altura máxima, disminuyendo la velocidad mientras tanto, y no usando los chorros hasta que la fuerza gravitacional de Land se haya debilitado. Eso, desde luego, supondría alargar el tiempo a invertir y por tanto se incrementaría el peso de los alimentos y agua que debieran transportarse, que a su vez…
— ¡Basta, basta! ¡La cabeza me da vueltas! — El rey hizo un gesto con las manos como si agitase un globo invisible —. Céntrate en una nave que transportaría, digamos, veinte personas. Supón que hay una abundancia razonable de cristales. Ahora, ¿cuánto tardaría la nave en llegar a Overland? No espero que seas demasiado exacto, simplemente deseo que me des una idea que quepa dentro de mi cráneo.
Lain, más pálido que nunca, pero con una confianza creciente, recorrió con la punta del dedo varias columnas de números situados a un lado del plano.
— Doce días, majestad.
— ¡Al fin! — dijo Prad sonriendo a Leddravohr y Chakkell —. Ahora, para la misma nave, ¿cuánto verde y púrpura se necesitará?
Lain alzó la cabeza y miró al rey con ojos inquietos. El rey le sostuvo la mirada, tranquila y resueltamente, esperando la respuesta. Toller sintió que se producía una comunicación sin palabras, que estaba ocurriendo algo que él no entendía. Su hermano, al menos en apariencia, había superado todo su nerviosismo e inseguridad, adquirido una extraña autoridad que, al menos por el momento, lo colocaba a la altura del soberano. Toller notó crecer en él su orgullo de familia al ver que el rey reconocía la talla de Lain y se disponía a darle todo el tiempo que necesitase para preparar su respuesta.
— ¿Puedo interpretar, majestad — dijo por fin —, que estamos hablando de un viaje sólo de ida?
El rey estrechó su ojo blanco.
— Puedes.
— En ese caso, majestad, la nave requeriría aproximadamente trece kilos y medio de pikon y otro tanto de halvell.
— Gracias. ¿No estarás despreciando la posibilidad de que una proporción mayor de halvell diera mejores resultados en la combustión?
Lain negó con la cabeza.
— En estas circunstancias, no.
— Eres un hombre valioso, Lain Maraquine.
— Majestad, no entiendo esto — protestó Glo, formulando en voz alta la perplejidad de Toller —. No hay ninguna razón para suministrar a la nave sólo el combustible del viaje de ida.
— Una sola nave, no — dijo el rey —. Una flota pequeña, no. Pero cuando se habla de… — Se volvió hacia Lain —. ¿Cuántas naves dirías?
Lain sonrió atónito.
— Unas mil me parece el número adecuado, majestad.
— ¡Mil! — Todo el soporte de caña de Glo crujió ante su abortado ¡Atento de levantarse, y cuando habló de nuevo, su voz había adquirido un tono apesadumbrado —. ¿Soy la única persona aquí que ignoraba el tema que se está tratando?
El rey hizo un gesto tranquilizador.
— No se trata de ninguna conspiración, gran Glo; es únicamente que su científico jefe parece tener la posibilidad de leer en las mentes. Me gustaría saber cómo adivinó lo que estaba pensando.
Lain fijó la vista en sus propias manos y empezó a hablar casi abstraído, casi como si estuviese meditando en voz alta.
— Durante más de doscientos días me ha sido imposible obtener datos sobre la producción agraria o sobre los encuentros con pterthas. La explicación oficial era que los administradores provinciales estaban demasiado ocupados para preparar sus informes, y he estado intentando convencerme a mí mismo de que ésa era la causa, pero los índices ya estaban allí, majestad. En cierto modo es un alivio ver confirmados mis peores temores. La única forma de tratar una crisis es enfrentándose a ella.
— Estoy de acuerdo contigo — dijo Prad —, pero me preocupa que cunda el pánico, y por tanto es preciso mantener el secreto. Tengo que estar seguro.
— ¿Seguro? — Glo volvió su cabeza a un lado y a otro —. ¿Seguro? ¿Seguro?
— Sí, gran Glo — dijo el rey seriamente —. Tengo que estar seguro de que nuestro planeta está llegando a su fin.