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– Perseguida como una rata. Qué imagen trae eso a la mente. -Corrie empezó a reír. -Perseguida como una rata -exclamó, y se agarró la barriga de tanto que reía.

– Tiene un cierto efecto -dijo James. -Mi padre también se rió a carcajadas.

Ella seguía riendo mientras caminaba hacia la puerta. Le dijo por encima del hombro, ahora hipando:

– Dime, James, si las finanzas no se atienen a mis escasas habilidades femeninas, entonces ¿qué lo hace?

Él dijo, con voz profunda y sonora:

– Hubieses sido el parfait gentil caballero.

Eso la derritió. Su rostro se sonrojó con un encantador color. Corrie abrió la boca y luego la cerró. Casi corrió hasta la puerta, le regaló una enorme sonrisa y lo saludó con la mano.

– Deberías descansar ahora, James. Te veré mañana, eso es si no te importa que venga a visitarte sin una escolta de veinte jóvenes musculosos que me protejan de ti y de todos los chismes -y se rió un poco más, la bruja, y desapareció.

James podía oírla silbando. Lo había dejado antes de que hubiera dicho lo que tenía que decir.

Maldijo a la habitación vacía. Pero no por mucho, porque la partida de Corrie significaba el regreso de Juliette. Su padre lo miró y lo dejó librado a su destino, que incluía a la madre de Juliette.

James deseaba que Petrie entrara y volviera a afeitarlo.

CAPÍTULO 22

Corrie llegó a la casa de ciudad Sherbrooke la mañana siguiente para que Willicombe le dijera que Su Señoría más joven estaba en el estudio, haciendo un poco de trabajo para reagudizar su cerebro.

– Él no necesita papeles para agudizar su cerebro, necesita una buena discusión -dijo Corrie, y despidió a Willicombe con la mano cuando él iba a anunciarla.

Abrió la puerta silenciosamente para ver a James sentado al escritorio de su padre, con un trozo de papel en la mano derecha, una lapicera en la mano izquierda, la cabeza apoyada en el escritorio. Estaba profundamente dormido.

Iba a salir de la habitación cuando él se despertó de golpe, se quedó mirándola fijamente y dijo:

– Ya era hora de que llegaras.

– ¿Por qué no estás acostado? -Él se estiró, se levantó, volvió a estirarse y luego bostezó. -Has perdido peso, James. Hablaré con tu madre acerca de esto.

Los brazos de él cayeron al costado.

– No te preocupes. Mi madre está metiendo comida por mi garganta a cada hora. Tú también perdiste peso. ¿Dónde has estado?

– Me encontré por casualidad con Judith McCrae, ya sabes, la muchacha que está muy interesada en Jason, si no adivino mal. Por supuesto, cada muchacha en Londres está interesada tanto en ti como en Jason, pero ella parece diferente, más adecuada para él, quizás.

Lo que fuera que significara eso. James dijo:

– Es la sobrina de lady Arbuckle. ¿Cómo te encontraste con ella?

– Estaba saliendo de una sombrerería con lady Arbuckle. Estaban teniendo una discusión muy intensa, pero cuando Judith me vio, era todo sonrisas. No creo que lady Arbuckle estuviera contenta de verme. Supongo que Judith sabe que soy una amiga de la infancia y por lo tanto alguien a ser tratada.

– Jason no ha hablado mucho de ella últimamente.

– No me extraña, porque su hermano desapareció y bien podría haber sido asesinado.

– Creo que ella también le gusta bastante. Ahora que ve que estoy bien otra vez, retomará su curso con ella.

– Me pregunto qué curso será ese. ¿Estaba Juliette acampando fuera en la sala de dibujo cuando despertaste esta mañana?

– Bueno, ella y su madre vinieron de visita no mucho después del desayuno. Yo estaba acostado. -James hizo una pose muy ligera, ya que seguía demasiado débil como para aguijonearla a su nivel habitual. -Sabes, creo que ella disfrutó de mi compañía, su madre se sentó cómodamente en el rincón, mirando benévolamente el retablo.

– ¿Y supongo que tú no disfrutaste de toda esa excesiva atención? ¿Todos los arrullos? ¿Pasó su palma por tu pobre frente?

– No puedo recordar un solo arrullo, excepto tal vez de su madre.

– Bueno, sí, eso tiene sentido. Eres el heredero, después de todo. Sabes, James, realmente no puedo imaginar que quisiera casarse contigo.

– ¿Por qué no?

– Juliette está muy correctamente consciente de su propia belleza. El problema es que eres más hermoso que ella. Sólo imagínalo, ustedes dos podrían estar mirándose al espejo y ella obtendría un escaso segundo lugar. No puedo verla tolerando eso.

James se pasó los dedos por el cabello, poniéndolo de punta.

– Maldito infierno, ya he permitido que me distraigas. Abres la boca y olvido adónde iba. Ahora, cállate y siéntate, Corrie. Tengo algo que decirte. -Él comenzó a caminar hacia ella, para imponerse encima suyo, para intimidarla un poco, cuando sintió una oleada de mare y volvió a sentarse rápidamente en la silla de su padre. Se aclaró la garganta y se echó adelante. -Jason me dijo que te vio cabalgando en el parque con Devlin Monroe.

Ella se sentó, desplegando la encantadora falda verde pálido de su vestido sobre los almohadones a su lado. Cruzó las piernas y empezó a mover el pie. Echó un vistazo a sus adorables zapatillas. Hacían que sus pies se vieran verdaderamente pequeños; y nada de tacones. Podía correr y saltar con estas adorables zapatillas. Examinó la uña de su dedo pulgar, silbó una cancioncita, esperando que James explotara. Había conocido las señales desde que él tenía quince y había estado tan furioso con su hermano que había estampado su puño a través de una pared del establo. Ahora que lo evaluaba, Corrie se dio cuenta de que no lo había visto perder el control en un largo tiempo; de hecho, no desde que se había convertido en un hombre. Era más razonable ahora y…

– Corrie, ¿podrías, por favor, prestarme atención?

Ella levantó la mirada y le sonrió.

– Estaba alabando mis zapatillas. Podrían perseguir a Augie y sus cohortes. ¿No son encantadoras?

En realidad lo eran, pero James dijo:

– Presta atención. ¿Por qué diablos estabas con Devlin Monroe? Te dije que te mantuvieras alejada de él.

– ¿Era de esto que deseabas hablarme? ¿Lo que está mal con Devlin? Seguramente él no es uno de esos caza-fortunas que me perseguirían como a una rata. Bueno, es heredero de un ducado.

– Bien, sí, pero es el propio Devlin quien es el problema. No es el tipo de hombre que quieres tan cerca tuyo, Corrie.

– Bueno, no se ha acercado tanto. Aún.

– Muy bien. Me obligas a ser franco aquí. Él tiene amantes… no una, sino varias, y le gusta compararlas, y anunciar los resultados en su club, que resulta ser también mi club.

– Cielos. -Ella se inclinó hacia delante, los ojos encendidos con curiosidad. -Esa es la cosa más extraña que haya oído jamás. ¿Qué quieres decir con “comparaciones”? ¿Como que una muchacha tiene ojos azules y la otra ojos marrones?

– Eso no te interesa.

– Tal vez esta muchacha usa sus vestidos con mucho escote y aquella…

– Calla.

– ¿Sabes de alguna dama que tenga varios señores?

Él apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula.

– No hay una versión masculina de la amante. -James sacudió la cabeza. -Maldición, las damas pueden tener amantes, y sí, entiendo que algunas damas tienen una sucesión de amantes. Pero los amantes son un asunto diferente de las amantes. Devlin ha llegado a tener tres amantes al mismo tiempo. ¡Tres!

Corrie se levantó, sacó una rosa de un jarrón, la olió y dijo:

– Suena como si estuvieras celoso.

– No, estoy horrorizado. -Ella levantó las cejas mientras lo miraba atentamente. -Bueno, tal vez un poquito celoso, pero eso no tiene nada que ver. Tres amantes es más que un exceso, Corrie, es despilfarrador, y sería inmoral si él estuviera casado.