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– Pero, ¿qué hay del dolor de cabeza de James?

– Calla, Corrie -dijo él, y cerró los ojos contra el campo de batalla que ahora estaba reuniendo cañones en su recámara.

– James -dijo Juliette, su voz dulce y clara, todo su ser concentrado en él, -te ves espléndido. Juro que te ves casi listo para bailar. Estoy tan aliviada. Estaba tan terriblemente preocupada cuando desapareciste. Nadie podía explicarlo. Entonces, por supuesto, alguien comentó que la señorita Tybourne-Barrett también había desaparecido. No fue ni cerca tan comentado como tu desaparición, está de más decir, y qué extraño fue que los dos regresaran a Londres juntos.

Una profunda garganta masculina se aclaró en el umbral. El mismísimo conde Northcliffe dijo:

– Damas, estoy aquí para invitarlas a bajar a tomar el té y unas excelentes tortas con semillas de limón de la cocinera. Corrie, te unirás a nosotros cuando hayas terminado de lavar la frente de James. ¿Damas?

Salvado por su padre.

No había elección. Juliette miró con añoranza a James, cuyos ojos estaban cerrados por el momento, ofreció a Corrie una mirada como para quemarle las cejas, y luego se volvió para seguir al conde fuera de la recámara.

– Ella tiene razón, Corrie -dijo él, con los ojos cerrados.

– ¿Con que tu desaparición fue más comentada que la mía? Bueno, eso seguramente sea cierto. ¿Quién se preocuparía por mí además de la tía Maybella y el tío Simon? Es bastante probable que tío Simon ni siquiera lo haya notado a menos que haya querido que le sostenga una hoja para poder pegarla. -Eso era bastante cierto, y enfurecía mucho a James, por alguna razón que no quería evaluar. -Me dijo esta mañana que había encontrado una hoja no identificable allí, inadvertida al costado de uno de los senderos en Hyde Park. Estaba bastante emocionado por eso, decidido a encontrar la planta de la cual se había desprendido, y pudo disfrutar de su emoción sin comentarios de la tía Maybella porque yo estaba nuevamente en casa, sana y salva. Naturalmente, Jason me extrañó. Y tal vez Willicombe. Cómo desearía que Buxted estuviera aquí. Recuerdas a Buxted, nuestro mayordomo en Twyley Grange, ¿verdad, James?

– Por supuesto. Lo conozco desde que nací.

– Buxted siempre estaba ayudándome a entrar y salir, nunca me regañó. Sí me advirtió acerca de Londres, aunque hasta donde sé jamás estuvo aquí.

– ¿Qué te dijo?

– Dijo que la perversidad estaba absolutamente bien dentro de los confines del campo, pero si uno agita la perversidad en una olla del tamaño de Londres, los ojos del buen Señor se ponen bizcos. Buxted tenía razón, ¿cierto?

– Sí.

– Oh, mírate. Estás todo alterado. No te muevas, James, mantente relajado y con los ojos cerrados. ¿Está mejor tu dolor de cabeza?

Él suspiró profundo.

– ¿Tu tío o tía hablaron contigo ayer, o esta mañana?

– Desde luego. Tía Maybella quería cada detalle y tío Simon parecía estar escuchando, al menos la mayor parte del tiempo. Seguían discutiendo esta mañana, hasta que estuve lista para gritar. Fue entonces cuando les dije que tenía que venir a verte.

Ella se quedó callada un momento, frunciendo el ceño a la almohada junto a la cabeza de James.

– ¿Qué?

– Bueno, tío Simon empezó a sacudir la cabeza, sólo sacudir, sacudir, sacudir; pero no dijo nada hasta que casi estuve preparada para salir. Entonces me miró, volvió a sacudir la cabeza y dijo: “Perseguida como una rata. ¡Já!” Y entonces se rió un poquito, y se veía desconcertado, algo que hace bastante bien. Siempre se ve tan apuesto cuando hace eso, que incluso aunque tía Maybella esté ansiosa por darle una bofetada, inmediatamente quiere acariciarlo. ¿No es extraño? ¿Quieres más agua? ¿Té? ¿El orinal?

– Corrie.

Ella se detuvo, lo miró directo a los ojos.

– ¿Sí?

Él simplemente la miró un largo rato, y luego dijo, con su voz lenta y profunda:

– Mi padre me dijo que eres una heredera.

Ella no dejó que la afectara.

– ¿Heredera? ¿Qué quiere decir eso, James? Oh, comprendo. Mis padres me dejaron un poco de dinero para asegurarse de que lograría un matrimonio respetable. Eso es bondadoso de su parte.

– Es bastante más que un poco. Eres una heredera, Corrie, y tal vez una de las jóvenes damas más ricas en Inglaterra. Tu padre fue evidentemente sagaz con sus finanzas, y eras su única hija. Tu tío Simon ha protegido bien tu fortuna.

– Eso será porque simplemente lo olvidó -dijo ella, sin prestar atención realmente a James, mirando la encantadora alfombra turca en el suelo junto a la cama.

James vio la comprensión golpearla de lleno en medio de los ojos, vio los ojos entrecerrados, los labios cerrados, y entonces la explosión. Ella bajó de un salto de la cama, con las manos en las caderas, un lindo toque. Su voz era mucho más furiosa por su serenidad, él siempre había admirado el modo en que hacía eso.

– Me gustaría saber, James Sherbrooke, cómo sabía tu padre acerca de esta fortuna mía y sin embargo yo, la persona a quien esta supuesta fortuna pertenece, no sabía una bendita cosa. Y, ¿por qué diablos le contaría a ustedes, precisamente? ¡No tienen nada que ver con nada! -Su voz se elevó un poquito, para poner énfasis. -Esto es absurdo, James, y creo que me enfurece bastante. Si soy una maldita heredera, entonces ¿por qué tío Simon no se molestó en informármelo?

Pateó el suelo. James nunca antes la había visto hacer eso. Ahora era su turno de aguijonearla.

– Sólo mírate, pataleando como una niña a la que se le niega un dulce. Madura, Corrie. Las damas jóvenes no necesitan saber sobre finanzas. No es un tema que se atenga a sus habilidades.

Ella volvió a patalear.

– ¡Eso es ridículo y lo sabes, James Sherbrooke! ¿Las finanzas no se atienen mis habilidades? ¡He trabajado durante al menos cuatro años con el hombre de negocios de tío Simon! ¡Sé todo sobre sus condenadas finanzas! ¿Por qué nadie se molestó en mencionarme las mías?

James se dio cuenta de que echar leña al fuego no le daría lo que él tenía que tener, y eso era el consentimiento de Corrie. No importaba que no lo quisiera, tenía que tenerlo, no había opción. Un poco de conciliación, pensó.

– Bueno, tal vez podrías tener un buen punto, pero eso no tiene nada que ver. Mi padre me lo contó porque quería que mantuviera los ojos abiertos aquí en Londres, para deshacerme de los caza-fortunas si veía alguno husmeando a tu alrededor. Mi padre dice que cuando hay dinero involucrado, no hay secretos. Tiene razón. Era cuestión de tiempo antes de que los rumores de tu riqueza personal se filtraran, y créeme, Corrie, hubieras sido asediada.

Corrie, que rara vez se enojaba porque le caía mal, se obligó a tranquilizarse.

– Bueno, esos rumores no pueden conocerse aún, porque ni siquiera yo lo sabía.

Él entregó sin problemas una discreta salvación.

– Y quizá los rumores no se revelarán en cualquier caso. -La miró por debajo de las pestañas, pero ella estaba golpeteando con el pie, inconsciente de lo que él había dicho tan bien. James suspiró y se miró las manos, sujetas sobre las mantas. Dijo sin levantar la mirada: -Hay muchos hombres rapaces a la caza en Londres, nunca olvides eso, Corrie.

Corrie le arrojó el pañuelo sobre el rostro y empezó a pasearse frente a la cama.

– Aunque ya no estoy gritando, sigo muy disgustada por esto, James.

– Lo entiendo, pero tienes que admitir que la razón de mi padre para contármelo es sensata. Mi padre también me dijo, riendo a carcajadas, lo que tu tío Simon había dicho antes de sacar el tema de tu herencia.

– ¿Y qué fue eso exactamente, podrías decirme?

– Ya lo oíste esta mañana. “Será perseguida como una rata.”

Eso la hizo detener de golpe.

– ¿Tío Simon dijo eso?

– Sí. Estaba preocupado por tu, eh, falta de experiencia en las perversas costumbres de Londres, no por mucho tiempo, naturalmente, ya que tenía un nuevo diario científico que acababa de llegar en el correo.