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Estaba sola. En ese momento le parecía que había estado sola la mayor parte de su vida. Se preguntaba qué sucedería. Jason casi le había pedido que se casara con él, ¿verdad? Se abrazó a sí misma. Lo sabía, lo sentía profundo en su interior y se maravilló. Él casi se lo había pedido.

Jason le pidió la dirección exacta de The Coombes esa noche, en una velada musical en la espaciosa casa de ciudad de lord Baldwinen en la plaza Berkeley. Judith se la dio y dijo, con una voz tan recatada como la de una monja:

– Estoy evaluando visitar Italia mientras estés en Irlanda con mi primo, estudiando sus métodos de cría, observando sus caballos y asistiendo a carreras.

Jason sintió un golpe de lujuria que casi lo derribó; sabía que estaba poniéndose duro, simplemente allí parado, por el amor de Dios, sólo mirándola.

Dijo con esa tranquila voz suya:

– Entiendo que Venecia es encantadora en otoño. No demasiado fría aún, los vientos todavía calmos sobre el canal. Mi hermano y yo visitamos Venecia aproximadamente tres años atrás. Y sí, una noche los dos nos emborrachamos lo suficiente como para caer dentro del canal.

– Creo que tal vez preferiría Florencia. Hay tantos artistas espléndidos trabajando allí. Ningún caballero ebrio que me moleste.

– Hay caballeros ebrios en todas partes del mundo para molestarte, no te engañes.

Ella rió, sacudiendo la cabeza.

– Cuando visites The Coombes, asistirás a carreras de hombres que seguramente intentarán desplumarte.

Jason dijo, acariciándose el mentón:

– Yo mismo podría desplumar un poco. Pero no estoy para nada seguro acerca de Florencia. Todos esos espléndidos artistas murieron siglos atrás. Desafortunadamente, temo que sus miles de pinturas, todas las Madonna y Niño, perdurarán por siempre. Nunca nos libraremos de ellas.

Ella hipaba de hacer tanto esfuerzo por no reír a carcajadas. Jason le palmeó la mejilla y la dejó, sólo diciendo sobre su hombro de ese modo brusco suyo que iba a encontrarse con unos amigos.

Ella le dijo, seria entonces:

– ¿Quieres decir que podría haber alguna información sobre tu padre?

Él simplemente se encogió de hombros y la dejó otra vez, sin darse vuelta en esa ocasión.

Judith lo observó hasta que se había marchado del inmenso salón de baile. Se volvió cuando lady Arbuckle dijo:

– No te ha pedido que te cases con él, ¿verdad?

Judith dijo lentamente:

– No, todavía no. Es muy hermoso, ¿no lo cree?

Lady Arbuckle dijo impasiblemente:

– Todos consideran que los gemelos Sherbrooke son los hombres más apuestos en Inglaterra. Probablemente lo serán más a medida que crezcan, al igual que su tía Melissande. Ella tiene al menos cuarenta y cinco años ahora, sin duda más allá de cualquier belleza, sólo que no es así. Los hombres jóvenes todavía se desvanecen cuando la cruzan en la calle o la ven al otro lado de un salón. Los gemelos no serán diferentes, porque son la imagen de ella, una cosa rara, pero así es. Sus padres nunca han estado satisfechos por ese aborto de herencia.

– Y uno de esos perfectos caballeros me propondrá matrimonio. Eso es bastante extraordinario, ¿verdad?

Lady Arbuckle iba a alejarse, se detuvo, examinó el rostro de Judith y dijo:

– He oído que el hijo más joven, el que crees que te propondrá matrimonio, no es tan constante como su hermano, lord Hammersmith. Yo misma lo he visto. Jason Sherbrooke ve a una joven dama que le agrada, como tú le has agradado, Judith, y se dedica a ella totalmente, por un rato… y luego desaparece. ¿Realmente te propondrá matrimonio? No lo sé, pero debo dudarlo. Sugiero que tengas gran cuidado, Judith. Es un joven salvaje, más honorable que la mayoría, quizás, pero me dijeron que mantiene una amante en la calle Mount.

– No sabía eso -dijo Judith lentamente. -Me pregunto qué apariencia tiene ella.

– Me atrevo a decir que no es adecuado que sepas eso. Me atrevo a decir que ni siquiera deberías admitir que sabes lo que es una amante. -Lady Arbuckle se quedó callada un momento, estudió el rostro de la joven. -Sin embargo, dudo que ella tenga tu apariencia o tu encanto.

– Espero que eso sea cierto.

– Me pregunto -dijo lady Arbuckle lentamente. -Me preguntó qué sucederá. Deseo marcharme pronto, Judith. Esa soprano de Roma me hizo doler los tímpanos. Deseo escribir a mi esposo, para saber si está bien.

– Estoy segura de que está muy bien. Estoy lista, tía. Jason dijo que iba a encontrarse con amigos. Me pregunto si en cambio irá a la calle Mount a visitar a su amante.

– Adivino que será la amante.

– ¿Cree que me deseaba tanto que tuvo que ir con ella?

Lady Arbuckle se rió.

– No creo que un hombre jamás necesite estimulación para visitar a una amante.

CAPÍTULO 32

James cayó de espaldas, con la boca abierta, intentando meter aire nuevamente en su cuerpo. A su lado yacía su nueva esposa, quien, si no estaba equivocado, sonreía como una tonta aun mientras bostezaba.

Cuando finalmente pudo volver a hablar, dijo, tomándole la mano:

– El revés de tus rodillas me excitó infinitamente.

– ¡Já!

Él sonrió al techo.

– Muy bien, quieres que sea sincero. -Se puso de costado y la miró. El cabello de ella estaba enredado y salvaje alrededor de su cabeza, su rostro resplandeciente, su cuerpo lánguido, tan suave que él quería empezar a besarle las orejas y descender hasta los talones. -Me saltaré el preludio. Besar tu abdomen, eso estuvo bastante bien, Corrie. -Ella se humedeció la boca con la lengua. Estaba avergonzada por la forma de hablar franca de él, James lo veía, y le encantó. -Y besarte y acariciarte con mi boca, entre esas adorables piernas largas tuyas…

Ella se levantó hacia él y le mordió el hombro.

– No me avergonzarás, James Sherbrooke, ¿me oyes? No hablarás más acerca de besar mi abdomen o tocarme y besarme por todas partes hasta que casi me vuelva loca.

James se rió y la apretó fuerte contra sí.

– Te di placer.

Corrie volvió a morderle el hombro y luego lo lamió. El sabor de él la excitaba, la hacía sentir suave y obediente, y quizás eso no era tan bueno, pero por el momento, apretada y desnuda contra él, lo aceptaría. Le susurró contra la cálida pieclass="underline"

– ¿Cómo sabes que me diste placer, James? Tal vez todavía estoy esperando a ser complacida, aún preocupada y temerosa de que no haya nada realmente placentero en todo este asunto del sexo.

Él le mordisqueó la oreja, le besó el cabello y, sin decir una palabra, bajó su mano por la espalda hasta tener los dedos abiertos en las caderas de ella. Corrie esperó, deseando, deseando, pero demasiado avergonzada como para pedirle que… entonces esos mágicos dedos suyos se curvaron hacia adentro, y cuando la tocaron, entraron dentro suyo, ella aspiró bruscamente, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.

– Maldición -dijo él en su boca, -es bueno que sea joven. Casi me mataste y ahora quieres que te de placer otra vez, cinco minutos más tarde.

– ¿Cinco minutos? ¿Tanto tiempo?

James la miró a los ojos mientras sus dedos la encontraban. Cuando los ojos de Corrie se volvieron salvajes y sus dedos la lanzaron al orgasmo, tomó esos adorables gritos con su boca.

Entró en ella, duro y profundo, casi poniendo los ojos en blanco. Ella lo apretaba hasta prácticamente sacarle el aire de tan fuerte que se aferraba a su espalda, y cuando le susurró contra el cuello “James, mataría por ti”, él estuvo perdido. En esos increíbles momentos se preguntaba si alguna vez iría con más calma con ella. O ella con él.

Más tarde pensó que lo dudaba, dudaba de los sentimientos que tenía por ella que lo ponían instantáneamente duro, de los sentimientos que estaban creciendo casi más rápido de lo que podía aceptar, ¿y no era eso algo excelente?