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Sabía que ella estaba mirándolo y eso se sentía bien, en realidad. Seguramente debía gustarle a Corrie, seguramente lo perdonaría si se lo pedía del modo correcto.

– No volverá a ser de ese modo, Corrie.

– Enjuaga el jabón de tu cabello.

Él volvió a meterse bajo el agua, luego salió y sacudió la cabeza. Dios querido, era tan indeciblemente hermoso que le dolía.

– Te prometo que no lo será. Lamento mucho tu primera vez. Estuvo mal de mi parte.

– Fue bastante rápido, James, bastante rudo, a decir verdad. No besaste mis rodillas.

Él le ofreció una sonrisa ladeada.

– Juro que me ocuparé de modo excelente de tus rodillas la próxima vez. ¿Todavía te duele? ¿Sangraste? -Un modo de hablar franco, sin dudas, pensó ella, y sacudió la cabeza, mirando la punta de sus zapatillas. -Pensé que me habías abandonado.

Eso la hizo levantar la cabeza.

– ¿Abandonarte? Eso nunca se me ocurrió. Tú y yo hemos pasado muchas aventuras juntos, James. Considero esta como otra más, no una placentera, pero…

James se levantó. ¿Qué podía decir ante eso?

– ¿Podrías pasarme esa toalla?

Corrie simplemente no podía moverse, no podía apartar la mirada de él, parado allí desnudo y mojado, y quiso lamer cada gota de agua del cuerpo de él. Ella tragó saliva, intentó controlarse y le arrojó la toalla. Luego lo vio secarse. ¿Cómo podía uno obtener tanto placer de una cosa tan mundana?

James anudó la toalla en su cintura.

– Cuando tomes tu baño más tarde, permíteme lavar tu espalda.

Ese pensamiento casi dejó a Corrie gimiendo hasta el suelo.

– Muy bien -le dijo, y se cubrió rápidamente la boca con la mano.

James se rió.

– Deja que me vista y podremos comer nuestra cena.

Fue durante la cena que James, viendo que Corrie miraba fijo su sopa, dijo:

– Por favor, no te preocupes, Corrie. Solucionaremos todo, confía en mí.

– Oh, no, no es eso, James. Estaba pensando en mi nuevo suegro. No puedo evitar estar preocupada.

– Lo sé -dijo James, y tomó un bocado de cordero frío. -Jason hará de todo excepto dormir en la cama de padre para mantenerlo a salvo. Además, hay más hombres de los que puedas imaginar intentando localizar a los hijos de Cadoudal. Lo único que sabemos hasta ahora es que ya no están en Francia, no lo han estado en bastante tiempo.

– Y estaba su tía, ya sabes, la hermana de su madre. Me pregunto qué pasó con ella.

Corrie estaba revolviendo su tenedor entre la salsa de manzana junto a su porción de cerdo.

– Todavía me cuesta creer que sea el hijo de Georges Cadoudal, ya que él y mi padre se separaron como amigos.

– Dijiste que tu padre rescató a Janine Cadoudal. Seguramente ella no podría haberlo odiado, no podría haber enseñado a sus hijos a odiarlo. Él la salvó.

– Sí, y evidentemente se ofreció a él. Pero padre regresaba a una nueva esposa, a saber mi madre, así que se rehusó. Cuando ella descubrió que estaba embarazada, le dijo a Cadoudal que mi padre la había forzado, y que el niño era suyo.

– Oh, cielos, puedo ver cómo semejante historia pondría furioso a Cadoudal.

– Sí. Cadoudal secuestró a mi madre, como venganza, la llevó a Francia, y cuando mi padre y tío Tony la encontraron, estaba perdiendo un bebé. En cualquier caso, Janine confesó la verdad a Georges, padre y madre regresaron a Inglaterra, y esa fue la última vez que él vio a Cadoudal.

– Entonces ella tuvo un hijo.

– Mi padre dijo que había oído algo acerca de que el niño había muerto, y luego nada más.

– Siempre he adorado los misterios -dijo ella, dejando el tenedor sobre el plato, mientras se inclinaba hacia él, con el mentón apoyado en sus manos agarradas, -pero no me agrada uno que podría lastimar a mi nueva familia. Lo descubriremos, James. Debemos encontrar al hijo.

– Sí.

– James, estás mirándome otra vez.

– Buen, sí, eres mi compañera de cena.

– No, te ves peligroso y decidido. Tenías la misma mirada antes de arrancarme la ropa. -Ella bajó la voz y se inclinó sobre los restos de su cerdo. -Es lujuria, ¿cierto?

Lentamente, James se puso de pie, tiró su servilleta sobre la mesa y estiró la mano.

– ¿Cómo te sientes?

– Satisfecha y…

– Corrie, entre tus piernas, ¿todavía estás dolorida?

Ella tomó una manzana, le sacó brillo en su manga, dio un diminuto mordisco y le sonrió.

– Creo -dijo, -que estoy lista para mi baño. Dijiste que me lavarías la espalda.

James casi salió temblando de la pequeña sala privada.

CAPÍTULO 31

Jason miró los oscuros ojos de Judith McCrae y se sintió lleno de una extraña mezcla de satisfacción y una emoción tan poderosa que se preguntó cómo un hombre podía soportarlo.

– Tus ojos son más oscuros que los míos, al menos en este momento.

– Quizás -susurró ella.

– Mi hermano acaba de casarse.

– Sí.

– Recuerdo haber levantado la mirada, ¿era en el baile Ranleagh?, y allí estabas, mirándome fijamente mientras agitabas ese abanico, y mi corazón cayó a mis zapatos.

Ella se apartó, pero sus manos todavía estaban cerradas en los brazos de él.

– ¿De veras? ¿Tu corazón sigue allí? ¿En tus zapatos?

Él le sonrió.

– Mi corazón incluso colapsa dentro de mis botas cuando las uso.

– Tengo casi veinte año. ¿Sabías eso, Jason?

– No aparentas tu edad. -Una risita escapó. -¿Eso significa que estás cercana a vestir santos nuevamente?

– Tú, tonto… bueno, nunca lo pensé de ese modo, sabes, ser inaceptable para un caballero por ya no ser tan joven como, digamos, Corrie. Nunca consideré que me movería en la sociedad de Londres. El pensar en ir a Londres con la expresa razón de encontrar un esposo, simplemente nunca se me ocurrió. Pero entonces tía Arbuckle entró en mi vida, me trajo aquí y me presentó a todos.

– ¿Por qué no asumiste que tu tía te presentaría en sociedad?

– Había peleas, supongo que podrías llamarlos así, entre todos en mi familia. Pero ya no, gracias a Dios. Te contaré algo, Jason. Estaba bastante aburrida, lo admito, hasta que te vi… sí, fue en el baile Ranleagh. No soy una heredera como Corrie.

– ¿Por qué me importaría eso?

– Bueno, eres un segundo hijo, Jason, sin importar que hayas nacido minutos después que James.

– Soy rico -dijo él abruptamente. -El legado de mi abuelo me evita penurias. Puedo mantener a una esposa. Estoy pensando en criar caballos, Judith. Es algo que se me da bien; a diferencia del manejo de la finca, que se da bastante bien a James. Cuando los dioses echaron los dados, todo pareció haberse resuelto adecuadamente.

– ¿Quieres decir que no te importa ser el segundo hijo? ¿No te importa no ser el futuro conde de Northcliffe?

– Bendito infierno, claro que no. Dijiste que nunca habías evaluado venir a Londres a buscar un esposo. Bueno, yo nunca evalué ser el conde de Northcliffe. Mi hermano será un excelente conde cuando llegue su momento. Y yo, bueno, seré yo mismo y seguro que eso no es nada malo. ¿Habías esperado algún tipo de ardiente resentimiento de mi parte?

– Quizás. Me parece que sería natural que no te guste no tener lo que él tendrá.

Él le sonrió.

– Detestaría efusivamente ocuparme de todos los problemas que mi hermano tendrá que manejar habitualmente. Tenemos algunos arrendatarios que hacen maldecir al vicario. No, soy libre para ser lo que deseo y libre para hacer lo que deseo. Soy un hombre muy afortunado. -Se quedó callado un momento, se miró las botas, quizás para ver si su corazón estaba allí, y dijo: -He estado pensando mucho en esto, y creo que me gustaría visitar Irlanda, ir a The Coombes, a ver la operación de tu primo. ¿Es un tipo acogedor, tu primo?