Este laborioso procedimiento le daba a Hendley acceso a todas las actividades de las dos agencias, ya que, por tratarse de agencias gubernamentales, escribían todo, desde la paga a agentes clandestinos al costo de la carne con que se confeccionaban los platos de la cafetería.
Mucha -o la mayor parte- de esa información no le interesaba al equipo de Hendley, pero casi toda se almacenaba en medios de alta densidad, desde donde se podía acceder a ella por medio de una computadora madre Sun Microsystems que tenía suficiente capacidad como para administrar todo el país, de ser necesario. Ello le permitía al equipo de Hendley echar una mirada al material generado por los servicios de inteligencia, así como a los análisis de alto nivel realizado por los expertos de una miríada de áreas, que luego eran enviados a otros para que los comentasen y generasen nuevos análisis. La NSA tendía a hacer este trabajo mejor que la CIA, o al menos así le parecía al principal analista de Hendley, pero muchas cabezas pensando en el mismo problema a veces daban con un buen resultado -a no ser que el análisis se hiciera tan bizantino que llegara a paralizar la acción, problema que se suele dar en la comunidad de inteligencia. Junto al flamante Departamento de Seguridad Territorial- para cuya autorización parlamentaria, Hendley, de haber estado en funciones, habría votado "no" -la CIA y la NSA recibían los análisis del FBI. A menudo, ello no generaba más que otra capa de complejidad burocrática, pero la verdad era que los agentes del FBI tenían un enfoque ligeramente distinto del procesamiento de inteligencia cruda. Pensaban en términos de construir un caso penal para ser presentado ante un tribunal, lo cual, pensándolo bien, era bueno.
Cada agencia tenía su forma de pensar. El Buró Federal de Investigaciones estaba compuesto de policías que pensaban en determinada dirección. La Agencia Central de Inteligencia tenía una inclinación muy distinta y tenía el poder -que a veces empleaba- de tomar alguna medida activa, aunque ello era raro. En cuanto a la Agencia Nacional de Información, sólo obtenía información, la analizaba y la transmitía a los demás -lo que éstos hicieran con ella no le concernía.
El jefe de Análisis/Inteligencia de Hendley era Jerome Rounds. Sus amigos lo llamaban Jerry y tenía un doctorado en psicología de la universidad de Pennsylvania. Había trabajado en la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado antes de trasladarse a Kidder, Peabody, como analista de otra clase a cambio de pagos de otra clase. Antes de eso, el senador Hendley en persona lo había seleccionado durante un almuerzo en Nueva York. Rounds se había hecho fama en la agencia de Bolsa de ser el vidente del establecimiento, pero aunque había ganado una importante cantidad de dinero, encontraba que la importancia que uno le adjudicaba a éste disminuía una vez que estaban pagos la educación de los niños y el velero. Estaba harto de Wall Street y estaba listo para la propuesta de trabajo que Hendley le había hecho cuatro años atrás. Sus tareas incluían el leer las mentes de otros analistas internacionales, cosa que había aprendido a hacer en Nueva York. Trabajaba en estrecha colaboración con Sam Granger, quien encabezaba el arbitraje de divisas del Campus y también el Departamento de Operaciones.
Era casi la hora de cierre cuando Jerry Rounds entró en la oficina de Sam. La tarea de Jerry y su equipo de treinta colaboradores consistía en revisar todas las transcripciones de la NSA y la CIA. Todos debían estar capacitados para lectura veloz y debían tener buen olfato. Rounds era el sabueso del establecimiento.
"Mira esto", dijo, poniendo una hoja de papel sobre el escritorio de Hendley y sentándose.
"El Mossad perdió un… jefe de estación. Mmm… ¿Cómo ocurrió?"
"Los policías locales creen que se trató de un robo. Apuñalado, falta la billetera, no hay señales de lucha. Está claro que no iba armado".
"En un lugar civilizado como Roma ¿por qué preocuparse?", observó Granger. Pero ahora se preocuparían, al menos por un tiempo. "Cómo nos enteramos?"
"Salió en los diarios locales que a un funcionario de la Embajada Israelí lo mataron cuando estaba meando. El jefe de estación de la Agencia lo identificó como espía. Hay personas en Langley dando vueltas y vueltas tratando de entender qué pasó, pero lo más probable es que terminen por remitirse a la navaja de Occam y acepten la versión de la policía local. Muerto. Sin billetera. Un robo en el cual al ladrón se le fue un poco la mano".
"Crees que los israelíes acepten esa versión?"
"Sí, el día que sirvan cerdo asado en una recepción en la embajada. La puñalada entró entre la primera y la segunda vértebra. Un delincuente callejero más bien cortaría la garganta, pero un profesional sabe que eso es sucio y ruidoso. Los carabinieri están trabajando en el caso, pero no parece que tengan ni por dónde empezar, a no ser que alguien que haya estado en el restaurante tenga una excelente memoria. No apostaría por que eso fuera a ocurrir".
"Entonces, ¿qué significa?"
Round se reclinó en la silla: "Cuál fue la última vez que el jefe de estación de algún servicio resultó asesinado?"
"Hacía mucho que no ocurría. La Agencia perdió uno en Grecia -fue un grupo terrorista local. Algún idiota identificó al jefe de estación a uno de los suyos, abandonó el país, saltó el muro, ahora estará allí bebiendo vodka y sintiéndose solo, me imagino. Hace unos años, los ingleses perdieron un tipo en Yemen Se detuvo. "Tienes razón. No se gana mucho matando al jefe de estación. Una vez que averiguas quién es, lo vigilas, te enteras de quiénes son sus contactos y oficiales a cargo. Si lo matas, no ganas recursos sino que los pierdes. ¿Crees que tal vez haya sido un terrorista que le está enviando un mensaje a Israel?"
"O que tal vez haya sacado del medio una amenaza que Es pareció especialmente desagradable. Al fin y al cabo, el pobre tipo era israelí ¿no? Funcionario de la embajada. Tal vez eso haya sido suficiente. Pero cuando un espía – especialmente uno de alto rango- cae, uno no da por sentado que se haya tratado de un accidente ¿no?"
"AIguna posibilidad de que el Mossad nos pida ayuda?" Pero Granger sabía que no sería así. El Mossad era como ese niño del arenero que nunca jamás le prestaba sus juguetes a nadie. Sólo pedirían ayuda si A) estaban desesperados o B) convencidos de que alguien Es podía dar algo que nunca obtendrían por su cuenta. En esos casos, actuaban como el hijo pródigo cuando regresó a casa.
"No confirman que este individuo -se llamaba Greengold- fuera Mossad. Eso podría ser demasiado útil para la policía italiana, podría incluso llevar a que interviniese su contrainteligencia, pero si se ha dicho, no hay evidencia de que Langley lo sepa".
Pero Granger sabía que Langley no lo vería en esos términos. Jerry era de la misma opinión. Se le veía en los ojos. La CIA no lo interpretaba en esos términos porque el negocio de la inteligencia se había vuelto muy civilizado. No se mataba a los recursos del otro, porque hacerlo no era buen negocio. Podía matar a los tuyos y si uno se ponía a hacer una guerra de guerrilla en las calles de una ciudad del extranjero, no estaba el trabajo requerido. El trabajo era enviar información al gobierno, no hacer muescas en la culata de la pistola. De modo que los carabinieri pensarían en términos de delito callejero porque la persona de cualquier diplomático era inviolable para las fuerzas de cualquier otro país, lo protegían los tratados internacionales y una tradición tan antigua como el imperio persa de Jerjes.
"Bien Jerry, tú eres quien tiene olfato entrenado", observó Sam "¿Qué opinas?"
"Creo que puede haber un agente peligroso suelto. Este individuo del Mossad está en un elegante restaurante romano, comiendo y tomando una deliciosa copa de vino. Tal vez esté recogiendo algo en una estafeta, al restaurante se puede llegar andando desde la embajada, aunque es un poco lejos para comer siempre allí, a no ser que a este Greengold le gustara hacer jogging, para lo cual no hubiera sido el horario adecuado. De modo que, a no ser que realmente tuviese debilidad por la cocina del Giovanni, con seguridad se trató de una estafeta o de un encuentro de algún tipo. A mí me parece un asesinato deliberado, hecho por un experto. La víctima quedó instantáneamente incapacitada. No tuvo forma de resistir. Esa es la forma de eliminar un espía -nunca sabes cuán bueno puede ser para defenderse, pero si yo fuera árabe, para mí un tipo del Mossad sería una pesadilla. No me arriesgaría. No usó pistola, de modo que no dejó ningún tipo de evidencia física ni bala ni vaina servida. Se lleva la billetera para que parezca un robo, pero mata a un rezident del Mossad, y probablemente al hacerlo envíe un mensaje. No es que le disguste el Mossad, pero para él matar a su gente es tan fácil como bajarse la bragueta".