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La mocosa era su esposa.

– Corrie.

Ella no se volvió.

– ¿Sí, James?

– No faltan más de quince minutos. Nos registré en la habitación más grande del Gossamer Duck en Thirley. Mi tía Mary Rose dice que es limpia y fresca, y que la cama en la gran habitación de la esquina que mira hacia la plaza de la ciudad es tan suave que te hace derretir.

– Oh, cielos.

– Está bien. Estamos casados ahora. Podemos hablar sobre camas suaves y nadie se escandalizará.

– Lo sé. Todo esto… es bastante alarmante. Tengo dieciocho años, se suponía que fuera inocente al menos un año más, pero mira lo que me ha ocurrido. Estoy viajando junto a un hombre que quiere arrancarme las ropas y hacerme cosas acerca de las que tengo alguna idea, ya que fui criada en el campo y tengo ojos en la cabeza.

– Lo que va a sucederte será divertido. Escucha, voy a ayudarte a hacer tus travesuras. Haremos esas travesuras juntos hasta que estés exhausta y me digas que estás feliz de que estemos juntos, porque ningún otro hombre podría hacerlas tan bien como yo, especialmente Devlin Monroe.

Ella se dio vuelta rápidamente para enfrentarlo.

– Eso no tiene ni una pizca de sentido, James Sherbrooke. Una muchacha hace sus travesuras con caballeros precisamente como Devlin Monroe, caballeros que ella sabe que son perversos, no caballeros que son honorables y demasiado bondadosos para su propio bien.

¿Ella lo veía de ese modo? James dijo lentamente:

– ¿Piensas que soy honorable, Corrie?

– Claro que lo eres, idiota. Estamos casados, ¿o no?

– ¿No crees que Devlin se hubiese casado contigo si lo hubieras rescatado de secuestradores?

Eso provocó una expresión pensativa.

– Sabes, no estoy realmente segura. Creo que Devlin me encuentra divertida, tienes razón en eso. Sin embargo, no creo que le gustaría verme cada mañana al otro lado de la mesa de desayuno, incluso asumiendo que sea capaz de sentarse al otro lado de una mesa de desayuno, aunque las cortinas estuvieran cerradas contra el sol de la mañana.

– ¿Crees que soy bondadoso?

– Por supuesto que eres condenadamente bondadoso.

– No me gusta el modo en que me define eso. Me hace sonar como un perfecto idiota pusilánime. Como sir Galahad, que no podía sostener adecuadamente su espada y siempre estaba estropeándolo todo.

Ella se rió, la pequeña bruja realmente se rió.

– He visto tus rodillas, James. No son débiles, son tan agradables como el resto de ti. En cuanto a no sostener tu espada adecuadamente, recuerdo con mucha claridad cómo tú y Jason peleaban con espadas en el bosque para que tu padre no los encontrara, y lo obligaste a caer en una ciénaga. Sir Galahad era un maravilloso caballero, es su nombre lo que no te agrada.

– Cabrón pusilánime. Por otro lado, Jason una vez me derribó por el precipicio del valle Poe.

– Apuesto a que aterrizaste con tu espada todavía en la mano.

Él se rió.

– De hecho, lo hice, casi me atravesé el abdomen.

– Bueno, te diré que a una mujer le agrada que un hombre sostenga su espada adecuadamente.

James se quedó mirándola. Seguramente ella no sabía lo que acababa de decir, aunque hubiera sido criada en el campo y tuviera ojos en la cabeza.

– Bien, estoy despidiéndome afectuosamente de mis travesuras. No tengo el corazón roto, realmente no, ya que estoy decidida a conformarme contigo, ya que no hay elección en el asunto. Le pedí a tía Maybella que me dijera exactamente qué iba a suceder, además de tenerte besándome el revés de las rodillas. Quería todos los detalles precisos. ¿Sabes que dijo?

El carro golpeó un surco y él se aferró a la tira para mantenerse derecho.

– No, ¿qué dijo tía Maybella?

– Ella chilló: “¿Rodillas? ¿Quiere besar tus rodillas?” Y luego comenzó a decirme que eso era algo que un caballero decía a una muchacha para que no quisiera salir corriendo. Le dije que eso estaba bien, que comprendía, pero luego ¿qué ibas a hacer exactamente? Después de las rodillas. Ella dijo que empezarías a temblar. No le creí, pero veo que estaba equivocada. Estás temblando, James, puedo verlo. Ella dijo que eso significa que estás abrumado por la lujuria, una cosa buena dijo que era, pero que sabía que tú eras un caballero y que aunque fueses demasiado joven para comportarte me tenías mucho cariño y, por lo tanto, no me atacarías en el carruaje. Entonces sonrió y dijo que esperaba estar equivocada.

James estaba cautivado.

– ¿Te dijo por qué sonreía?

– Estaba sonriendo por la lujuria, y estaba pensando en la lujuria con tío Simon. ¿Puedes imaginar eso? No soporto pensar en tío Simon besando las rodillas de tía Maybella, James. Se supone que los padres no hagan cosas como esas.

– Quizás, quizás no. Mis propios padres, bueno, eso no importa. Vamos, Corrie, ¿qué dijo entonces?

– Nada. ¿Me oyes, James? No quiso decirme nada. Puso los ojos en blanco y me dijo que estuviera de acuerdo con cualquier cosa que tú quisieras, a menos que lo encontrara tan repulsivo que temiera por mi modestia, y que todo estaría bien. Quería golpearla, James, ¿y sabes qué hizo luego? Empezó a tararear.

– ¿Ella no mencionó que yo también intentaría estar de acuerdo con cualquier cosa que tú quisieras, a menos, por supuesto, que lo encontrara repulsivo y temiera por mi propia modestia?

– Tú no tienes modestia.

– ¿Algo más de la tía Maybella?

– Bueno, no. Sí me palmeó la mano antes de irse de mi dormitorio, y dijo que si fuera yo, estaría satisfecha con verte sin ropas, y estaría de acuerdo con cualquier cosa que desearas. Siendo una muchacha muy observadora, estoy inclinada a estar de acuerdo con ella.

James tragó con fuerza. ¿La tía Maybella mirándolo y él desnudo? No quería pensar en eso. Dijo:

– También tuve una conversación con mi padre.

Eso la dejó helada, como él había esperado, y James intentó no reír cuando ella dijo:

– ¿Qué? ¿Quieres decir que tú tampoco sabes qué va a pasar, James?

– Tengo alguna idea, Corrie. Mi padre me hizo algunos dibujos, dijo que los estudiara atentamente, ya que no quería que yo lo echara a perder.

Corrie se pasó la lengua por el labio inferior, poniéndolo todo húmedo y brilloso, y él quiso arrastrarla hasta el piso del carruaje y tener su lengua en ese labio inferior, poniéndolo más brilloso, más mojado, y luego…

– Eh, ¿tienes, por casualidad, los dibujos contigo? -James se quedó mirándola fijo, incapaz de creer lo que salía de su boca, y entonces echó atrás la cabeza y rió, y rió. Ella golpeteaba los dedos, inclinándose hacia él, toda impaciente. -Bien, James, ¿los tienes?

Él la miró a los ojos, ojos más encantadores de lo que había creído que fueran una hora antes, ¿y no era eso extraño?

– No, los memoricé y luego los quemé, como dijo mi padre que hiciera. No quería que Jason los viera aún, sabes, quería preservar su inocencia hasta que esté preparado para casarse.

– Hmm. -Tap, tap, tap, hacían sus dedos. -Quizás podrías recrearlos. ¿Tienes algo de papel? ¿Un lápiz?

James negó lentamente con la cabeza.

– Corrie, ¿por qué estás preocupándote por esto? Ya sabes lo que sucederá, y yo también. Ahora, bésame, antes de que tiemble tanto que me arroje del carruaje. -Y ella lo hizo, y él estuvo cerca. -Ah, gracias a Dios estamos entrando a Thirley.

CAPÍTULO 30

James, recostado en su sillón, con los dedos contra el mentón, intentó no reírse mientras veía a su esposa de no muchas horas intentando jugar a la cortesana. No sabía quién estaba divirtiéndose más, Corrie o él. Se dio cuenta de que ella había estado planeando esto, y se preguntó hasta dónde llegaría. ¿Hasta su blanca piel? Eso esperaba. Lo esperaba con ganas.

Había soñado con tenerla desnuda a los cinco minutos de llegar al Gossamer Duck, pero no podría ser. El posadero, señor Tuttle, era voluble en su recibimiento e insistió en que su señora les sirviera un poco de delicioso té y bollos.