– Supongo -dijo Judith lentamente, sin apartar jamás la mirada del rostro de James, -que podría estar equivocada en cuanto a los ojos. Pero Jason es más alto, no hay ninguna duda de eso. Y quizás también es más ancho de hombros.
James estalló en carcajadas. Corrie se dio vuelta de golpe para mirarlo con un ceño. En cuanto a la señorita McCrae, James sabía que estaba intentando mantener una expresión seria.
Pero Corrie, todavía enganchada en la línea de la señorita McCrae, saltó.
– ¿Más ancho de hombros? ¡Eso es absurdo, ridículo! Aunque James ha estado bastante enfermo, casi muerto de tan enfermo, aun así, sus hombros permanecieron exactamente iguales, y eso significa que es perfecto. Míralo… ¡nunca he visto una amplitud de hombros tan perfecta en toda mi vida! La idea de que los de Jason sean…
– Corrie -dijo James, estirándose para tocarle el brazo, -gracias por defenderme, al gemelo obviamente inferior. La señorita McCrae casi te ha tomado el pelo por completo. Suelta el cebo ahora, Corrie.
– Pero, ella…
– Suéltala.
Corrie miró de Judith a James, repasó los escandalosos comentarios de Judith, sus propias respuestas, y se sintió como la idiota de la aldea. Dijo, mirando sus zapatillas, su voz suave y un poco triste:
– Me temo que puedas tener razón, Judith. He estado pensando, en realidad por algún tiempo, que quizás es a Jason a quien prefiero, no a James aquí presente, con sus precarios hombros.
– ¡No tendrás a Jason! ¿Me oyes? -Corrie levantó la mirada y sonrió como tío Simon cuando encontraba una hoja nueva. -Oh -dijo Judith, jadeando un poquito, -sé cuándo me ajustan cuentas, y esta simplemente me aplastó. Eso fue excelente, Corrie. Me diste justo en la nariz.
Corrie estaba acicalándose y James riendo cuando Judith se volvió hacia lord Ambrose y dijo:
– Y ahora, milord, ¿quizás le gustaría ver la hoja que no logré identificar? O James, entiendo que usted tiene una mente curiosa. ¿Quizás le gustaría ver mi hoja no identificada?
Simon se levantó de un salto de su asiento, indignado.
– ¿Perdón? ¿Qué es esto, señorita McCrae? -Le agitó el plato, que ahora tenía una rebanada solitaria en el centro, y dijo: -Usted me contó acerca de la hoja, y a nadie más, en particular a James, que no sabe absolutamente nada sobre hojas, sólo sobre lo que cuelga arriba en los cielos. Además, James ya casi se ha marchado, para llevar a Corrie a montar. Deseo ver esa hoja, señorita McCrae.
Judith sonrió, batió sus pestañas a Simon y dijo:
– Tal vez si pudiera tener esa última rebanada, señor, garantizaría que la hoja sería suya.
Simon miró esa rebanada, pensó en las tres que ya había consumido, pensó en la hoja no identificada que podría ser hermana de la que él había encontrado en el parque, miró nuevamente la rodaja y dijo:
– Muéstrele la hoja a James.
Se comió la última porción, limpió sus manos en los pantalones, asintió a los tres jóvenes y se marchó, tarareando.
– Tú, Judith, eres bastante asombrosa -dijo Corrie. -Ahora sabemos qué es más importante para tío Simon. Tendré que contarle a tía Maybella. -Miró con los ojos entrecerrados a James. -¿Tal vez en nuestra luna de miel la actividad preferida podría ser comer pan de canela?
Él se rió.
– Posiblemente. Ya lo veremos, ¿verdad?
Oyeron la puerta del frente abrirse, escucharon la voz de tía Maybella resonar repentinamente enfurecida.
– ¡Lo huelo! Simon, ¿dónde estás? Te has comido una hogaza entera, ¿verdad? Esconderé esa hoja no identificada tuya, miserable lunático, ¡ya verás! ¡Quiero un poco de pan de canela!
– Salgamos de aquí -dijo James, y ofreció un brazo a cada jovencita.
CAPÍTULO 26
James ayudó a Corrie a montar. Una vez que ella estuvo ubicada sobre el lomo de Darlene, él montó a Bad Boy.
– Los dos se ven como si hubieran estado comiendo el pan de canela de tu tío. Necesitan más ejercicio, Corrie.
Corrie sólo asintió. Estaba mirando a Judith McCrae, que había insistido en caminar de regreso a la casa de lady Arbuckle, a sólo dos calles de allí. Como era un día soleado para principios de octubre, James había estado de acuerdo.
– ¿Podría tal vez encontrarme contigo en el Mayfair para un helado, digamos, mañana? -le había preguntado Judith a Corrie.
Con la cita fijada, Judith se alejó, su paso saltarín, infinitamente grácil.
– Ella quiere a Jason -dijo Corrie.
– Bueno, podría ser que él también la quiera, pero la verdad es que uno nunca sabe con Jason.
– Creo que es tan hermosa como Juliette Lorimer.
– Entonces, ¿no te agrada?
Corrie dijo:
– Sí, me temo que sí me agrada -y no dijo nada más hasta que habían guiado a sus caballos a través de una entrada a Hyde Park.
Era demasiado temprano para que la gente elegante estuviera afuera, lo cual estaba bien por ella. Quería galopar. Sin embargo, James apoyó suavemente su mano enguantada sobre las riendas.
– Todavía no -le dijo.
– Oh, cielos, todavía no estás lo suficientemente bien, ¿verdad, James? Lo siento tanto, por pensar que las cosas son como solían ser antes… bueno, por supuesto que andaremos al paso.
Él estiró la mano y la apoyó sobre la de ella.
– ¿Te casarás conmigo, Corrie? No más excusas acerca de que estoy haciendo este espantoso sacrificio, no más quejas sobre perderte de hacer travesuras.
– ¿No crees que me iría bien como camarera en Boston? Es en América.
– No, serías una lamentable moza. Darías un tortazo a cualquier hombre que fuese lo bastante estúpido como para pellizcarte el trasero.
Ella levantó el mentón.
– Eso no es cierto. Podría hacer cualquier cosa que fuera necesaria para sobrevivir. Si estuvieras enfermo y de mí dependiera, podría conducir un carrito. Podría hacer pasteles de carne y venderlos. James, te mantendría sano y salvo. Siempre podrías contar conmigo.
Él inclinó la cabeza a un lado, mirándola con atención. Estudió el rostro que había conocido por más de la mitad de su vida, primero la niña y ahora la joven mujer.
– Sabes, Corrie, creo que lo harías -dijo lentamente, y entonces se estiró y le aferró la mano. -Nos irá bien juntos. Confía en mí.
Ella suspiró, le apartó la mano y chasqueó la lengua a Darlene a un medio galope por Rotten Row.
La realidad, pensó James, viéndola mecerse elegantemente en la silla de amazona, firmemente en control, era que ella haría cualquier cosa que necesitara hacer, cualquier cosa que tuviera que hacer. Para salvarlo. Ya había probado eso.
Puso a Bad Boy a galopar y estuvo a su lado en pocos momentos.
– Di que sí -le dijo, sus ojos entre las orejas movedizas de Bad Boy. Entonces la miró de reojo. -Podría enseñarte cosas, Corrie, cosas que te harían sentir bastante bien.
Oh, cielos, a ella le gustaba cómo sonaba eso.
– ¿Qué tipo de cosas?
– Quizá no sea adecuado que entre en detalles en este preciso momento, pero en nuestra noche de bodas… ah, sí, simplemente lo diré; piensa en mí besándote el revés de las rodillas.
Las rodillas en cuestión se quedaron congeladas.
– Oh, cielos, ¿mis rodillas?
– El revés de tus rodillas. Esa podría ser una cosa muy pequeña que te enseñaré. No, no más. Debes esperar. Ahora, la verdad es que envié el anuncio de nuestro matrimonio a la Gazette. Nadie te ignorará ahora, nadie me mirará como si fuera un pervertido calavera. Está hecho, Corrie. Es probable que mi madre esté reunida con tu tía Maybella mientras paseamos. La boda debe ser pronto.
– Si estuviese de acuerdo, no querría que fuera pronto. Querría la boda más grande que se haya visto jamás en Londres. Querría casarme en Saint Paul’s.