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Llevé a Barney a su apartamento.

— Me intriga esta idea — dijo -. Tiene más valor de publicidad que de ciencia.

— ¿A qué te refieres?

— A acabar con las perturbaciones tropicales… se trata de una fuerza bruta. Es sólo lo que Ted ideó para dejar que el doctor Weis empiece un proyecto civil sobre el control del tiempo, en lugar de permitir que el comandante Vincent consiga poner en marcha su proyecto militar. ¿Así se escribe la historia? ¿Preparando proyectos de ensueño?

— No contesté. La historia la hacen los hombres y las mujeres en particular que realizan hechos. A veces tienen razón y otras se equivocan. Pero son los hechos los que constituyen la historia.

* * *

Los bancos de nieve se amontonaren altos en las ciudades y tomaren un color parduzco y se pudrieron, hasta que la nieve reciente volvió a blanquearlos. La primera semana de enero dio unos días de calor temporal, pero luego las masas de aire del norte, las altas presiones, entraron en silencio en Nueva Inglaterra. Señalado sólo por una breve nevada, el Anticiclón del norte era apenas más frío que el aire que desplazó. Pero era seco y sin nubes, denso e inmóvil. Aquella noche las estrellas contemplaron un panorama medie congelado mientras que el calor del día se irradiaba del suelo y se alejaba perdiéndose en el espacio, obligando a los termómetros a bajar por debajo de cero. Al llegar la mañana había hielo en donde surgiera escarcha el día anterior y la gente, que sonrió al pensar en la venida de la próxima primavera, sacudió la cabeza y se dio prisa en volver a reaprevisionarse para combatir las nieves.

* * *

Ted era como un tigre enjaulado cuando empezaron las sesiones del Congreso. El doctor Weis había aceptado la idea de acabar con los huracanes sin demasiados comentarios, apenas diciendo que "la haré revisar por mis comités-consejeros". Mientras, él y Jim Dennis aconsejaron a Ted previniéndole que no se preséntase en las sesiones.

— La mayor parte de los miembros del comité — nos dijo Jim — se mostrarían recelosos ante un joven y brillante genio. Resulta difícil admitir que alguien que es más joven que uno mismo, pueda ser mucho más listo.

Ted aceptó de mala gana, pero yo decidí vigilarlo con atención y solicité la ayuda de Barney y Tuli.

Las sesiones del Comité empezaron con el comandante Vincent y su personal explicando la necesidad de un proyecto de control del tiempo militar. La prensa les dio una tremenda publicidad y las sesiones aparecieron cada mañana en televisión. Mientras, el doctor Weiss dio la noticia de que la idea de acabar con los huracanes habla recibido el visto bueno de sus consejeros con las notas más favorables. Sugirió que el doctor Barneveldt atestiguara ante el Comité Congresional sobre el asunto. Y así Ted no tuvo más remedio que instruir brevemente al doctor Barneveldt sobre THUNDER ("TRUENO").

Es un misterio quién bautizó la idea con el nombre de THUNDER, un misterio que probablemente jamás resolveremos. Alguien, en el laberinto de personas de Washington, metido en los comités, tuvo la gran idea; esas palabras eran las letras. Iniciales de "Threatening Hurricane Neutralization, Destruction and Recording" (Destrucción, Neutralización y Registro de la Amenaza de los Huracanes). Ted murmuró algo ininteligible cuando oyó ese título por primera vez, pero "Proyecto THUNDER" se convirtió en el nombre oficial.

El día en que estaba señalado para la aparición del doctor Rossman ante el Comité, por casualidad, Tuli y yo visitamos a Ted en su cubil de Climatología. Y fue una suerte.

Barney vino para ver la sesión en el televisor de Ted. El doctor Rossman, con expresión amarga e infeliz, prefirió estar de acuerdo con el comandante Vincent en toda la línea. Las necesidades militares para el control del tiempo eran en extremo importantes, dijo. Posiblemente tan importantes como la necesidad militar de poseer proyectiles dirigidos y estaciones espaciales. La División de Climatología, dijo con la máxima claridad, estaba dispuesta a satisfacer los deseos del Pentágono.

Ted se alzó de su silla como si fuese a destrozar el televisor.

— ¡Se ha vendido! ¡Se imaginó que Weiss no puede vencer al Pentágono, así que se alinea con Vincent.

— No, espera, Ted. Quizá…

— ¡Sabe que me opongo al juego militar — exclamó Ted furioso — Trata de desembarazarse de mi respaldándoles!

Nada pudimos hacer por calmarle. Tuvimos la suerte de impedir que saltase al próximo tren subterráneo y se presentara en el local donde se celebraba la sesión del Comité, esgrimiendo una espada llameante.

Aquella noche nos llevamos a Ted a cenar y nos quedamos con él hasta bien entrada la madrugada. El doctor Barneveldt debía aparecer ante el Comité al día siguiente y esto fue lo único que consiguió calmarle. Pasó una hora en el teléfono conversando con el doctor Barneveldt, que estaba en su habitación de Washington, dándole instrucciones de última hora sobre el Proyecto THUNDER.

Tul se fue derecho a Climatología con Ted, al día siguiente, y se aseguró de llegar a tiempo para la teleemisión de la sesión.

Incluso en la pantallita del televisor portátil se podía advertir que el doctor Barneveldt impresionaba sin duda a los miembros del Comité. Su Premio Nobel le habla servido de tarjeta de presentación, y cuando se sentó ante la mesa de los testigos, teniendo delante una batería de micrófonos, era la idea misma que los congresistas tenían de un científico. Pareció advertirle, porque representó su papel con la máxima eficacia.

Después de asentir en que las aplicaciones militares del control del tiempo eran importantísimas, el doctor Barneveldt continuó diciendo:

— Pero también son igualmente importantes… no, mucho más… las necesidades de este nuevo conocimiento en tiempos de paz, para el mundo civil. Seria una lástima que las necesidades a corto plazo de los militares oscureciesen los beneficios a largo alcance que puede producir a la humanidad el control del tiempo. Si el hombre logra controlar el tiempo meteorológico, podrá incluso impedir que se produzcan causas de guerra. La pobreza, la enfermedad, el hambre… todas estas cosas quedan inmensamente influenciadas por el clima y el tiempo. Imagínense un mundo en donde no falte el agua, en donde las cosechas florezcan cada año, en donde las inundaciones desastrosas y las tormentas sean cosa del pa…

Jim Oennis, desde su asiento en la mesa de los miembros del Comité, se inclinó para preguntar:

— ¿Puede hacerse eso ahora?

El doctor Barneveldt dudó dramáticamente. Parecía estar disfrutando de la atención de las cámaras de televisión.

— Es posible comenzar a trabajar hacia esa meta. Algunos de mis colegas, de la División de Climatología y en otras partes, por ejemplo, han evolucionado una técnica que posiblemente podría impedir que los huracanes amenazasen nuestras costas…

El resto se perdió en la estampida de los periodistas hacia los teléfonos. Al caer la tarde el Proyecto THUNDER era la máxima noticia científica desde los aterrizajes en la Luna. Pero se trataba de una historia de Washington: el doctor Weis y el doctor Barneveldt eran los "expertos". Ted y el resto de nosotros nos quedamos en Boston, agradecidos por excepción de que Rossman nos hubiese mantenido fuera de la mirada del público.

Las audiencias del Comité de Ciencia siguieron durante semanas, pero resultó claro que el Proyecto THUNDER había alcanzado por lo menos una posición igual al plan del comandante Vincent para un programa militar de control del tiempo. La mayor parte de los congresistas mostró pruebas de que quería ambas cosas: el proyecto militar y el civil.