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– Ah, sí, su padre, Ephraim Hult, El predicador. Él y tú sí estabais muy unidos -observó Gösta, como una constatación, más que como una pregunta.

– No comprendo qué interés puede tener esa circunstancia para vosotros, pero sí, mi abuelo y yo estábamos muy unidos -respondió Jacob impaciente.

– Él te salvó la vida, ¿no? -preguntó Patrik.

– Así es, me salvó la vida.

– ¿Qué sintió tu padre ante el hecho de que el suyo, con el que él mismo tenía una relación complicada según tú, fuese la persona en cuya mano estaba salvar tu vida, en lugar de ser él mismo quien lo hiciera?-prosiguió Patrik.

– Todos los padres desean ser héroes para sus hijos, pero yo no creo que él lo viese así. Después de todo, mi abuelo me salvó la vida y mi padre le estuvo eternamente agradecido por ello.

– ¿Y Johannes? ¿Cómo era su relación con Ephraim y con tu padre?

– De verdad que no entiendo qué importancia puede tener hoy todo esto. ¡Sucedió hace más de veinte años!

– Lo sabemos, pero te agradeceríamos que respondieras -dijo Gösta.

La serenidad de Jacob empezaba a flaquear y, como indicio externo de ello, empezó a pasarse la mano por el cabello algo revuelto.

– Johannes… Bueno, mi padre y él tuvieron una serie de problemas, pero Ephraim lo amaba. No porque existiese entre ellos ninguna relación especial, porque en esas generaciones las cosas eran así, y no había que manifestar los sentimientos.

– ¿Discutían mucho tu padre y Johannes? -inquirió Patrik.

– Discutir, lo que se dice discutir… Claro que tenían sus disputas, pero como todos los hermanos…

– Ya, pero, a decir de la gente, fueron más que disputas. Hay quien sostiene incluso que Gabriel odiaba a su hermano -Patrik ejercía cada vez más presión sobre Jacob.

– Odio… es una palabra demasiado fuerte que no debe usarse a la ligera. Sí, puede que mi padre no abrigase un sentimiento de excesivo cariño por Johannes, pero, si hubiesen tenido tiempo, estoy seguro de que Dios habría intervenido. Los hermanos no deben estar enfrentados.

– Presumo que tienes en mente a Caín y Abel. ¡Qué interesante es la comparación con ese relato bíblico! ¿Tan mal estaban las cosas entre tu padre y tu tío? -insistió Patrik.

– No, desde luego que no. Mi padre no terminó asesinando a su hermano, ¿no? -Jacob parecía estar recobrando parte de la calma que había empezado a perder y volvió a entrelazar las manos en actitud de oración y recogimiento.

– ¿Estás seguro? -inquirió Gösta en tono tendencioso.

Jacob miró turbado a los dos hombres que tenía frente a sí.

– ¿Qué queréis decir? Johannes se colgó, todo el mundo lo sabe.

– Bueno, verás…, la cuestión es que, cuando examinamos los restos mortales de Johannes, los resultados nos indicaron algo distinto: Johannes fue asesinado, no se suicidó.

Sus manos cruzadas sobre la mesa empezaron a temblar sin control. Jacob quería hablar, pero no conseguía articular palabra. Patrik y Gösta se irguieron en sus asientos al mismo tiempo, como si estuviesen repitiendo una coreografía, para observar mejor a Jacob. Al menos en apariencia, la noticia era para él una completa novedad.

– ¿Cómo reaccionó tu padre ante la muerte de su hermano Johannes?

– Pues… no estoy muy seguro -balbuceó Jacob-. Yo aún estaba convaleciente en el hospital. -De repente, una idea cruzó su mente como un rayo-: ¿Estáis insinuando que mi padre mató a Johannes? -La sola idea lo hizo estallar en una risita nerviosa-. No estáis en vuestros cabales. Que mi padre asesinara a su hermano… Pues, no, ¡ya no sé qué pensar! -La risita se convirtió en carcajada, aunque ni Patrik ni Gösta parecían hallarlo igual de divertido.

– ¿A ti te parece que es divertido que tu tío Johannes muriese asesinado? ¿Te parece gracioso? -inquirió Patrik con frialdad.

Jacob calló súbitamente y bajó la vista.

– No, desde luego que no. Es sólo que me he quedado atónito… -volvió a inclinar la cabeza-. Pero, en ese caso, entiendo aún menos por qué queréis hablar conmigo. Yo no tenía entonces más de diez años y estaba en el hospital, así que supongo que no pretenderéis insinuar que yo tuve algo que ver -subrayó la palabra «yo», como para señalar lo absurdo que sería-. En todo caso, parece evidente qué fue lo que en verdad ocurrió. A la persona que mató a Siv y a Mona debió de parecerle perfecto que designarais a Johannes como cabeza de turco y, para que nunca quedase libre de sospecha, lo mató y fingió que se había suicidado. El asesino sabía cómo reaccionaría la gente de por aquí, que lo consideraría una prueba tan buena de su culpabilidad como una confesión escrita. Y, seguramente, se trata de la misma persona que mató a la turista alemana. Es una hipótesis sostenible, ¿no? -preguntó expectante y con un brillo particular en los ojos.

– Una teoría bastante buena -admitió Patrik-. Y no sería nada descabellada si no fuese porque hemos comparado el ADN de Johannes con el de los restos de esperma que hallamos en el cadáver de Tanja Schmidt. Y resulta que Johannes es familia de la persona que la mató.

Patrik aguardó la reacción de Jacob, que, no obstante, permaneció imperturbable, así que prosiguió.

– De modo que hoy hemos tomado muestras de sangre de toda la familia y las enviaremos a Gotemburgo para que las constaten, junto con la que te tomamos a ti cuando llegaste. Una vez conozcamos el resultado, creo que tendremos claro quién es el asesino. Así que, ¿no te parece que puedes contarnos lo que sabes, Jacob? Vieron a Tanja en tu casa y el asesino es pariente de Johannes, ¿no crees que se trata de una curiosa coincidencia?

A Jacob se le iba un color y le venía otro, pasando de la mayor palidez al gris más sombrío. Patrik vio cómo temblaba.

– Ese testimonio es falso y lo sabéis. Johan sólo quería implicarme porque odia a mi familia. Y en cuanto al ADN y los análisis de sangre y todo eso, podéis tomar las muestras que queráis, pero a mí no tendréis con qué cogerme… y tendréis que pedirme disculpas cuando hayáis obtenido las respuestas.

– Si es así, te prometo que yo mismo me disculparé -respondió Patrik con serenidad-, pero hasta entonces pienso seguir insistiendo hasta obtener las respuestas que necesito.

Le habría gustado que Martin y su grupo hubiesen terminado el registro antes de que ellos empezasen a interrogar a Jacob, pero, puesto que el tiempo apremiaba, tenían que trabajar como podían. Lo que más le urgía tener era los resultados de los análisis de la tierra de Västergården, para saber si contenían restos del abono FZ-302. Además, esperaba que Martin pudiese darle pronto una respuesta sobre las posibles evidencias físicas de que Tanja o Jenny hubiesen estado allí, pero los análisis de la tierra no podían hacerlos sobre el terreno; aquello llevaba su tiempo. Por otro lado, no creía que encontrasen nada en la finca. ¿Sería viable matar o esconder a alguien sin que Marita o los niños se percatasen de ello? De forma absolutamente espontánea, a él le parecía que Jacob encajaba bien en el papel de principal sospechoso, pero precisamente por esa razón no se sentía cómodo con esa hipótesis: ¿cómo puede uno esconder a una persona en la finca donde vive sin que su familia sospeche lo más mínimo?

Como si le hubiese leído el pensamiento, Jacob le advirtió:

– Espero sinceramente que no lo pongáis todo manga por hombro en mi casa. Marita se pondrá furiosa si, al llegar, ve que todo está desordenado.

– Creo que nuestros hombres son muy cuidadosos -observó Gösta.

Patrik miraba su móvil. ¡Ojalá Martin no tardase en llamar!

Johan se había retirado al sosiego del cobertizo. La reacción de Solveig, en primer lugar a la exhumación del cadáver y después a las extracciones de sangre, lo había puesto nervioso. No era capaz de soportar todos aquellos sentimientos y necesitaba un rato de soledad para reflexionar sobre lo sucedido. Sentía la dureza del suelo de cemento en el que estaba sentado, pero le agradaba su frescura. Se abrazó las piernas y apoyó la cabeza sobre sus rodillas. En aquel momento echaba de menos a Linda más que nunca, pero se trataba de una añoranza aún mezclada con ira. Tal vez aquello no cambiase nunca. Pero, al menos, había perdido parte de su ingenuidad y había recuperado el control al que nunca debería haber renunciado. Sin embargo, ella era como un veneno para su espíritu. Su cuerpo joven y firme lo había convertido en un imbécil. Estaba indignado consigo mismo por haber permitido que una mujer se adueñase de su interior de aquel modo.