— O "Dinámica del Tiempo" — dije yo.
Ted frunció el ceño.
— Cada compañía de poca importancia de Massachusetts tiene la palabra "Dinámica" en su nombre.
¿Por qué no nos ponemos clásicos y buscamos raíces griegas? — sugirió Barney -. Eolo era el dios de los vientos. Podríamos bautizar la compañía con algo así como: — "Laboratorio de lnvestigación Eolo".
Meditamos en eso varios minutos. Por último Ted asintió.
— Aprobado.
Al día siguiente llamé a mi padre y efectué varias llamadas más en el transcurso de la semana. Quería que viniese a Thornton, en donde podríamos discutir de la idea directamente, con tío Lowell y tío Turner también en la reunión. Gruñó y parecía reacio. Finalmente conseguí que tía Louise le invitase a la celebración de mi cumpleaños. Entonces no le quedó escapatoria y aceptó venir.
La noche del viernes aquel se celebró una reunión familiar en Thornton. Pedí a Ted, Barney y Tuli que vinieran a la mañana siguiente. La noche del viernes era para el clan Thornton. Todos estaban muy tensos cuando llegó mi padre y aun éste parecía también bastante endurecido. La cena fue normal y educada, pero la conversación quedó reducida a tópicos prudentes… nada sobre el abuelo Thorn, o la decisión de mi padre de quedarse en Haway y construir su propia vida.
Después de cenar, en la gran sala de estar con la chimenea, lo bastante grande para meterse dentro, empezaron a hablar de los transportes por cohete.
— Ya sabéis — dijo mi padre -, que es la primera vez que he viajado en uno de ellos. Son estupendos. El vuelo fue maravilloso.
— Y con los cohetes — dije yo -, Hawai está tan cerca como Nueva Inglaterra de… bueno, de Nueva York.
— Cierto.
Mi padre se quedó mirando las llamas de la chimenea durante un largo rato.
— Habéis de saber — anunció -, que me alegro de haber vuelto. Tendré que venir con más frecuencia.
Tía Louise pareció extender la mano hacia él, aunque apenas se moviera físicamente.
— Es estupendo que hayas regresado, Richard.
La tensión no desapareció por completo, pero uno podía darse cuenta de que se había ablandado. Todo iría bien.
El mapa meteorológico de aquella noche mostraba un escarpado gradiente de presión cruzando Nueva Inglaterra, el lado subsiguiente a la célula de alta presión manteniendo a los cielos claro y brillantes. Ahora se alejaba y los vientos cálidos del suroeste entraban a chorro en la zona. Mañana muchos niños harían volar sus cometas.
Pero para el joven músico que cruzaba presuroso el recinto universitario aquella noche, el viento era una fuerza viva y salvaje, cálida y misteriosa, que agitaba los retoños verdes de los árboles y que suspiraban entre él y las estrellas. Era una emoción, una melodía que intentarla captar en el papel, un recuerdo que conservaría durante años.
El piloto de las líneas aéreas que llevaba a su reactor repleto de pasajeros hacia el aterrizaje, odiaba al viento y a sus ráfagas súbitas. Sabia que los pasajeros le echarían la culpa personalmente por cada salto y traqueteo.
La esposa del granjero, sentada junto el porche posterior, cerca de su adormilado marido, sonrió hacia el viento nocturno. Podría traer lluvia. La lluvia había sido escasa. La sequía empolvaba los campos, creando arrugas de preocupación en el rostro del hombre dormido.
Ted y Barney llegaron la mañana del sábado. Tuli se quedó en Cambridge para terminar algunas tareas universitarias. Les conduje a la biblioteca, en donde mi padre y sus hermanos ya se sentaban en torno a la larga mesa que cruzaba la habitación, a partir del viejo escritorio del abuelo.
Ted expuso sus ideas acerca del "Laboratorio de Investigaciones Eolo", mientras paseaba con firmeza desde la mesa hasta las grandes ventanas francesas. Cuando hubo terminado, se produjo un momento de silencio. Luego, tío Turner dio tranquilo:
— Está usted hablando de una empresa muy grande.
Hay un riesgo — asintió Lowell -. ¿Pero en que nueva aventura no hay riesgo? Podríamos conceder un presupuesto.
— Hasta que empecemos a tener beneficios — dije.
Tío Lowell soltó una carcajada.
— Adopta la actitud adecuada.
— Yo no les conozco a ustedes dos — dijo mi padre, pero necesito predicciones sobre el tiempo a largo plazo. Si pueden conseguirlo, pondré la tercera parte del dinero necesario para que empiecen.
— ¿De qué cantidad de dinero estamos hablando? Preguntó Turner -. Van a necesitar un edificio, personal, computadores, equipos de experimentos… y esto puede subir mucho.
— Tengo una lista del equipo y del personal técnico que me hace falta — dijo Ted, sacando del bolsillo un manojo de papeles -. Estuve trabajando en eso toda la semana.
Colocó la lista sobre la mesa y todos nos inclinamos para estudiarla.
Aquí no hay nada para personal de oficinas. Necesitará usted empleados, contables, servicio de compras, de mantenimiento.
Ted se encogió de hombros.
— Yo me encargaré de los problemas técnicos. La administración es otra cosa.
— Necesitaremos un hombre de primera categoría para que gobierne los aspectos comerciales del laboratorio.
Eso es importante, Ted.
— De acuerdo, pero ha de estar al corriente del trabajo técnico. No quiero tener a un chupatintas que diga al personal técnico cómo se trabaja en pro de la ciencia.
— Claro que no — asintió tío Lowell.
— Los buenos administradores son muy escasos — anunció mi padre.
— Quienquiera que sea, debe tener un conocimiento profundo de los propósitos del laboratorio — indicó tío Turner.
— Y preferiblemente gozar de una estrecha amistad con el personal técnico superior — añadió mi padre.
De pronto todos me estaban mirando.
— ¿Yo? ¿Dirigir el negocio? Pero, no puedo. No sé como… ¡No podría!.
— Si, podrías — dijo mi padre. Y lo harás.
VIII
INVESTIGACIONES EOLO
No discutí con mi padre; habría sido inútil. Y, a decir verdad, sentía curiosidad por ver si efectivamente podría dirigir nuestra pequeña empresa.
Acabamos la conferencia accediendo mis tíos y mi padre a financiar un año de trabajo de "Investigaciones Eolo". Al disolverse la reunión y marcharse los demás de la biblioteca, mi padre me contuvo.
— Quiero decirte algo, Jeremy.
Avanzó despacio hasta el viejo escritorio. Al quedar ahí, enmarcado por las grandes ventanas, me asombré viendo lo mucho que se parecía al abuelo. No me había dado cuenta antes de ese detalle.
— Jeremy, vas a dirigir tu propio equipo durante una temporada. Te deseo todos los éxitos del mundo, pero… con franqueza, creo que tu laboratorio se hundirá antes de que termine el año.
— ¿Qué quieres decir? Nosotros…
— Escúchame — continuó, levantando las manos para cortar mis palabras -. Tus tíos y yo financiaremos vuestro trabajo durante un año y emplearemos las predicciones a largo plazo. ¿Pero qué te imaginas que ocurrirá durante ese año?
Encogiéndome de hombros, contesté.
— Tendremos que aprender como proporcionar predicciones a largo plazo obteniendo un beneficio.
Me obsequió con la clase de mirada indulgente que guardan los padres para los niños traviesos.
— Escúchame, tu amigo Marrett va a verse tan empapado de dinero como un elefante que se bebiera toda una bañera. Ya sabes que este asunto de las predicciones a largo plazo es cosa vieja en él. No le interesa convertirlo en un negocio… sólo significa un fin en su vida. Quiere investigar… investigaciones caras para controlar el tiempo. Por cada dólar que Thornton te proporcione, él gastará seis. Cuando dejemos de pagar las facturas, os arruinaréis en menos de un mes.