—No, no vengo de Kalaman —contestó por fin—. Soy de por allí cerca... —Su voz se debilitó un instante, pero enseguida cobró fuerza—. ¡No teníais derecho a invadir nuestra tierra!
—Sea cual sea el mal que imaginas que te causamos, lo hicimos en nombre del progreso, señora —contestó Steel—. No espero que puedas entenderlo, así que no intentaré explicártelo. —Su mirada se volvió de inmediato hacia la torre. Seguía con la espada en la mano—. Tenemos cosas que hacer aquí, Majere, recuérdalo.
—Lo recuerdo —repuso Palin, aunque casi lo había olvidado.
Usha había vuelto aquellos ojos maravillosos hacia él.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, con las mejillas arreboladas al reparar en su mirada de descarada admiración.
—Palin Majere —respondió suavemente—. ¿Y tú? No..., no lo entendí bien.
—Usha —contestó incisivamente.
—¡Usha Majere! --exclamó Tas, que brincaba por la excitación—. ¿No es fantástico? ¡Usha es hija de Raistlin! He encontrado a la hija de Raistlin.
—¡No! —gritó Palin, consternado.
—¿Qué? —Usha, asustada por la intensidad de su expresión, se apartó de él un paso—. ¿Qué pasa?
—¡Soy..., soy sobrino de Raistlin! Caramon Majere es mi padre y tu tío. Somos primos —dijo el joven mago amargamente—. ¡Primos hermanos!
—¿Eso es todo? —Usha respiró tranquila—. Somos primos hermanos, ¿y qué? A mí no me importa —dijo, sonriéndole.
Su sonrisa relució alrededor de Palin como una lluvia de estrellas. Estaba tan deslumbrado que apenas veía.
—Vuestros padres eran gemelos —comentó Tas, a modo de explicación.
—Y ahora que está aclarado todo el tema de la genealogía —intervino Steel con acritud—, ¿permites que te recuerde de nuevo, Majere, que no disponemos de mucho tiempo y que tenemos un trabajo importante que hacer dentro de la torre?
—¿Dentro? —Usha echó un vistazo a la torre, asustada, y luego volvió su mirada acosada hacia Palin—. ¿Vas a entrar?
—Nosotros acabamos de salir —les informó Tas, que añadió, enorgullecido:— Dalamar nos tenía prisioneros a los dos.
—¿Por qué motivo? —Palin no parecía muy convencido.
—¿Acaso importa? Habéis venido a través del robledal —dijo Usha, que se apresuró a hablar, sin dar tiempo a Tas de responder. Tomó a Palin de la mano y lo miró a los ojos—. El Túnica Roja que está dentro dijo que tienes que ser un hechicero extremadamente poderoso para hacer algo así. —Se acercó más y le susurró al oído:— ¡Tú y el caballero podríais llevarnos a través de la arboleda, y así podríamos huir de este sitio horrible!
Su mano era suave, cálida. Su contacto le provocó un estremecimiento.
—No puedo marcharme —repuso el mago, sin soltarle la mano—. Tengo que hacer algo aquí. Y tú no deberías tratar de huir a través del Robledal de Shoikan. Es demasiado peligroso. Nosotros casi no conseguimos sobrevivir. —Se volvió hacia Tasslehoff—. No lo entiendo. ¿Por qué Dalamar os retenía prisioneros?
—Porque es hija de Raistlin, naturalmente —contestó el kender como si fuera algo obvio.
Por supuesto. Palin había imaginado la respuesta aun antes de plantear la pregunta. Dalamar se sentiría más que satisfecho de tener en su poder a la hija de Raistlin Majere. Y entonces, con una punzada de dolor, al joven mago se le ocurrió que quizás ella era la razón de que la voz lo hubiera guiado hasta aquí. Quizá su tío necesitaba simplemente un guía para la persona en quien estaba realmente interesado: su hija.
Palin se soltó de su mano. Los celos lo reconcomían, hincaban profundamente sus colmillos ponzoñosos en él. Se sentía atraído por esta mujer, y, al mismo tiempo, celoso de ella; por fin entendía la agridulce relación que había existido entre su padre y su gemelo.
Usha percibió su repentina frialdad, más gélida que el frío de los espectros. Lo miró con desconcierto y consternación, y se apartó de él de manera inconsciente.
—¿No nos ayudarás a escapar? Muy bien. Pues atravesaré el robledal por mis propios medios —declaró altivamente.
—No, Usha, me temo que no. —La voz de Palin sonaba tensa—. Hay una razón para que estés aquí...
—¿Cuál? ¿La mandó traer Raistlin? —conjeturó Tas alegremente—. Creí que estaba muerto. ¿Crees tú que esta muerto, Palin? ¡No lo crees, ¿verdad?! ¡Por eso estás aquí! —El kender estaba ahora excitado en extremo.
—Majere... —empezó Steel con impaciencia.
—¡Lo sé, lo sé! ¡Ya voy! —Palin cogió a Usha por el brazo y empezó a llevarla de vuelta al interior de la torre—. Vamos a tener una charla con Dalamar...
—¡No está aquí! —dijo Usha al tiempo que se soltaba de Palin—. Ha ido a un no sé qué de hechiceros en alguna parte...
—A la Torre de la Alta Hechicería de Wayreth —aclaró Tas—. Un Cónclave. Una vez estuve en uno. ¿Os he contado alguna vez cuando Par-Salian me convirtió en un ratón? Bueno, supongo que fui yo mismo el que hizo que me volviera ratón, pero...
—Dalamar no está —musitó Palin.
Yo me encargaré de Dalamar...
Era lo que su tío había prometido. Tal vez fuera una coincidencia, pero Palin lo dudaba. Raistlin estaba interviniendo activamente para ayudarlo. Pero ¿con qué propósito? ¿Con qué fin?
—Entonces será mejor que nos demos prisa, antes de que regrese Dalamar. —Palin se encaminó hacia la puerta.
Un mago cuya túnica era roja se encontraba dentro, cerrándoles el paso.
—¿Qué hacéis vosotros dos aquí? ¿Cómo cruzasteis el Robledal de Shoikan y pasasteis a los guardianes? ¿Dónde están los guardianes?
Palin abrió la boca. No se le daba muy bien mentir, pero en este caso ser sincero no les serviría de mucho. Estaba a punto de hablar cuando se le adelantó Tasslehoff:
—Los mandó llamar Dalamar —anunció el kender con gesto importante—. En cuanto a los guardianes, hice que se retiraran con la Cuchara Kender de Rechazo. —Sacó la cucharilla para mostrársela.
El mago la miró fijamente; luego hizo otro tanto con Palin y Steel, así como al recinto del patio. Parecía confuso y desconfiado.
—Así que lord Dalamar os mandó llamar —repitió—. ¿A un Túnica Blanca y a un caballero negro?
—Justo para crear un buen equilibrio, ¿no te parece? —comentó Tas, que añadió:— Además ¿cómo iban a cruzar el Robledal de Shoikan a menos que Dalamar les hubiera dado talismanes para ayudarlos? Y ahora, si nos disculpas, tenemos que subir a los aposentos de tu maestro. —El kender volvió la cabeza hacia Palin y preguntó en un audible susurro:— Allí es donde queréis ir, ¿no?
El Túnica Roja frunció el entrecejo. Steel se puso ceñudo. Había envainado la espada, pero su mano descansaba sobre la empuñadura.
—Soy Steel Brightblade, Caballero de Takhisis. Vengo en una misión, y lord Dalamar no...
—... los esperaba tan pronto —intervino Tas en voz muy alta y aguda—. Di al primito Steel que se calle y que me deje llevar este asunto a mí —volvió a susurrar a Palin, quien deseó fervientemente que Steel no hubiera oído su nuevo apelativo.
Tas se encaminó hacia la puerta. Movió la mano en un gesto de invitación para que los demás lo siguieran.
—Esperaremos a Dalamar en su cuarto. Nos gustaría tomar un poco de té, si no es mucha molestia. Vamos, Usha.
Steel fue en pos del kender, y Palin dio un par de pasos tras ellos cuando reparó en que Usha se quedaba atrás, sin moverse. Se retorcía las manos con nerviosismo y tenía los ojos alzados hacia la torre, contemplándola con temor.
—Acabo de salir de ahí —protestó—. ¡No quiero volver!
El Túnica Roja los miraba ahora con una profunda desconfianza.
—Dijiste que ibas a estudiar magia con nosotros, señorita, como aprendiza de lord Dalamar. ¿Qué está pasando aquí?
—Yo... eh... aún no lo he decidido —contestó la joven—. Necesito ir a otra parte para reflexionar sobre el asunto. ¡A cualquier otro sitio! En cuanto a estudiar magia, puede que no necesite ampliar mis conocimientos. Ya soy suficientemente poderosa ahora.