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— Vamos a tener una breve conversación — dijo —, y no quiero que ni una palabra de esto sea repetida. ¿Está claro?

Toller asintió vacilante, preguntándose si podría añadir una esperanza a la confusión de sus pensamientos y emociones.

— Hay una cierta animosidad hacia ti entre la nobleza y los militares que hicieron la travesía — dijo Chakkell con confianza —. Después de todo, no muchos hombres han cometido dos regicidios en el espacio de tres días. Sin embargo, podría aceptarse. En el nuevo estado predomina el sentido práctico, y los colonizadores consideran que la lealtad a un rey viviente es más beneficiosa para la salud que una consideración similar a dos reyes muertos. ¿Te preguntas qué le ha ocurrido a Pouche?

— ¿Vive?

— Vive, pero enseguida comprendió que su tipo de talento de hombre de estado sería inadecuado para la situación que tenemos aquí. Está más que contento de renunciar a sus derechos al trono… si una silla hecha de trozos de una vieja barquilla de globo es digna de ese nombre.

Toller se dio cuenta de que estaba viendo a Chakkell como nunca lo había visto antes: animado, locuaz, cómodo en su entorno. ¿Era simplemente que prefería la supremacía para sí y sus descendientes en una sociedad que comenzaba que un papel secundario predeterminado en el estático y tradicionalista Kolkorron? ¿O era que poseía un espíritu aventurero liberado por las circunstancias excepcionales de la gran migración? Mirando atentamente a Chakkell, animado por su intuición, Toller experimentó un repentino optimismo y la más absoluta alegría.

Gesalla y yo vamos a tener hijos, pensó. Y no importa que tengamos que morir algún día, porque nuestros hijos tendrán hijos, y el futuro se extiende ante nosotros… sin ningún límite… sin ningún límite, excepto que…

La realidad se desvaneció para Toller y se encontró de pie sobre una roca al oeste de Ro-Atabri. Miraba a través de su telescopio al cuerpo tendido de su hermano, leyendo el último comunicado que nada tenía que ver con la venganza o los reproches personales, sino, de acuerdo con el generoso espíritu de Lain, encaminado al bien de millones de seres que aún no habían nacido.

— Príncipe… majestad… — Toller se incorporó sobre un codo para enfrentar de la mejor manera a Chakkell con la verdad que había estado reservando, pero la torsión imprudente de su cuerpo le produjo una punzada de agonía que enmudeció su voz y le obligó de nuevo a echarse sobre el lecho.

— Leddravohr estuvo a punto de matarte, ¿no? — La voz de Chakkell había perdido toda su animación.

— Eso no importa — dijo Toller, acariciando el cabello de Gesalla cuando ésta se inclinó sobre el fuego avivado de las heridas de su costado —. Usted conocía a mi hermano y sabía lo que era.

— Sí.

— Muy bien. Olvídese de mí. Mi hermano vive en mi cuerpo y habla a través de mi boca…

Toller siguió, luchando con las oleadas de náuseas y debilidad para pintar un cuadro con la atormentadora relación triangular que implicaba a la humanidad, a los árboles de brakka y a los pterthas. Describió la asociación simbiótica entre los brakkas y los pterthas, usando la inspiración y la imaginación cuando carecía de conocimientos reales.

Como en todos los casos de verdaderas simbiosis, ambas partes obtenían beneficios de la asociación. Los pterthas se multiplicaban en las altas capas de la atmósfera, alimentados, con toda probabilidad, de partículas minúsculas de pikon y halvell, del gas mezcla o del polen de brakka, o de algún otro derivado de los cuatro. En compensación, los pterthas perseguían a todos los organismos que amenazaban la seguridad de los brakkas. Empleando la fuerza ciega de mutaciones aleatorias, variaron su composición interna hasta encontrar una toxina efectiva, en cuyo momento, habiendo sido marcado un camino, concentraron, purificaron y dirigieron el veneno para crear un arma capaz de castigar al castigo, de privar de la existencia a toda traza de aquello que no mereciese existir.

El desarrollo de la humanidad en Overland dependía de que se tratase a los brakkas con el respeto que merecían. Sólo deberían usarse los árboles muertos para la producción de materiales super-resistentes y de cristales de energía, y si los suministros resultaban insuficientes, era tarea de los inmigrantes idear sustitutos o modificar su modo de vida para adaptarse a ello.

Si no lo lograban, la historia de la humanidad en Land, inevitablemente, se repetiría en Overland…

— Admito que estoy impresionado — dijo Chakkell cuando Toller terminó de hablar al fin —. No existe ninguna prueba real de que lo que dices sea cierto, pero es digno de ser considerado seriamente. Por fortuna para nuestra generación, que ya ha soportado demasiadas desgracias, no es necesario tomar decisiones apresuradas. Tenemos bastantes cosas por las que preocuparnos de momento.

— No debe pensar así — insistió Toller —. Usted es el soberano… y tiene la oportunidad única… la responsabilidad única…

Suspiró y dejó de hablar, cediendo al cansancio que pareció oscurecer al mismo cielo.

— Guarda tus energías para otro momento — dijo Chakkell amablemente —. Ahora debo dejarte descansar, pero antes de irme me gustaría saber una cosa más. Entre tú y Leddravohr, ¿hubo una lucha limpia?

— Casi limpia… hasta que destruyó mi espada con fango de brakka.

— Pero ganaste tú de todas formas.

— Tenía que hacerlo. — Toller experimentaba el misticismo típico de la enfermedad y la debilidad absoluta —. Mi destino era vencer a Leddravohr.

— Quizás él lo sabía.

Toller forzó su mirada a examinar el rostro de Chakkell.

— No sé qué…

— Me pregunto si Leddravohr tendría algún interés por todo esto, por nuestro nuevo y osado comienzo — dijo Chakkell —. Me pregunto si te persiguió sólo porque adivinó que tú serías su Vía Brillante.

— Esa idea — murmuró Toller — no me atrae demasiado.

— Necesitas descansar. — Chakkell se levantó y se dirigió hacia Gesalla —. Cuida a este hombre en mi nombre al igual que a ti misma. Tengo trabajo para él. Creo que será mejor que aún no se mueva durante unos días, pero parece que no estáis mal aquí. ¿Necesitáis provisiones?

— Podríamos tener más agua fresca, majestad — dijo Gesalla —. Aparte de eso, nuestras necesidades ya están satisfechas.

— Sí. — Chakkell estudió su rostro durante un momento —. Voy a llevarme vuestro cuernoazul, porque sólo tenemos siete en total, y la cría debe comenzar lo antes posible; pero colocaré guardianes cerca. Llamadlos cuando juzguéis que estáis listos para marchar. ¿Te parece bien?

— Sí, majestad. Estamos en deuda con usted.

— Confío en que tu paciente recordará eso cuando haya recuperado la salud.

Chakkell se dio la vuelta y caminó a grandes pasos hacia los soldados que aguardaban, moviéndose con la enérgica seguridad característica de los que sienten que responden a la llamada del destino.

Más tarde, cuando el silencio volvió de nuevo a la ladera de la montaña, Toller se dio cuenta de que Gesalla pasaba el tiempo seleccionando y ordenando su colección de hojas y flores. Las había extendido sobre el suelo ante ella, y sus labios se movían en silencio, como si colocara cuidadosamente cada espécimen en un orden inventado por ella. Detrás estaba la vívida virginidad de Overland que atrajo su mirada.

Se levantó del lecho con cuidado. Miró hacia el montículo de fragmentos de rocas en la parte trasera de la cueva, después volvió la cabeza rápidamente, deseando no arriesgarse a ver la diminuta lámpara brillando y lanzando destellos. Sólo cuando hubiese dejado de brillar sabría con certeza que la fiebre había abandonado del todo su cuerpo, y hasta entonces no deseaba recordar lo cerca que había estado de la muerte y de perder todo lo que Gesalla significaba para él.