– Sí, por supuesto. Hace que me cosquilleen los pies de sólo pensarlo. Ahora, debo lograr que Jason se dé cuenta de que me desea con la misma desesperación. Sin embargo, con la amenaza sobre la vida de su padre se hace difícil conseguir su atención. Está distraído.
– Yo también lo estaría si alguien estuviese intentando asesinar a mi padre.
El modo en que Corrie había conseguido la atención de James había sido salvándolo, luego atendiéndolo, y tal vez ese no era el método preferido para atraer a un caballero.
Tío Simon entró en la habitación, sus hermosos ojos enfocados en algo que sólo él podía ver, probablemente alguna maldita hoja que estaba creando en su mente, que todavía no había sido inventada por la Naturaleza.
– Tío Simon, esta es la señorita Judith McCrae.
– ¿Eh? Oh, no estás sola, Corrie. -Parpadeó sus espesas pestañas sobre sus encantadores ojos e hizo una reverencia. -Señorita McCrae, qué encantadora parece ser. Naturalmente, uno nunca conoce realmente al otro, más que nada cuando acababa de conocerse, ¿no lo cree?
– Sólo una persona muy estúpida estaría en desacuerdo, milord.
– Y este es mi tío, lord Montague.
Corrie intentó no reír tontamente mientras veía a tío Simon tomar la mano de la señorita McCrae, y darle su completa atención durante tal vez tres segundos, lo suficiente para que Judith se diera cuenta por completo que, aunque podía ser un poquito viejo, seguía siendo una placentera visión para las damas.
Judith parecía tener más habilidades respecto a los caballeros que Corrie. Sus hoyuelos se profundizaron, miró a tío Simon a través de pestañas que se veían más gruesas que las de Juliette y dijo:
– Entiendo que es usted un experto en la identificación y preservación de todo tipo de hojas, milord. Encontré una en el parque el martes pasado por la mañana, que fui incapaz de identificar. Quizás…
– ¿Una hoja? ¿Encontró usted una hoja desconocida, señorita McCrae? ¿En el parque? Bueno, también yo. Qué asombrosa coincidencia. Por favor, tráigala y compararemos hojas. -Sonrió abiertamente a la señorita McCrae, se sentó y le dijo a Corrie: -Parece que tengo suerte. Tu tía ha salido de compras y la cocinera ha preparado… -su voz bajó dramáticamente, -pan de canela Twyley Grange. -Tío Simon bajó su voz aun más a casi un susurro. -Yo mismo le traje la receta. Ha estado toda nerviosa, dándose ánimos para hacerla, y así ha sido, finalmente. Ha preparado seis rodajas, lindas rodajas gruesas. Como la señorita McCrae está aquí, eso significa que no podemos dividirlas, Corrie. Eso quiere decir que cada uno podrá comer dos, ¿a menos que alguna de ustedes quizá esté intentando perder peso? No, Corrie, sigues demasiado delgada. -Hubo un compungido suspiro entonces. -Me temo que necesitarás comer las dos que te pertenecen. -Miró críticamente a Judith, cuya figura era casi perfecta, y dijo pensativamente: -Una jovencita nunca puede ser demasiado cuidadosa con su consumo de pan, ¿no concuerda, señorita McCrae?
– Siempre he practicado comer una sola rebanada, señor. Dos engordarían mis mejillas. Siempre ha sido así.
– Excelente. -Simon se frotó las manos y gritó: -¡Tamerlane! Trae el pan de canela, y rápido, hombre. Es posible que lady Montague pueda regresar antes de que lo que ninguno de nosotros desea.
Judith echó un vistazo a Corrie, se sentó recatadamente y esperó que entregaran el pan de canela. El brillo en sus oscuros ojos era escandaloso.
Cuando Tamerlane, con gran ceremonia, quitó rápidamente la tapa plateada de la pequeña bandeja, el olor a canela entró flotando en la habitación. Hubo un total silencio, y entonces Judith respiró bruscamente.
– Oh, cielos, ¿saben tan bien como huelen?
Tamerlane anunció:
– Esta es la receta exacta de la cocinera en Twyley Grange. No tienen comparación.
– ¿Cómo diablos sabrías eso, Tamerlane? La cocinera dijo que hacía una hogaza de sólo seis rebanadas. ¿Había otra rebanada y tú la birlaste? ¿La metiste por tu garganta? ¿Realmente me robaste una séptima?
– No, milord, era un miserable trozo extra que no encajaba bien en esa gloriosa hogaza que la cocinera creó. Ella me permitió comerla, para asegurarse de que cumpliera con sus estrictos estándares.
Tamerlane sonrió y pasó el plato primero a la señorita McCrae. Judith tomó una rodaja y la tuvo en la boca tan rápidamente que le hizo temblar la nariz. Masticó, cerró los ojos con dicha, antes de que tío Simon pudiera tomar su rodaja del plato, lo cual hizo enseguida.
Corrie reía tanto que le costaba respirar. Le dio tiempo a Judith de tomar una segunda rebanada del plato bajo la nariz de tío Simon, apartarse rápidamente de él, ya que parecía listo para quitársela de la mano, y decir, con la boca llena:
– No creo que estés demasiado delgada para nada, Corrie. Es más, estaba pensando que tal vez tu cara está un poquito regordeta y podrías reducirte a una rebanada… oh, cielos, este es el mejor pan de canela que haya comido en mi vida.
Simon dijo:
– Ya ha comido dos rebanadas y, hasta donde sé, usted no estaba invitada aquí esta mañana, simplemente llegó. Probablemente olió que estaban cocinándolas y vino a presentarse, con la boca abierta. Ya ha tenido suficiente.
Estaba hablando con su segunda rodaja, la bandeja ahora haciendo equilibrio sobre su rodilla, su otra mano cubriéndola.
James entró en la sala de dibujo para ver a Corrie casi azul, de tanta fuerza que hacía para dejar de reír. Entonces olió el pan y oyó a sus papilas cantar aleluya. El famoso pan de canela de Twyley Grange, la receta bien protegida durante casi treinta años, y ahora estaba aquí.
– Ah, James, ¿eres tú? -preguntó Simon, y deslizó rápidamente la bandeja, que ahora tenía sólo dos rebanadas, detrás de su espalda. -Te ves bastante bien nuevamente, muchacho. Para nada delgado.
– Sí, señor, estoy casi en forma otra vez, y bastante regordete -pero su boca hecha agua deseaba una de esas rebanadas, desesperadamente.
Se forzó a volverse hacia la jovencita que intentaba ver esa bandeja. James sabía que era la señorita McCrae, la joven dama que había logrado conseguir la atención de Jason dos veces -lo cual era asombroso- e incluso una tercera vez, algo que ninguna muchacha había logrado antes. Estaba chupándose los dedos ahora, canturreando de placer.
James, que sabía todo sobre el inmenso poder del pan de canela de Twyley Grange, dijo:
– Tiene razón, señor, soy un verdadero armiño. No estoy aquí para atiborrarme de pan, aunque probablemente desearía hacerlo, si no estuviera tan gordo. En realidad, estoy aquí para llevar a Corrie a cabalgar al parque.
Corrie se puso de pie de un salto, un ojo sobre su tío y otro sobre Judith McCrae, que estaba levantándose lentamente, mirando fijo a James.
Tío Simon tragó y -pareció magia- otra rebanada de pan pareció desaparecer en su mano y se movía velozmente hacia su boca abierta.
– Llévala -dijo Simon, y mordió, casi estremeciéndose de placer. -Ahora. Antes de que ella intente agarrar la última rodaja.
– Esto es bastante sorprendente -dijo Judith, su cabeza inclinada a un lado, los gruesos rizos negros casi tocándole el hombro. -Me habían dicho que usted y Jason eran bastante idénticos, pero aquí, de cerca, creo que no se parece en nada a su hermano.
– Eso me han dicho -dijo James. Le tomó la mano, miró esos oscuros ojos suyos y dijo: -Usted es la señorita Judith McCrae, y yo soy James Sherbrooke. Es un placer conocerla finalmente.
– Gracias -dijo Judith. -A mí también me complace. -Ella miró esos increíbles ojos violeta. -Tal vez Jason sea un poquito más alto que usted, milord, y ahora que estoy parada a sólo un metro de usted, creo que los ojos de Jason son más violeta que los suyos.
– Eso es ridículo, Judith -exclamó Corrie. -James tiene los ojos violeta más hermosos de toda Inglaterra, todos han comentado eso, y como dicen que Jason es su gemelo exacto, entonces, ¿cómo es posible que creas que sus ojos son más violeta?