—¡Entonces, haz tú algo, señor mago! —replicó con dureza Steel.
—He venido a ver a Dalamar —explicó el joven mago desesperadamente—. Vengo a visitar a vuestro señor.
—Es mentira... mentira... mentira...
Las palabras eran como el susurro de túnicas invisibles, harapientas, como el chasquido de dedos huesudos, como el parpadeo de blancos ojos helados.
Los guardianes espectrales se acercaron todavía más y formaron un círculo alrededor del mago y del caballero. Los dos estaban espalda contra espalda, Palin con el bastón levantado, Steel enarbolando la espada. Pero la luz del cristal del cayado se estaba debilitando rápidamente. Steel hizo un amago con la espada a uno de los espectros. El arma silbó, sesgando únicamente la noche. Los espectros se aproximaron.
—¡Tío! —gritó Palin—. ¡Es a ti a quien he venido a ver! ¡Tío, necesito tu ayuda!
La puerta de la torre se abrió y de ella fluyó la oscuridad. Los espectros frenaron su avance; los fríos y pálidos ojos se volvieron en aquella dirección.
Palin tembló, atenazado por el miedo, la excitación, el sobrecogimiento. Se inclinó hacia la oscuridad.
—¿Tío? —preguntó.
—¡No os mováis! —respondió una voz—. ¡Quedaos donde estáis! ¡Ya voy! ¡Ya voy! ¡Os salvaré!
De la oscuridad salió corriendo Tasslehoff Burrfoot.
26
La puerta se abre. El jardín de Nuitari. El camino está preparado
—¡Tío Tas! —exclamó Palin sin salir de su asombro.
—Supongo que no era este tío el que tenías en mente —dijo Steel, ceñudo.
—No. —Palin estaba desconcertado—. No se me...
—¡La... tengo... aquí! —El viejo kender resollaba por el esfuerzo de la carrera. Se detuvo en los escalones que conducían a la puerta de la torre y agitó en el aire algo brillante—. No te preocupes...
—¡No te acerques más, tío Tas! —gritó, asustado, el mago—. ¡Vuelve! ¡Vuelve dentro!
—¡No, no! —repuso el kender a gritos—. No lo entiendes. ¡La tengo! ¡Ahora estás a salvo!
Antes de que Palin pudiera decir una palabra más, Tas bajó disparado la escalera y corrió directamente hacia los espectros.
La débil luz del bastón centelleó en el objeto que el kender llevaba en la mano: una cucharilla de plata.
—¡Marchaos, asquerosos espectros! —ordenó poniendo una voz profunda, brusca, autoritaria, como suponía que haría un clérigo. Sin embargo, mantener aquel tono profundo resultó demasiado para él, y estuvo a punto de ahogarse. En medio de toses y carraspeos, consiguió repetir:— ¡He dicho que os marchéis! ¡Fuera! ¡Largaos!
Agitó la cucharilla frente a los espectros.
—Vamos a morir —pronosticó Steel.
—No —dijo Palin tras observar la escena un momento, atónito—. No lo creo.
Los ojos se fueron cerrando de dos en dos. Las letales manos esqueléticas desaparecieron bajo mangas invisibles. El patio quedó desierto, y la puerta de la torre seguía abierta.
La luz del bastón relució brillante en los ojos de Tas mientras el kender se dirigía brincando hacia ellos para saludarlos.
—La Cuchara Kender de Rechazo —dijo con orgullo mientras la levantaba para que Palin la viera.
El joven mago iba a examinarla para comprobar si en la cuchara había algún tipo de magia, pero, antes de que tuviera oportunidad de nacerlo, Tas se la guardó en un bolsillo y pasó a otros asuntos.
—¿Cómo estás? —saludó cortésmente a Steel al tiempo que le tendía la pequeña mano—. Soy Tasslehoff Burrfoot, pero mis amigos me llaman Tas. Salvo Palin, que me llama tío Tas —añadió, como si acabara de ocurrírsele la idea—. En realidad no soy su tío, pues Caramon y yo no somos parientes. Soy un amigo de la familia. Cuando eran más pequeños que yo solían llamarme «abuelito», pero acabó pareciendo un poco estúpido cuando crecieron y se hicieron más grandes que yo, así que, tras una charla, decidimos cambiarlo por «tío». Hubo un tiempo en que tuve un tío, Saltatrampas. Era el que poseía la cuchara. Caray, ésa sí que es una armadura fabulosa. Con un aspecto tan maravillosamente perverso con esas calaveras y lirios de la muerte. ¡Ya sé! ¡Tienes que ser un Caballero de Takhisis! He oído hablar de vosotros, pero no había visto a ninguno. Esto es un verdadero privilegio. ¿Mencioné que me llamo Tasslehoff Burrfoot?
—No converso con kenders —dijo Steel.
—¿Ni siquiera con uno que te ha salvado la vida? —preguntó Palin suavemente.
El caballero dirigió una mirada ceñuda al mago, pero acabó haciendo un brusco y breve saludo con la cabeza.
—Steel Brightblade —se presentó.
—¡Te conozco! ¡Tanis me habló de ti! ¡Eres el hijo de Sturm! ¡Sturm y yo éramos grandes amigos! —Tas se lanzó para darle un abrazo.
Steel lo frenó sujetándolo por el copete y lo mantuvo a distancia, con el brazo extendido.
—Es posible, aunque no muy probable, que te deba la vida, kender —dijo fríamente—. El honor me compromete a saldar esa deuda, pero no estoy obligado a dejar que te acerques a mí. Así que te lo advierto: mantente alejado de mi persona. —Sin más, apartó a Tas de un empujón.
Palin sujetó al kender para que no cayera.
—Lo había olvidado —exclamó Tas en un sonoro susurro mientras hacía un gesto de dolor y se frotaba la cabeza—. ¡También es hijo de Kitiara!
Palin iba a aconsejar al kender que sería beneficioso para su salud si se mantenía lejos del caballero cuando la voz de una mujer sonó en el interior de la torre, llamando:
—¡Tasslehoff! ¿Dónde estás? ¡Tas! ¿Adónde has ido?
Palin alzó la vista y miró hacia la puerta. Dejó escapar un suave suspiro. Los espectros casi le habían helado el corazón, pero ahora lo sintió inflamarse.
Una mujer como jamás había visto otra en toda su vida se encontraba en el umbral. Una poblada melena de cabello plateado enmarcaba un rostro que era seductor y misterioso, aunque —por los grandes y anhelantes ojos dorados— parecía necesitar que los demás le revelaran todos sus secretos. Sus ropas, de ligera seda de fuertes colores, eran extravagantes y de un estilo tal que ninguna mujer de esta parte del país bien educada las habría llevado puestas. Sin embargo, iban con su estilo. Ella era tan exótica, tan encantadora, como si acabara de bajar de una estrella.
—¡Tas! —exclamó la joven con un tono de alivio. Bajó corriendo la escalera—. ¡Gracias a los dioses que te he encontrado! ¿Cómo vamos a salir de...? —Enmudeció de repente y miró a Steel y a Palin—. Oh. —Miró de soslayo a Tas al tiempo que se acercaba a él con disimulo—. ¿Quiénes son estos caballeros?
—¡Amigos míos! —contestó Tas, entusiasmado—. Este es Steel Brightblade. Es hijo de Sturm. Sturm era un Caballero de Solamnia y uno de mis mejores amigos. También es hijo de Kitiara, pero ella no pertenecía a la caballería. Era una Señora del Dragón y no podía considerarla exactamente como una amiga, más bien como una conocida. Esta es Usha.
—Señora —dijo Palin, que miraba fijamente a la mujer, como embrujado. Pero se sintió decepcionado al ver que la mirada de ella estaba prendida en el caballero, y que esbozaba una sonrisa tímida.
Steel ni siquiera la miraba, ya que sus ojos iban de una ventana de la torre a otra buscando alguna señal de peligro.
Usha siguió observándolo, estudiando su armadura que ahora podía ver con claridad a la luz de las lunas. Su sonrisa se desvaneció y sus ojos se oscurecieron.
—Eran como tú... los que vinieron. —Su voz temblaba por la ira—. Nos trataron como si fuéramos escoria. ¿Por qué tuvisteis que venir para destrozar nuestras vidas? —gritó de repente—. ¿Qué os habíamos hecho? ¡No éramos ninguna amenaza para vosotros!
Ahora Steel se volvió a mirarla y la contempló con interés.
—¿De qué ciudad eres, señora? ¿De Kalaman? ¿Es cierto que ha caído bajo nuestro dominio?
Usha abrió la boca para responder, pero de pronto pareció que le resultaba difícil hablar.