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"¿Y John Clark?", preguntó Jack, recordando la mirada de ese personaje.

"Es una suerte de aberración. Sí, ha matado gente más de una vez, pero siempre cuidó de hacerlo sólo cuando era tácticamente necesario y oportuno. Langley se permite que sus hombres se defiendan y él siempre lograba que fuera necesario defenderse. Me reuní con Clark un par de veces. Pero más que nada, conozco su fama. Pero es una aberración. Ahora que se retiró, tal vez escriba un libro. Pero aun si lo hace, la verdadera historia no estará allí. Clark, como tu papá, sigue las reglas. A veces las dobla pero, que yo sepa, nunca las rompió, bueno, no al menos al servicio del gobierno", se corrigió Hendley. El y Jack Ryan padre hablaron largamente acerca de John Clark en una ocasión, y eran las únicas personas en el mundo que sabían la historia completa.

"Una vez le dije a papá que no me gustaría hacer enfadar a Clark".

Hendley sonrió. "Ya lo creo, pero también les podrías confiar a Clark las vidas de tus hijos. La última vez que nos vimos, me preguntaste por Clark. Ahora, te puedo contestar: si fuera más joven, estaría aquí", dijo Hendley como quien revela algo.

"Me acaba de decir algo", dijo Jack de inmediato.

"Lo sé. ¿Puedes soportarlo?"

"¿Lo de matar gente?"

"No dije exactamente eso, ¿o sí?"

Jack Jr. puso su taza sobre la mesa. "Ahora sé por qué papá dice que usted es astuto".

"Puedes soportar saber que tu padre quitó algunas vidas en su momento?"

"Lo sé. Ocurrió la noche en que nací. Es prácticamente una leyenda de familia. Los periodistas lo explotaron a fondo cuando papá era Presidente. Lo repetían una y otra vez, parecía que se tratara de lepra. La diferencia es que la lepra es curable".

"Lo sé. En una película es emocionante, pero en la vida real, la gente se asusta si debe hacerlo. El problema con el mundo real es que a veces -no a menudo, pero sí a veces- es necesario hacer esa clase de cosas, como le tocó a tu papá… en más de una ocasión, Jack. Nunca dudó. Creo que hasta le provocó pesadillas. Pero cuando debió hacerlo, lo hizo. Por eso estás vivo. Por eso muchos otros están vivos".

"Sé lo del submarino. Eso es bastante público, pero…"

"Hay más que eso. Tu padre nunca fue en busca de problemas, pero cuando éstos lo encontraron a él. Como te dije, hizo lo que debía hacer".

"Recuerdo que las personas que atacaron a papá y mamá -me refiero a la noche en que nací- fueron ejecutados. Le pregunté a mamá. Ella no es muy amiga de ejecutar a la gente. En este caso, no pareció importarle mucho, tampoco es que le gustara, pero supongo que se puede decir que entendió la lógica de la situación, papá -sabe, tampoco le gustó, en realidad, pero no es que haya derramado ni una lágrima",

"Tu padre tenía una pistola apoyada en la cabeza de ese tipo -me refiero al jefe- pero no disparó. No era necesario, de modo que se contuvo. Si yo hubiese estado en su lugar, bueno, no sé. Era una elección difícil, pero tu padre tomó la decisión correcta y tenía buenos motivos para no hacerlo",

"Así me dijo el señor Clark. Un día le pregunté acerca de lo ocurrido, Me respondió que la policía estaba allí, de modo que, ¿por qué hacerlo? Pero nunca lo creí del todo, es un tipo muy duro, también le pregunté a Mike Brennan, dijo que era impresionante que un civil se hubiese contenido, pero él no habría matado al tipo, Supongo que es cuestión de entrenamiento",

"No estoy seguro de lo de Clark. Él no es un asesino. No mata por diversión ni por dinero, tal vez le habría perdonado la vida, pero no, un policía entrenado nunca haría nada así. ¿Qué crees que habrías hecho tú?"

"No se sabe hasta que uno no está en esa situación", respondió Jack. "Me lo he preguntado una o dos veces, creo que papá actuó bien".

Hendley asintió, "Tienes razón. También manejó bien el resto del asunto, En cuanto al tipo del barco, ése al que le agujereó la cabeza, tuvo que hacerlo para sobrevivir, y cuando ésa es la elección sólo hay un curso de acción posible",

"Entonces, ¿qué hace exactamente Hendley Associates?"

"Recogemos información de inteligencia y actuamos en consecuencia", "Pero no son parte del gobierno", objetó Jack,

"No, técnicamente no lo somos. Hacemos lo que hay que hacer cuando las agencias del gobierno no están en condiciones de hacerlo".

"Eso ocurre muy a menudo?"

"No mucho", respondió Hendley en tono casual. "Pero eso puede cambiar, O no. Es difícil saberlo en este momento",

"¿Cuántas veces…?"

"No necesitas saberlo", dijo Hendley alzando las cejas.

"De acuerdo. ¿Qué sabe papá acerca de este lugar?"

"Fue él quien me convenció de que lo organizara".

"Ah y finalmente entendió todo, Hendley se había despedido de su carrera política para servir a su país de una forma que nunca sería reconocida, nunca recibiría recompensa. Caramba. ¿Tendría su propio padre cojones como para hacer algo así? "¿y si de alguna manera se ven envueltos en problemas…?"

"En una caja fuerte de mi abogado personal hay cien indultos presidenciales, los cuales cubren todos y cada uno de los actos ilegales que podrían haberse cometido en las fechas comprendidas entre aquellas que mi secretaria mecanografiará para llenar los espacios blancos, firmadas por tu padre una semana antes de dejar su cargo".

"¿Eso es legal?"

"Lo suficiente", replicó Hendley. "El Fiscal General de tu padre, Pat Martín, dijo que serviría, aunque si llegara a hacerse público sería dinamita".

"¿Dinamita? Más bien diría que caería como una bomba nuclear sobre el Capitolio", pensó Jack en voz alta. En realidad, se quedaba corto.

"Por eso aquí nos andamos con cuidado. No puedo incitar a la gente a hacer cosas que la pueden llevar a la cárcel".

"Nunca más les darían acceso al crédito".

"Veo que tienes el sentido del humor de tu padre".

"Bueno señor, es mi padre, ¿no? Lo transmite, igual que los ojos azules o el cabello negro".

Sus antecedentes académicos demostraban que tenía inteligencia. Hendley se dio cuenta de que tenía la misma naturaleza inquisitiva, la misma habilidad para separar lo accesorio de lo esencial. ¿Tenía las agallas de su padre…? Ojalá nunca llegara el momento de averiguado. Pero ni siquiera los mejores de sus hombres podían predecir el futuro, a no ser que se tratase de las fluctuaciones del mercado de cambios -y eso porque hacían trampa. Sólo había una actividad ilegal por la cual podía ser sancionado pero, no, eso nunca ocurriría ¿verdad?

"Bien, ya es hora de que conozcas a Rick Bell. Él y Jerry Rounds se encargan de los análisis".

"¿Los he conocido antes?"

"No. Tampoco tu padre. Ése es uno de los problemas de la comunidad de inteligencia. Creció demasiado. Hay demasiada gente… las organizaciones no hacen más que tropezar consigo mismas. Si uno tiene a los cien mejores jugadores profesionales de fútbol en un solo equipo, el equipo se auto destruirá por los enfrentamientos internos. Todo hombre nació con un ego, y cada uno de ellos es como un gato de cola larga en una habitación llena de mecedoras. Nadie se opone demasiado, porque nadie supone que las cosas deban ser muy eficaces en el gobierno. La gente se asustaría si fuera así. Por eso estamos aquí. Vamos. La oficina de Jerry está por aquí".

"¿Charlottesville?", preguntó Dominic. "Creí…

"Desde la época del director Hoover, el Buró ha tenido una casa segura aquí. Técnicamente, no le pertenece al FBI. Aquí guardamos los Archivos Grises".

"Ah". Había oído eso de un viejo instructor en la Academia. Los Archivos Grises -quienes no pertenecían al Buró ni siquiera conocían el término- eran, se suponía, los archivos de Hoover sobre figuras políticas, toda suerte de irregularidades personales, que los políticos coleccionaban como otros coleccionan sellos y monedas. Aunque supuestamente fueron destruidos cuando Hoover murió en 1972, en realidad se los trasladó a Charlottesville, Virginia, a una gran casa segura ubicada en la cima de una colina al otro lado del suave valle del Monticello de Tom Jefferson, sobre la universidad de Virginia. La vieja casa de plantación estaba construida sobre una amplia bodega que, durante los últimos cincuenta años había albergado algo más valioso que vinos. Era el más negro de los secretos del Buró y sólo lo conocía un puñado de personas, que no necesariamente incluía al director del FBI de turno, sino que era controlado por los más confiables agentes de carrera. Los legajos, al menos los políticos, jamás eran consultados. Por ejemplo, no era necesario revelar que a ese senador que comenzó su carrera bajo la presidencia de Truman le gustaban las menores de edad. Como sea, llevaba muerto mucho tiempo, y también su abortista. Pero el miedo a esos archivos, que, se suponía, eran constantemente actualizados, explicaba por qué rara vez el Congreso atacaba al FBI. Un archivista realmente bueno, ayudado por una memoria computarizada, podría haber deducido su existencia a partir de sutiles ausencias en los voluminosos archivos del Buró, pero se habría tratado de una hazaña hercúlea. Además, los secretos contenidos en los Archivos Blancos escondidos en una antigua mina de carbón de Virginia Occidental eran mucho más jugosos, habría dicho un historiador.