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Guardé silencio mientras pasamos por delante de las tiendas cerradas, cuyos escaparates habían sido recubiertos de cinta adhesiva. Dejamos a tras sombríos rascacielos y el Hotel Rey David, que estaba tan muerto como un cadáver.

—Una ciudad vacía es algo antinatural —comentó Morris—. Algo malvado… no sé si me estoy explicando.

Al llegar a un control redujo la velocidad y saludó con la mano a los soldados mientras examinaban nuestras credenciales.

—¿Sabes, Scotty? La verdad es que no me siento a gusto vigilándoos a ti y a Sue.

—¿Se supone que eso debería reconfortarme?

—Solo te estoy dando conversación. De todas formas, debes admitir que tiene sentido, que es lógico.

—¿Lo es?

—Ya te lo han explicado.

—¿Te refieres a todo eso sobre la coincidencia? ¿Lo que Sue denomina “turbulencia tau”? La verdad es que no sé hasta qué punto debo creerlo.

—Sí, me refiero a eso —respondió Morris—, pero también al punto de vista del Congreso y la Administración. Scotty, hay dos hechos sobre los Cronotitos que son indiscutiblemente ciertos. El primero es que nadie sabe cómo fabricarlos; el segundo, que los conocimientos necesarios se están gestando en algún lugar en este mismo momento. Hemos proporcionado a Sue y a su equipo los medios para descubrir cómo se crea uno de esos monumentos… y puede que ese sea precisamente nuestro error, porque una vez revelado, ese conocimiento podría caer en las manos equivocadas. Quizá, si no hubiéramos decidido abrir la caja de Pandora, nada de esto habría sucedido.

—Eso es lógica circular.

—¿Y crees que por ser circular es errónea? En la situación en la que nos encontramos, ¿cómo te atreves a rechazar una posibilidad simplemente porque no te gusta su silogismo?

Me encogí de hombros.

—No voy a disculparme por haber investigado tu pasado —continuó—. Son cosas que solemos hacer cuando hay una emergencia nacional, como llamar a filas o controlar el suministro de alimentos.

—No sabía que me habíais reclutado.

—Intenta pensar en ello de esta forma.

—¿Y todo esto sólo se debe a que fui a la universidad con Sue Chopra? ¿A que, por casualidad, estuve en la playa de Chumphon?

—Más bien se debe a que todos nosotros estamos unidos por una cuerda que somos incapaces de ver.

—Eso es… muy poético.

Morris condujo en silencio durante un rato. El sol asomó entre las nubes y columnas de luz iluminaron las colinas de Judea.

—Scotty, soy una persona razonable… o al menos, me gusta creerlo. Sigo yendo a misa cada domingo. El hecho de trabajar para el FBI no me convierte en ningún monstruo. ¿Sabes qué es el FBI moderno? Ya no se trata de policías, ladrones, trincheras y toda esa mierda. Durante veinte años, he estado realizando trabajos de oficina en Quántico. Soy experto en tiro y todo eso, pero nunca he utilizado un arma en una situación policial. Tú y yo no somos tan diferentes.

—No tienes ni idea de cómo soy, Morris.

—De acuerdo, tienes razón, pero para poder seguir adelante con mis razonamientos, digamos que ambos somos personas normales. Personalmente, no creo que exista nada más sobrenatural que lo que leemos en la Biblia; yo sólo me creo aquello de que descansó el séptimo día. La gente dice que soy sensato. Incluso aburrido. ¿Consideras que soy aburrido?

No contesté.

—Pero tengo sueños, Scorty —continuó—. La primera vez que vi el Cronolito de Chumphon estaba en Washington viendo la televisión. Lo sorprendente del tema es que lo reconocí… porque lo había visto antes. Lo había visto en sueños. No era nada concreto, no se trataba de una profecía ni de nada que pudiera demostrarle a nadie. Sin embargo, en cuanto lo vi, supe que era algo que iba a formar parte de mi vida. No apartaba los ojos de carretera.

—Estaría bien que esas nubes se hubieran alejado mañana por la noche —comentó—. Así podríamos verlo mejor. —Morris —pregunté—, ¿algo de todo esto es cierto? —Nunca te mentiría. —¿Por qué no?

—Bueno, puede que porque también te reconocí a ti, Scotty. Es decir, en mis sueños. Allí fue donde te vi por primera vez… y estabas con Sue.

Nueve

Al releer estas páginas, tengo la impresión de haber hablado demasiado sobre mí mismo y no lo suficiente sobre Sue Chopra. De todas formas, sólo puedo contar la historia tal y como yo la viví. En mi opinión, Sue estaba obsesionada por su trabajo y cegada por las fuerzas que le habían convertido en una defensora del estado. Me inquietaba que hubiera aceptado esta situación, posiblemente porque yo tenía sus mismas limitaciones y estaba recibiendo idénticas recompensas: podía acceder a los procesadores de última generación y a las mejores incubadoras de códigos, pero estaba siendo investigado y cobrando un salario a cambio de muestras de DNA y orina para la nueva ciencia de la turbulencia tau.

Me había prometido a mí mismo que soportaría todo esto hasta que hubiera financiado la parte que me correspondía de la cirugía de Kaitlin. Después, me alejaría de este lugar. Si los Cronolitos seguían avanzando y la crisis empeoraba, quería estar en casa, cerca de mi hija.

Y en cuanto a Kait… en estos momentos, para ella no podía ser más que un punto de apoyo emociona!, un refugio por si las cosas iban mal con Whit, su padre suplente. Sin embargo, tenía la impresión (puede que tan fuerte y concreta como el sueño de Morris) de que tarde o temprano me necesitaría.

Nos encontrábamos en Jerusalén porque los niveles de radiactividad ambiental anunciaban la llegada de un Cronolito, del mismo modo que los temblores de tierra advierten de la erupción de un volcán. ¿Habría también una turbulencia tau premonitoria, fuera lo que fuera eso? ¿Algún rastro insólito en el aire, una cascada fractal de coincidencias?! Y si así era, ¿sería perceptible? ¿Significativa?

Cuando desperté el miércoles por la mañana, faltaban menos de quince horas para la llegada. La planta del hotel había sido sellada; nadie podía entrar ni salir de ella, excepto los técnicos que se movían entre los monitores de la suite y el despliegue de antenas del tejado. Al parecer, habíamos recibido amenazas de una serie de grupos radicales y anónimos. Nos subieron el desayuno, la comida y la cena desde la cocina siguiendo un horario riguroso.

La ciudad estaba silenciosa y tranquila bajo un polvoriento cielo de color turquesa.

El Ministro de Defensa Israelí ¡legó por la tarde para su sesión de fotos, acompañado de dos fotógrafos de la sección de prensa, tres asesores júnior del ejército y un par de ministros. Los periodistas llevaban cámaras sujetas a los hombros. El Ministro de Defensa, un hombre calvo vestido con ropa militar, escuchó la descripción que hizo Sue del equipo de reconocimiento y prestó atención a la explicación de Ray Mosley sobre el “hielo de Minkowski”… que en mi opinión no era más que una torpe metáfora.