– Dos huevos, jugo de naranja, tostada y café con leche -le dijo en español. Tenía un acento agradablemente cantarín.
– Y tú. -El sonrió y se la acercó en cuanto hubo dejado la bandeja en la mesita. Ella le besó en los labios y dejó que le soltara la combinación sin tirantes, que resulta que era todo lo que llevaba. El recorrió con los dedos los finos músculos de su largo cuello moreno, le acarició los grandes pechos, le pasó la mano por el vientre plano y luego bajó todavía más.
– ¿Tú no tienes hambre? -le susurró ella en español, restregando la pierna contra él y rozándole el cuello con los labios.
– «Hambre» de ti -dijo él, mordisqueándole la oreja.
Se dio la vuelta encima de la cama y la tumbó boca arriba en la cama. Cogió cada una de sus esbeltas piernas en cada brazo y se colocó entre sus muslos. Ella se humedeció los dedos y luego se apretó los pechos.
– Joder, me vuelves loco, Carmela -dijo.
Ella se echó hacia delante, lo agarró por los hombros y lo empujó hacia su interior.
La puerta golpeó con fuerza contra la pared e hizo que la pareja se olvidara de echar un polvo antes del desayuno.
Cuatro hombretones irrumpieron en la habitación seguidos de otro más bajito y ancho de espaldas vestido con un traje de dos piezas y una camisa abierta y con una malvada expresión triunfante.
– Oye, Tony, tienes una choza bonita. Me gusta mucho -dijo Jerry Bagger-. Es increíble lo que se puede comprar con el dinero de otra persona, ¿verdad?
Se sentó en la cama mientras la aterrorizada Carmela intentaba taparse con la sábana.
– Oye, nena, no hace falta que hagas eso -dijo Bagger-. Eres muy guapa, ¿cómo se dice? «Bonita.» Eso es. «Muy bonita», zorra. -Hizo una seña a uno de sus hombres, que cogió a Carmela, la llevó hasta la ventana abierta y la tiró sin contemplaciones.
Todos escucharon un grito largo y luego un golpe seco.
Bagger cogió el vaso de zumo de naranja de la bandeja y se lo bebió de un trago. Se limpió la boca con una servilleta.
– Cada día tomo zumo de naranja. ¿Sabes por qué? Tiene un montón de calcio. Tengo sesenta y seis años pero ¿los aparento? ¡Pues no! Toca este músculo, Tony, venga, tócalo. -Bagger flexionó el bíceps derecho. Tony, sin embargo, parecía estar paralizado.
Bagger fingió sorpresa.
– ¿Por qué estás tan disgustado? Oh, ¿porque la zorra ha salido disparada por la ventana? No te preocupes. -Miró al hombre que la había tirado-. Oye, Mike, has apuntado hacia la piscina, ¿verdad? Como en la película de James Bond. ¿Cómo se llamaba que no me acuerdo?
– Diamantes para la eternidad, señor Bagger -respondió Mike enseguida.
– Eso es. -Bagger sonrió-. Diamantes para la eternidad. Joder, cómo me gustan las pelis de James Bond. En ésa sale la tía esa con un bikini minúsculo y se le ve la raja del culo. ¿Stephanie Powers?
– Jill St. John, señor Bagger -le corrigió Mike educadamente.
– Esa, ésa, siempre me confundo con esas dos. Las zorras se parecen mucho cuando no llevan nada encima. Imagínate.
– La verdad es que la señora no ha ido a parar a la piscina, señor Bagger -reconoció Mike.
– Pero lo has intentado, Mike, lo has intentado y eso es lo que cuenta. -Se giró hacia Tony-. Eso es lo que cuenta, ¿verdad?
Tony estaba demasiado horrorizado como para articular palabra.
– Además, es mejor así porque ¿los dos viejos que estaban abajo? No te lo vas a creer pero se han desplomado y se han muerto en cuanto hemos entrado. Y era imposible que una niña guapa como esa zorra bonita hubiera podido encargarse sola de una finca tan grande. Yo considero que le hemos hecho un favor, ¿no crees, Tony? -Tony asintió con gran dificultad-. Tócame el músculo. Quiero que notes la fuerza que tengo en el cuerpo. -Sin esperar a que Tony tomara la iniciativa, Bagger le agarró la mano y se la acercó al bíceps flexionado-. ¿Notas lo duro que está, Tony? ¿Entiendes lo fuerte que estoy? ¿Captas lo que eso significa?
– Por favor, no me mate, señor Bagger -gimoteó Tony-. Por favor, lo siento, lo siento.
Bagger le estrujó los dedos a Tony antes de soltárselos.
– Venga, no hagas eso, sólo se disculpan los débiles. Además, fue una gran estafa, verdaderamente alucinante. Todos los que se dedican al mundo del juego saben que me estafasteis la friolera de cuarenta millones. -Bagger apartó la mirada y respiró honda y tranquilamente, intentando, al parecer, evitar descuartizar al joven con sus propias manos, al menos durante unos cuantos minutos más-. Pero, antes, a ver si aclaramos un asunto importante. Quiero que me preguntes cómo te he encontrado. Quiero que sepas lo listo que soy y lo increíblemente imbécil que eres tú. Así que pregúntame, Tony, ¿cómo te he localizado teniendo en cuenta la de sitios a los que podías haber ido en todo el puto mundo después de estafarme? -Bagger agarró a Tony por el esbelto cuello y lo acercó de un tirón-. Pregúntamelo, mamón. -A Bagger le palpitaba una vena de la sien.
– ¿Cómo me ha encontrado, señor Bagger? -dijo Tony con voz entrecortada.
Bagger golpeó el pecho plano de Tony con el antebrazo y le hizo caer en la cama. Entonces el propietario del casino se puso a caminar de un lado a otro.
– Me alegro de que me hagas esa pregunta. ¿Sabes? Ta zorra que montó la estafa hizo que me observaras la primera noche para que pareciera que me tenía vigilado. La única forma de ver mi despacho es conseguir una habitación en la vigésima tercera planta del hotel que hay enfrente del casino. Así que fui allí e hice algunas averiguaciones sobre quiénes se alojaron en las habitaciones de esa planta ese día que tuvieran vistas a mi despacho. E investigué a todas y cada una de las personas de esa lista.
Dejó de ir de un lado a otro y sonrió a Tony.
– Hasta que te encontré. Fuiste lo suficientemente listo como para no utilizar tu nombre en el hotel pero tuviste un desliz que la zorra y su compinche no tuvieron. Por eso no pude seguirles el rastro, porque no dejaron nada tras su paso. -Bagger blandió un dedo hacia él-. Pero tú fuiste a que te dieran un masaje, porque lo comprobé. Y tú intentaste ligar con la chica que te dio la friega, porque querías un poco de acción extra. Pero no duraste mucho con la chica y entonces te fuiste al baño a echar las potas. Mientras estabas vomitando la zorra te cogió la cartera y te quitó algo de dinero para añadir a la mierda de billete de cien que le habías dado por correrte antes de tiempo. Y entonces vio el carné de conducir con tu nombre verdadero. Hay que ser tonto para llevarlo ahí, Tony.
»Así que aunque pensabas que la mamada sólo te había costado cien dólares, fíjate que el precio ha resultado ser mucho mayor. Y la barriobajera me contó todo lo que necesitaba saber por mil dólares de mierda. Nunca te fíes de una zorra, Tony, te la juegan siempre que pueden, te lo digo por experiencia.
Se sentó al lado de Tony, que sollozaba en silencio.
– Tienes buena fama, jovencito. El as de la tecnología, capaz de cualquier cosa con un ordenador. Como poner una especie de espía en el sistema de mi banco y robarme cuarenta millones. Joder, a eso se le llama talento. De todos modos, unté unas cuantas manos, hablé con tus amigos, tu familia, rastreé unas cuantas llamadas que hiciste, maté a unos cuantos que no querían cooperar y ahora estoy aquí contigo en la soleada costa de España o de Portugal o donde cono estemos. -Dio a Tony un golpe en la pierna.