Estaba desnudo.
– James -dijo ella, bajó la mirada por su cuerpo y tragó saliva. -Este es un regalo encantador, pero tal vez tu madre podría entrar y, ¿qué pensaría? Soy una jovencita inocente y aquí estás, completamente desnudo, y tan adorable que estoy a punto de empezar a cantar. Y esa parte masculina tuya de la que no debería saber nada está cobrando estatura, James. Se está volviendo bastante alarmante.
Él maldijo, ella tenía razón; parecía que cuando se enojaba con ella se ponía más duro que el poste de la cama. O tal vez era que cada vez que hacía un comentario sobre sus senos, se ponía más duro que… Fue a zancadas hasta su cama y tomó su bata. Se la puso con un movimiento de hombros, ató el cinto en su cintura y regresó hacia Corrie. La tomó de los hombros con sus grandes manos.
– Desgarré tu vestido. Lo lamento.
– No, no lo lamentas. Debes estar sintiéndote mucho mejor. Saliste rugiendo de esa cama, preparado para arrojarme por la ventana.
– No, sólo quería cubrirte para no tener que quedarme allí en la cama y babear.
Ella parpadeó.
– ¿Mirarme te haría babear, James? No me estás mintiendo, ¿verdad?
– No, maldita sea, no estoy mintiendo. Ahora mírate, tu manga derecha está colgando y tu vestido sigue tan bajo que me hace desear aullarle a la luna.
– Hmm, debo preguntarle a Devlin si los vampiros pueden aullarle al sol.
James apretó los dientes.
– No vuelvas a hablarme de Devlin Monroe. ¿Me comprendes, Corrie? Ahora, confío en que tu irrupción sea para informarme de tu decisión de casarte conmigo.
– Vine a decirte que mis tíos ya están planeando nuestra boda, al menos hasta que les dije que no iba a permitir que te sacrificaras. Les dije que iba a casarme con alguien más, alguien que realmente me quiera.
– ¡No digas su maldito nombre!
– Muy bien. Él vino a visitarme esta mañana. Resulta que Jason lo encontró en su club anoche y le dijo que casarse conmigo acabaría con él. ¿Puedes creer que Jason le dijo que yo lo mataría si mantenía a sus amantes? Que realmente lo mataría, eso es lo que Jason le dijo. También dijo que como me conocía desde los tres años, sabía de lo que yo era capaz. Le preguntó a Devlin… ups, no quise decir su nombre, si estaría dispuesto a andar por el sendero de la fidelidad hasta abandonar este mundo. Devlin dijo que se rió cuando Jason le preguntó eso. Entonces me preguntó si realmente lo mataría su fuera infiel.
– ¿Y qué le dijiste?
– Le dije que lo mataría más muerto que la trucha para la cena.
– ¿Y qué dijo él a eso?
– Se rió un poco más, y entonces me dijo que no conocía a ningún caballero que pudiera casarse y estar a salvo conmigo, dada mi postura frente a la fidelidad, pese a todo mi dinero, a menos que el caballero estuviese tambaleándose en bancarrota, y que el buen Señor sabía que un caballero así prometería absolutamente cualquier cosa para obtener lo que deseaba, incluyendo… horror de horrores, la fidelidad. Volvió a reír, me dijo que cuando se trataba de eso, hasta la promesa de asesinato no impediría que un hombre prometiera algo y luego hiciera lo que quería. Que así era la vida. No está bien, James, simplemente no está bien.
– Mi padre nunca ha traicionado la confianza de mi madre, ni ella la de él.
– Supongo que eso también es cierto para tía Maybella y tío Simon. No creo que sea particularmente debido a la fortaleza de tío Simon en los asuntos de la carne. Creo que le quitaría demasiado tiempo a sus estudios de hojas. ¿Qué crees?
– No puedo creer que me hayas sacado por esta ridícula tangente. ¿Te casarás conmigo, Corrie?
– No.
– ¿Por qué diablos no?
– Nunca me casaré con un hombre que no me ame.
– ¿Estás diciendo que te casarías con Devlin si él jurara serte fiel? -Ella pareció pensarlo. James quería estrangularla. -¡Dirás que no, maldita sea!
– Muy bien, no.
– Bueno, juro que no seré infiel.
Corrie suspiró.
– Sí creo que Dev, nuestro vampiro, estaba equivocado cuando dijo que todo hombre prometería cualquier cosa para obtener lo que desea. Tú no harías eso. Te conozco hasta la punta de tus hermosos pies. Nunca mentirías acerca de algo tan importante.
– No, no lo haría.
– James, escucha. Eres un hombre honorable, demasiado honorable para tu propio bien, de hecho, al menos la mayor parte del tiempo. La cosa es que, no quiero casarme. Recién estoy en mi primera temporada de práctica. Apenas he comenzado a hacer travesuras, apenas he comenzado a aprender los entresijos del flirteo. Soy demasiado joven para casarme, particularmente por una razón tan absurda. Tú también eres demasiado joven. Admítelo. El matrimonio es, o era, lo último que tenías en mente antes de que todo esto sucediera.
– No lo admitiré.
– Entonces tendré que reevaluar qué tan sincero eres.
– Está bien, maldición. No pensaba para nada en el matrimonio. Por el amor de Dios, tengo sólo veinticinco años. Tú hablas de hacer travesuras. Bueno, a mí me quedan montones para hacer. Pero renunciaré a ellas porque el honor es más importante. Deja de quejarte. Acepta lo que debe ser.
– ¡Pero ninguno de nosotros hizo nada malo!
– Bailaré el vals contigo hasta que tengas agujeros en las zapatillas.
– Imagino que tío Simon le prometió lo mismo a mi tía. Ella no obtuvo agujeros en sus zapatillas, James, obtuvo hojas. ¡Malditas hojas! Una vez me contó que en su luna de miel, tío Simon dejó que ella prensara tres hojas en uno de sus muchos libros. Sin embargo, no le permitió etiquetarlas. Eso suena perfectamente espantoso, James.
– No haré que prenses hojas en nuestra luna de miel.
– Ah, ¿y qué harías en nuestra luna de miel?
James estaba cerca de tragarse la lengua.
– Hay cosas típicas que un hombre y una mujer hacen luego de que están casados. Seguramente sabes todo sobre sexo, Corrie.
– Bueno, no tanto, en realidad. ¿Quieres decir que eso es lo que harías en vez de prensar hojas? ¿No estarías leyéndome tratados sobre la rotación orbital de Saturno en una tormenta de polvo cósmico?
– No. Saturno dejaría de existir para mí. Saturno no existiría para la mayoría de los hombres normales en su luna de miel, a menos que estuvieran mirando las estrellas y Saturno justo resultara estar brillando frente a sus ojos. Verás, la mayoría de los hombres piensan en una sola cosa, y en su luna de miel pueden… bueno, eso no importa. -James se pasó los dedos por el cabello. -Maldita sea, necesitas un poco de travesura prometida, ¿verdad? Muy bien, voy a desnudarte y hacerte el amor hasta que estés roncando de agotamiento.
– James, has dicho bastante ahí. Pero el final… yo, recostada roncando… eso no suena muy romántico.
– Muy bien, resulta que sé que no roncas. Haces pequeños ruidos como maullidos. Ahora, escúchame. Dejaré que flirtees conmigo, interminablemente.
– Los hombres no flirtean con sus esposas.
– Está hablando el sabio oráculo.
– No seas sarcástico conmigo, James Sherbrooke. No soy estúpida. Sé que muchas veces tía Maybella preferiría patear a tío Simon que besarlo.
– Deberías ver a mis padres. La semana pasada giré en una esquina y vi a mi padre apretando a mi madre contra una pared, besándole el cuello. Han estado casados por una eternidad.
– ¿Apretándola contra una pared? ¿De veras?
– De veras. Y yo no haría menos que eso. Te mordería el cuello en una oscura parte de un jardín, el jazmín nocturno perfumando el aire. Nos llevaremos de maravilla, Corrie. Ahora estoy casi a punto de colapsar, así que di que sí y déjame en paz.
– No me amas.
Y él dijo, las palabras saliendo de su boca:
– No puedo imaginar que Devlin Monroe te haya dicho que te ama.