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— Yo puedo saber que no tuve elección, pero Leddravohr dirá que actué demasiado deprisa al desprenderme de la nave de su padre. Quizá yo diría lo mismo en su lugar. Si hubiese esperado un poco más, Kedalse o alguien podría haber hecho funcionar su quemador.

— No debes pensar eso — dijo Gesalla suavemente —. Hiciste lo que debías hacer.

— Y Leddravohr va a hacer lo que debe hacer.

— Tú puedes vencerlo, ¿no?

— Quizá, pero me temo que ya habrá dado órdenes para que me ejecuten — dijo Toller —. No puedo luchar contra un regimiento.

— Lo entiendo. — Gesalla se apoyó sobre un codo y bajó la vista, y en la oscuridad su rostro parecía increíblemente bello —. ¿Me amas, Toller?

Él sintió que había llegado al fin de un largo viaje.

— Sí.

— Me alegro — se incorporó y empezó a quitarse la ropa —, porque quiero un hijo tuyo.

Él la cogió por la muñeca, sonriendo tontamente sin poder creerlo.

— ¿Qué estás haciendo? Chakkell está en el quemador, justo al otro lado de este tabique.

— No puede vernos.

— Pero ésta no es la forma de…

— No me importa nada — dijo Gesalla —. Quiero que seas el padre de mi hijo, y no tenemos mucho tiempo.

— No funcionará. — Toller se dejó caer sobre los edredones —. Es físicamente imposible para mí hacer el amor en estas condiciones.

— Eso es lo que tú crees — dijo Gesalla, acercando su boca a la de él, tomando su rostro entre las manos para inducirlo a una respuesta ardiente.

Capítulo 20

El continente ecuatorial de Overland, visto desde una altura de tres kilómetros, parecía esencialmente prehistórico.

Toller estuvo mirando hacia abajo durante algún tiempo, antes de comprender por qué llegó a su mente aquel adjetivo en particular. No era la ausencia total de ciudades y carreteras, primera prueba de que el continente estaba deshabitado, sino el color uniforme de los prados.

Durante toda su vida, cualquier paisaje que hubiese contemplado desde el aire mostraba las modificaciones a que lo sometía el sistema de las seis cosechas que estaba generalizado en Land. Las hierbas comestibles y otros vegetales cultivados siempre se plantaban en franjas paralelas, en las que los colores iban desde el marrón, pasando por varios tonos de verde, hasta el amarillo pajizo; pero aquí el color de los campos era simplemente… verde.

Las soleadas extensiones del color único se reflejaban en sus ojos.

Nuestros granjeros tendrán que empezar de nuevo a seleccionar semillas, pensó. Y se tendrá que dar nombre a todas las montañas, mares y ríos. Realmente es un nuevo comienzo en un nuevo mundo. Y no creo que yo vaya a formar parte de él…

Recordando sus problemas personales, volvió su atención a los elementos artificiales del escenario. Las otras dos naves de la formación real estaban ligeramente por debajo. La de Pouche era la más distante. La mayoría de sus pasajeros iban asomados a la baranda mientras recorrían con la imaginación el planeta desconocido.

Ilven Zavotle era la única persona que se veía en la nave de Leddravohr, sentado aburridamente en los mandos. Leddravohr debía de estar tumbado en el compartimento de los pasajeros, como había hecho durante todo el viaje, excepto cuando se produjo el traumático episodio dos días antes. Toller hacía tiempo que había advertido el comportamiento del príncipe y se preguntó si tendría fobia al vacío ilimitado que rodeaba a la flota de migración. En ese caso, hubiera. sido mejor para Toller que el duelo se hubiese producido en una de las barquillas.

En los tres kilómetros de aire que tenía debajo, pudo ver otros doce globos formando una línea irregular que se desviaba hacia el oeste, evidencia de que un viento moderado soplaba en los niveles inferiores de la atmósfera. La zona a la que se dirigían estaba salpicada de formas alargadas de globos deformados, que más tarde se usarían para construir un pueblo provisional de tiendas. Tal como esperaba, los gemelos le mostraron que casi todas las naves que habían aterrizado tenían distintivos militares. Incluso en la tumultuosa escapada de Ro-Atabri, Leddravohr había tenido la previsión de proveerse de una base de poder que fuera efectiva desde el instante en que pusiese el pie en Overland.

Analizando la situación, Toller no podía contar con vivir más de unos minutos si su nave aterrizaba cerca de Leddravohr. Incluso aunque lograra vencer a Leddravohr en un combate personal, sería apresado por el ejército bajo la acusación de ser el causante de la muerte del rey. Su única y desesperadamente pequeña posibilidad de sobrevivir, al menos durante unos cuantos días, era permanecer donde estaba y volver a subir en cuanto la nave de Leddravohr hubiera tomado tierra. Había montañas con árboles quizás a unos treinta kilómetros; y si lograba llegar hasta allí con el globo, podría evitar la captura hasta que las fuerzas de la nación recién nacida estuviesen debidamente organizadas para proceder a su destrucción.

El punto más débil del plan era que dependía de factores ajenos a su control, todos ellos relacionados con la mentalidad y el carácter del piloto de Leddravohr.

No le cabía duda que Zavotle haría las deducciones correctas cuando viese a la nave de Toller rezagándose en el aterrizaje, pero ¿aprobaría la decisión de Toller? E incluso si se sentía inclinado a ser leal a un compañero del espacio, ¿arriesgaría su persona haciendo lo que Toller esperaba de él? Tendría que ser rápido para tirar de la banda de desgarre y hundir su globo, justo en el momento en que Leddravohr se diese cuenta de que su enemigo se le estaba escapando de las manos, y no podía predecirse cómo reaccionaría Leddravohr en su enojo. Había aplastado a otros hombres por ofensas menores.

Toller miró a través del campo de luminosidad a la figura solitaria de Zavotle, sabiendo que le devolvería la mirada, después apoyó su espalda contra la pared de la barquilla y echó una ojeada a Chakkell, que manejaba el quemador a un ritmo de descenso de uno — veinte.

— Príncipe, hay viento a nivel de tierra y temo que la nave sea arrastrada — dijo, iniciando su plan —. Usted, la princesa y los niños deben estar preparados para saltar por un lado antes que toquemos tierra. Puede parecer peligroso, pero hay un reborde bastante grande alrededor de la barquilla para apoyarse, y la velocidad con que nos posaremos será menor de la que puede lograr una persona andando. Es preferible saltar antes de que vuelque la barquilla.

— Me conmueve tu atención — dijo Chakkell, mirándolo con curiosidad.

Preguntándose si habría errado demasiado pronto, ToIler se acercó al puesto del piloto.

— Tomaremos tierra enseguida, príncipe. Debe estar preparado.

Chakkell asintió, abandonó el asiento e, inesperadamente, dijo:

— Todavía recuerdo la primera vez que te vi, acompañando a Glo. Nunca pensé que se llegaría a realizar esto.

— El gran Glo tenía visión de futuro — replicó Taller —. Debería estar aquí.

— Supongo que sí.

Chakkell le dirigió una nueva mirada dubitativa y entró en el compartimento donde Daseene y los niños estaban haciendo los preparativos para el aterrizaje.

Toller se sentó y tomó el mando del quemador, advirtiendo al hacerlo que la aguja del indicador de altura estaba casi en la marca más baja. Como Overland era menor que Land, hubiera esperado que su gravedad superficial fuese menor también, pero Lain había dicho lo contrario. Overland tiene una densidad superior, y por tanto todo tendrá el mismo peso que en Land. Taller movió levemente la cabeza de un lado a otro, esbozando una leve sonrisa como tributo tardío a su hermano. ¿Cómo había sabido lo que encontrarían? Las matemáticas era un aspecto de la vida de su hermano que siempre permanecería como un libro cerrado para él, como parecía ser el caso de…