"Nada nuevo de la central", les dijo Jack.
"No hay problema. Lo vimos. Es un viejo amigo de Munich", informó Brian. Entraron en el baño y abrieron los grifos, lo cual produciría la suficiente cantidad de ruido blanco como para incomodar a cualquier micrófono que hubiera ahí. "Es un compadre del señor Atef. Estaba allí cuando lo eliminamos en Munich".
"¿Cómo pueden estar seguros?"
"No podemos tener una seguridad de ciento por ciento, pero, ¿cuántas posibilidades de que haya estado en ambas ciudades por casualidad y justamente en este hotel?"
"Una certeza del ciento por ciento es mejor", objetó Jack.
"De acuerdo, pero cuando las posibIlidades son de mil contra uno, pones el dinero en la mesa y tiras los dados", respondió Dominic. "Según las reglas del Buró, se trata al menos de un asociado conocido, alguien a quien le haríamos algunas preguntas. De modo que probablemente no esté reuniendo contribuciones para la Cruz Roja, ¿sabes?" El agente se detuvo. "De acuerdo, no es perfecto, pero es lo mejor que tenemos y creo que vale la pena seguir adelante".
Para Jack, había llegado el momento de ver hasta dónde llegaba. ¿Tenía autoridad como para autorizar o desautorizar la misión? Granger no se lo había dicho. Era el apoyo de inteligencia para los gemelos. Pero ¿qué significa exactamente eso? Qué bueno. Era un trabajo sin definición y sin atribución de autoridad. No parecía demasiado lógico. Recordó que su padre dijo una vez que la gente de los cuarteles generales no debía dar segundas opiniones sobre lo que decidían las tropas sobre el terreno, porque las tropas tenían ojos y supuestamente estaban entrenadas para pensar por cuenta propia. Pero en este caso, su propio entrenamiento probablemente era al menos tan bueno como el de los gemelos. Pero no había visto la cara del supuesto objetivo y ellos sí. Si decía que no, ellos podían a su vez decirle dónde podía meterse su opinión y, como no tenía poder para imponerla, de todas maneras harían lo que quisieran y él quedaría descolocado, preguntándose quién había tenido razón. De pronto, el trabajo de agente de inteligencia parecía altamente impredecible, y se sentía atascado en una ciénaga, sin un helicóptero que lo sacase del apuro.
"Bueno, muchachos, es su misión". Esto le pareció a Jack una solución cobarde, más aún cuando agregó, "aún me sentiría más tranquilo si estuviésemos ciento por ciento seguros".
"También yo. Pero, como dije, mil a uno es suficientemente seguro como para hacer la apuesta. ¿Aldo?"
Brian lo pensó y asintió. "Por mí, sigamos adelante. Parecía muy preocupado por su amigo de Munich. Si es buen tipo, tiene amigos raros. Hagámoslo".
"De acuerdo", dijo Jack, aceptando lo inevitable. "¿Cuándo?"
"En cuanto se pueda", respondió Brian. Su hermano y él discutirían los aspectos tácticos más adelante, pero Jack no quería enterarse de eso.
Estaba de suerte, decidió Fa'ad a las 10:14 de esa noche. Recibió un mensaje instantáneo de Elsa K 69, quien evidentemente guardaba un buen recuerdo de él.
¿QUÉ HACEMOS ESTA NOCHE? le preguntó.
ESTUVE PENSANDO. IMAGINA QUE ESTAMOS EN UN CAMPO DE
CONCENTRACIÓN. YO SOY UNA]UDIA YTÚ ERES EL KOMMANDANT… NO
QUIERO MORIR CON LOS DEMÁS, ASÍ QUE TE OFREZCO PLACER A
CAMBIO DE MI VIDA… propuso "ella".
A él no se le podría haber ocurrido una fantasía más placentera. ADELANTE, COMIENZA, tipeó.
Así continuaron un rato hasta qué: POR FAVOR, POR FAVOR, NO SOY AUSTRÍACA, SOY UNA ESTUDIANTE ESTADOUNIDENSE ATRAPADA POR LA GUERRA…
Cada vez mejor. ¿AH, SÍ? HE OÍDO HABLAR MUCHO DE LO PUTAS QUE SON LAS JUDÍAS ESTADOUNIDENSES…
Continuaron así durante casi una hora. Finalmente, la envió al gas de todas formas. A fin de cuentas, ¿para qué sirven los judíos?
Como era de esperar, Ryan no podía dormir. Su cuerpo aún no se había aclimatado al cambio de husos horarios, a pesar de la razonable cantidad de horas que durmió en el avión. No podía entender cómo hacían las tripulaciones de vuelo, aunque sospechaba que siempre estaban sincronizadas con el lugar en que vivían, y pasaban por alto los lugares a donde les tocaba estar. Pero para hacer eso, hay que estar en constante movimiento, y ése no era su caso. De modo que decidió conectar su computadora y dedicarse a recorrer el Islam con el Google. El único musulmán que conocía era el príncipe Alí de Arabia Saudita y él no era un chiflado. Hasta se llevaba bien con la tímida hermana menor de Jack, Katie, que estaba fascinada por su barba bien recortada. Logró descargar el texto del Corán y comenzó a leerlo. El libro sagrado tenía cuarenta y dos suras, divididas en versos, como la Biblia. Claro que rara vez la miraba ni mucho menos leía, pues, como católico, esperaba que los sacerdotes le contaran las partes importantes, y le ahorraran todo el trabajo de leer quién engendró a quién -tal vez eso hubiera sido interesante y hasta divertido en su momento, pero no lo era ahora, a no ser que uno fuese un aficionado a la genealogía, que no era precisamente un tema de conversación de sobremesa para la familia Ryan. Además, todos sabían que todo irlandés desciende de un ladrón de caballos que huyó de su país para evitar que los malvados invasores ingleses lo ahorcaran. Eso había dado origen a toda una colección de guerras, una de las cuales había estado a punto de evitar su propio nacimiento en Annapolis.
Tardó unos diez minutos en darse cuenta de que el Corán era una copia literal de todo lo escrito por los profetas judíos, inspirados por Dios, claro, pues ellos mismos decían que así era. Lo mismo decía este Mahoma. Supuestamente, Dios le había hablado y él hizo de secretario ejecutivo y anotó todo. Fra una pena que todos estos sujetos no hubieran tenido una videocámara y un grabador de cinta, pero así eran las cosas y, según le explicó un cura en Georgetown, la fe era la fe y o creías como se suponía que debías creer o no creías en absoluto.
Claro que Jack sí creía en Dios. Su madre y su padre le habían enseñado los fundamentos y enviado a colegios católicos, donde había aprendido las oraciones y las reglas y había tomado la primera Comunión, había hecho su Confesión -ahora llamada "Reconciliación" en la más gentil y amable iglesia de Roma- y tomado la Confirmación. Pero hacía tiempo que no entraba en una iglesia. No era que estuviese contra la Iglesia, sólo que había crecido, y tal vez no ir fuese una (estúpida) manera de mostrarles a papá y mamá que ahora podía decidir por su cuenta y que ellos ya no podían darle órdenes.
Notó que en las aproximadamente cincuenta páginas que había leído por encima no decía nada acerca de matar inocentes para disfrutar de los favores de las mujeres que se contaran entre ellos en el paraíso. El castigo al suicidio era muy similar al que había explicado la hermana Frances Mary en segundo grado. El suicidio era un pecado mortal que realmente era mejor evitar, porque después de cometerlo no había forma de ir a confesarse para limpiárselo del alma. El Islam decía que la fe era buena, pero que no era una cosa que sólo debía pensarse. También debía vivirse. Perfectamente de acuerdo con lo que enseñaban los católicos.
Al cabo de noventa minutos, se dio cuenta -y era una conclusión bastante obvia- que el terrorismo tenía tanto que ver con la religión musulmana como con el catolicismo y el protestantismo de los irlandeses. Adolf Hitler, decían sus biógrafos, se había considerado católico hasta el momento de suicidarse -evidentemente, no había conocido a la hermana Frances Mary, si no, lo hubiera pensado dos veces. Pero estaba loco. De modo que, si es que entendía bien lo leído, Mahoma probablemente habría estado contra los terroristas. Fue un hombre decente y honorable. Sin embargo, no todos sus seguidores eran así, y con ésos debían lidiar los gemelos y él.
Cualquier religión podía ser tergiversada por una banda de locos, pensó, con un bostezo, y al Islam le había tocado esa suerte.