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— ¿Se encuentra por aquí? Me gustaría hablar con él.

— Por la mañana está en el MIT Contestó Barney -. Generalmente le vemos a la hora del almuerzo.

Consulté mi reloj de pulsera. Era casi mediodía.

— ¿Dónde comen ustedes?

— Hay una cafetería en el edificio. ¿Querría acompañarme?

— Si a usted no le importa…

— Le prevengo — dijo ella muy seria -, que de ordinario sólo se oyen chismorreos.

— Si el chismorreo se refiere al control del tiempo, quiero escucharlo.

III

AERODINAMICA, MAS AGUA

La cafetería de la División de Climatología era grande, muy atestada y ruidosa y terriblemente deprimente. Las paredes estaban pintadas de un gris muerto y los pocos intentos que alguien había hecho de decorarías desaparecieron tiempo atrás. Torrentes de personas cruzaron las líneas de entrada y atestaban las desnudas mesas de plástico. Prácticamente no había verdadera comida; sólo alimentos sintéticos y concentrados. Nada apetitoso, aunque Barney parecía bastante complacida por la selección.

— ¿No tiene usted hambre? — me preguntó mientras buscábamos una mesa libre.

Tenía la bandeja casi vacía.

— Yo… ejem, me imagino que estoy acostumbrado a la comida isleña — mentí con torpeza.

— Hay mejores restaurantes en las ciudades próximas y en Boston, claro. Pero son muy caros.

— La verdadera comida vale todo el dinero que cuesta dije.

Me dirigió una mirada divertida.

Para cuando encontramos una mesa y nos sentamos, había llegado Ted.

— A Ted le acompaña Tuli Noyon — me dijo Barney mientras ellos tomaban unas bandejas y empezaban a abrirse paso por la cola de comensales -. Tuli es de Mongolia. Ted le conoció en el MIT y le ha conseguido un empleo aquí en sus horas libres. Es un cineticista químico.

— ¿Un qué?

— Cineticista químico — repitió ella -. Tuli está trabajando con mi tío en un nuevo catalizador químico que puede cambiar el equilibrio energético de una masa de aire.

— Oh, ¿algo así como sembrar nubes?

— Parecido.

Tul tenía una construcción recia que disfrazaba su altura; pero vi que era casi tan alto como Ted. Su rostro era oval, de piel oscura y llano de rasgos… más parecido a un esquimal que a cualquier oriental que yo hubiese visto antes.

Cuando los dos hombres cruzaron las atestadas mesas hacia nosotros, advertí que estaban enfrascados en una conversación en la que Ted llevaba la batuta. Balanceaba una bandeja muy cargada con una mano y gesticulaba ampliamente con la otra. Tuli asentía, con su rostro redondo casi inexpresivo.

Me levanté cuando colocaron sus bandejas en nuestra mesa. Ted saludó a Barney con la cabeza y a mí sin perder el paso en su conversación.

— Así que Gustafson accedió a dejarme utilizar el computador MIT en el turno desde la medianoche hasta las cuatro, si puede conseguir que alguien lo programe. Ahí es donde tú intervendrás, Barney.

Tuli, que había permanecido en pie, me dijo:

— Soy Tuli Noyon, amigo y socio de esta máquina parlante pelirroja.

Solté la carcajada.

— Me llamo Jerry Thorn — nos estrechamos las manos y él, se sentó.

— De modo que me olvidé presentarles — murmuró Ted, ya escarbando en su comida -. Hay cosas más importantes en mi cerebro. Barney, tienes que buscar algo de tiempo para programar en mi beneficio la máquina MIT. Quizá también obtener de contrabando un poquito de tiempo en el computador de aquí. Se trata de una buena causa — añadió.

— Siempre es para una buena causa — pero ella le sonreía.

— Ted casi me ha convencido — dijo Tuli — de que puede efectuar predicciones del tiempo exactas con dos o tres semanas de anticipación.

— ¿Utilizando las ecuaciones de turbulencia? — preguntó Barney.

Ted asintió hacia la muchacha mientras tragaba un pedazo de carne de imitación.

¿Serán sus predicciones quincenales mejores que las predicciones para un mes del Departamento Meteorológico? pregunté.

Tragó con fuerza.

— ¿Mejores? No hay comparación, amigo. Esa hoja de ensueños mensual que emite Rossman es sólo un vistazo general a las tendencias regionales… Temperatura, lluvias para regiones como Nueva Inglaterra o el Suroeste. Alcanza un setenta y cinco por cien de seguridad en la temperatura y menos de un cincuenta en la precipitación. Es despreciable.

¿Y sus predicciones?

— Más del noventa y cinco por ciento de seguridad.

¡Y con exactitud matemática! Con un poco de trabajo, podría decirle a usted qué trozo de la calle se mojará en un chaparrón. Incluso usted podría ajustar su reloj guiado por estas predicciones.

— Quizás eso sea un poco de exageración — dijo Tuli -, y aunque las predicciones mensuales que tenemos son muy vagas, el Departamento ofrece predicciones para tres días… emitidas para diversos centros locales… que generalmente alcanzan un noventa por cien de exactitud.

— No exagero — insistió Ted -. E incluso las mejores predicciones que emite el Departamento, sólo dan cálculos generales sobre la temperatura, el viento y los totales de precipitación. Escuchen, he visto a individuos programar cuentos de viejas en los computadores… ya sabe usted. "cielo rojo por la mañana, el marino debe tener cuidado", esa clase de género. Era tan seguro como las predicciones diarias del Departamento. Se lo digo de veras! Pero yo voy a efectuar predicciones exactas. Hasta el grado de kilómetros por hora de velocidad del viento y décimas de milímetro de precipitación.

— Eso será muy impresionante — dijo Tuli -, si resulta.

— Está bien, Confucio dubitativo; hice un cálculo manual para Boston con respecto al resto de la semana. Si resulta bien, iremos a la máquina y pasaremos toda una semana para ampliarlo hasta los Estados Unidos Continentales.

— Es un humilde principio — comentó Tuli, con el rostro serio -. ¿Por qué no predecir todo el verano para el mundo en general?

Ted le miró.

— Quizá la semana que viene.

— Advierto que no podré dormir mucho entre hoy y el lunes contestó Barney.

Ni probablemente el resto de la semana que viene — le contestó, animoso, Ted -. Quiero efectuar la predicción climatológica para los próximos tres meses.

Habló Tuli: cuando por último consigas tu diploma, deberías cempartirlo con Barney.

— La he amenazado con casarme con ella; si no la asusta eso, no tendrá miedo de nada.

Barney quedó callada y la conversación pareció estacionarse.

— ¿Puedo hacer una pregunta?

Seguro, Jerry.

— Usted habló sobre predicciones del tiempo y predicciones climatológicas. ¿En qué se diferencian?

Ted se tomó lo último que le quedaba de su concentrado de proteína; luego dijo:

— ¿Qué hicieron los Red Sox anoche?

— ¿Eh?

Ganaron, cuatro a cero — contestó a su propia pregunta.

— Pero ¿qué tiene eso que ver con…?

Me hizo callar con un gesto.

Anteanoche también ganaron, seis a cinco. Pero el lunes recibieron una paliza, ocho a uno.

— Un deporte muy bárbaro — murmuró Tuli -. Jamás sustituirá al Tiro con Arco.

— Cada juego individual — continuó Ted, ignorándole -,es como el tiempo de un día.

— Querrá decir que cada cual es diferente.

— Claro. Una exclusión, un fallo, un partido duro, una fuga… todo son lances del juego, que se realizan bajo las mismas reglas. Pero no hay dos partidos exactamente iguales. ¿De acuerdo?

Asentí.

— ¿Y ahora dónde se encuentran los Sox en la clasificación? Los cuartos, ¿verdad? A dos puntos de Seattle. En comparación… ése es el clima de la temporada. El año pasado ocupaban el sexto lugar, a diecisiete puntos de los que ganaron la copa.