Выбрать главу

– ¿De todos? -repitió Patrik, abatido tan sólo de imaginar cuál sería la reacción del clan ante semejante intromisión en sus vidas privadas.

Le dio las gracias por la información y volvió a la mesa, donde Erica aguardaba como una Madonna de generosas formas, con un camisón blanco y la rubia cabellera suelta sobre los hombros. Le gustaba tanto, que aún se quedaba sin respiración al verla.

– Vete -le dijo Erica. Él le dio las gracias con un beso en la mejilla.

– ¿Tienes algún plan para hoy? -le preguntó.

– La ventaja de tener huéspedes exigentes es que, cuando se han marchado, sé apreciar un día de vagancia total. En otras palabras, hoy no pienso hacer nada en absoluto. Me tumbaré fuera a leer y comeré algo rico.

– Me parece un buen plan. Procuraré volver temprano a casa, a las cuatro a más tardar. Te lo prometo.

– Sí, bueno, haz lo que puedas y llega cuando tengas que llegar. Anda, vete ya, que se te ve la impaciencia en la cara.

No tuvo que decírselo dos veces. Patrik salió y se apresuró camino de la comisaría.

Una vez allí, unos veinte minutos más tarde, los demás estaban tomando café en el comedor. Con cierto remordimiento, comprobó que había llegado incluso más tarde de lo que pensaba.

– ¡Hombre, Hedström! Se te olvidó poner el despertador, ¿no?

Ernst, con la confianza en sí mismo totalmente reestablecida después de la charla con Mellberg, le habló en el tono más altanero de que fue capaz.

– No, no te creas, ha sido más bien un poco de compensación por todas las horas extras. Mi pareja también necesita que la cuide -respondió Patrik, al tiempo que le dirigía un guiño a Annika, que había abandonado la recepción unos minutos.

– Sí, claro, supongo que se cuenta entre los privilegios del jefe el poder tomarse unas horas matinales de descanso cuando le plazca -replicó Ernst, sin poder reprimirse.

– Cierto que soy responsable de esta investigación en concreto, pero no soy jefe de nada -observó Patrik en tono apacible, aunque las miradas que Annika le lanzó a Ernst no lo eran tanto. Y continuó-: Además, como responsable de la investigación, os traigo algunas novedades y una nueva tarea que emprender.

Les refirió lo que Pedersen le había comunicado y, por un instante, la sensación de triunfo inundó el comedor de la comisaría de Tanumshede.

– Bueno, en ese caso, hemos reducido el campo de trabajo a cuatro posibles sospechosos -declaró Gösta-: Johan, Robert, Jacob y Gabriel.

– Sí, pero no olvidéis dónde vieron a Tanja por última vez -señaló Martin.

– Eso según Johan -intervino Ernst-. Tampoco hay que olvidar que es Johan quien dice que fue así. Yo, por mi parte, quisiera oír antes el testimonio de alguien más fiable.

– Cierto, pero también Linda asegura que vieron a alguien la noche que estuvieron allí…

Patrik interrumpió la discusión entre Ernst y Martin.

– Sea como fuese, en cuanto hayamos reunido a todos los miembros de la familia Hult y les hayamos tomado las muestras de sangre para el ADN, no tendremos que especular más. Eso está claro. De camino a la comisaría llamé para solicitar la autorización que necesitamos. Todos sabemos que es urgente y por qué, y espero el visto bueno del fiscal en cualquier momento.

Dicho esto, se sirvió una taza de café, se sentó con los demás y dejó el móvil encima de la mesa. Todos lo miraban de soslayo.

– Bueno, ¿qué os pareció el espectáculo de ayer?

Ernst soltó una carcajada y olvidó enseguida la promesa que le había hecho a Mellberg de no divulgar lo que éste le había confiado. A aquellas alturas, todos sabían lo de la novia por correo de Mellberg y, ciertamente, las habladurías no tuvieron parangón con ningún otro chisme durante años, pues sería un asunto que se ventilaría a espaldas del jefe por mucho, mucho tiempo.

– Sí, qué barbaridad -río Gösta-. Cuando se está tan desesperado por una mujer como para solicitarla por catálogo, ¿qué se puede esperar?

– ¡Qué cara debió de poner cuando fue a recogerla al aeropuerto y vio hasta qué punto quedaban frustradas sus expectativas! -dijo Annika, regodeándose de buena gana al imaginar el desastre. Mofarse de las desgracias ajenas no les resultaba tan horrible cuando el objetivo era Mellberg…

– Bueno, pero hay que decir que la novia no se lo pensó dos veces: derecha a la tienda a llenar el bolso, sin reparar mucho en lo que metía en él, con tal de que tuviese el precio puesto… -se burló Ernst-. Aunque, a propósito de robar, a ver si vosotros entendéis esto. El tal Persson, al que fuimos a interrogar ayer Gösta y yo, me contó que algún cretino solía robarle aquel maldito abono. Cada vez que hacía un pedido, le desaparecían un par de sacos grandes. ¿Podéis explicaros que haya gente tan tacaña como para ir a robar un saco de estiércol? Claro que parece que se trata de un estiércol bastante caro, pero aun así… -se golpeó las rodillas muerto de risa-. ¡Madre mía! -remató secándose las lágrimas sin parar de reír, hasta que se dio cuenta del profundo silencio que reinaba en el comedor.

– ¿Qué acabas de decir? -preguntó Patrik en un tono ominoso que Ernst había oído con anterioridad, en concreto hacía un par de días, y supo enseguida que había vuelto a meter la pata.

– Pues eso, que me dijo que solían robarle sacos de ese abono.

– Y, teniendo en cuenta que Västergården es la finca más cercana, no se te ocurrió que podía ser una información importante, ¿no?

Le habló con tal frialdad que Ernst sintió escalofríos. Patrik se volvió hacia Gösta.

– ¿Tú también lo oíste, Gösta?

– No, el agricultor debió de decírselo mientras yo estaba en el lavabo -explicó mirando a Ernst con encono.

– No caí -protestó Ernst-. Tampoco tiene uno por qué acordarse de todo, joder.

– Eso es precisamente lo que hay que hacer, pero ya hablaremos de ello más tarde. Ahora, la cuestión es qué nos aporta a nosotros ese dato.

Martin pidió la palabra levantando la mano, como si estuviesen en la escuela.

– ¿Soy el único que piensa que tenemos a Jacob cada vez más acorralado? -puesto que nadie respondía, intentó ser más explícito-. En primer lugar, tenemos un testimonio, por más que proceda de una fuente dudosa, según el cual Tanja estuvo en Västergården poco antes de desaparecer. En segundo lugar, el ADN hallado en el cadáver de Tanja apunta a un pariente de Johannes y, en tercer lugar, alguien robaba sacos de una granja literalmente contigua a Västergården. A mí me parece suficiente para que lo convoquemos a un pequeño interrogatorio y, entretanto, echemos un vistazo a su propiedad.

Todos seguían guardando silencio, así que Martin continuó su argumentación:

– Como tú mismo dijiste, Patrik, es urgente. No tenemos nada que perder por darnos una vuelta y echar una ojeada, además de apretarle las clavijas a Jacob. Sólo perderemos si no hacemos nada. Claro que tendremos los resultados cuando los hayan testado a todos y hayan comparado sus muestras de ADN, pero, mientras tanto, no podemos quedarnos aquí sentados mirando las musarañas. ¡Algo hemos de hacer!

Patrik rompió por fin el silencio.

– Martin está en lo cierto. Tenemos datos suficientes como para que merezca la pena hablar con él y no nos vendrá mal inspeccionar un poco Västergården. Haremos lo siguiente: Gösta irá a buscar a Jacob. Martin, tú te pondrás en contacto con Uddevalla y les pides refuerzos para efectuar un registro en Västergården. Pídele a Mellberg que te ayude a conseguir la autorización, pero procura que no sólo se contemple en ella la vivienda, sino todos los demás edificios que hay en la finca. Todos iremos informando a Annika. ¿De acuerdo? ¿Alguna duda?

– Sí, ¿cómo vamos a hacer lo de las muestras de sangre? -quiso saber Martin.

– ¡Hala!, es verdad, ya se me olvidaba. Nos vendría bien clonarnos… -Patrik reflexionó unos minutos-. Martin, si recibes ayuda de Uddevalla, ¿podrías encargarte de eso tú también? -Martin asintió-. Bien, ponte en contacto con el centro médico de Fjällbacka para que envíen a alguien que tome las muestras. Y, por lo que más quieras, procura que las muestras vayan correctamente marcadas y le lleguen a Pedersen como un rayo. Venga, manos a la obra. No olvidéis por qué hay mucha prisa.