Al decir aquellas palabras, le lanzó una mirada furtiva a Gabriel, que respondió con una triste sonrisa. Le llevaría mucho tiempo no confundirse.
– ¿Cómo supieron lo que le había sucedido a Johan? -preguntó Martin.
– Solveig nos llamó esta mañana temprano.
– Ah, creía que… no os llevabais bien -comentó Martin.
– Sí, podría decirse que así era, pero supongo que la familia es la familia y, a la hora de la verdad… -Gabriel dejó la frase inacabada-. Linda está en el hospital; parece que Johan y ella tenían una relación más estrecha de lo que nosotros imaginábamos -añadió con una sonrisa cómica y amarga a un tiempo.
– ¿Han tenido más noticias? -quiso saber Laine.
Gösta negó con un gesto.
– No, lo último fue que seguía igual, pero Patrik Hedström va camino de Uddevalla, ya veremos lo que nos dice. Si ocurriera algo, sea lo que fuera, lo sabrán tan pronto como nosotros mismos. Quiero decir que supongo que Linda les llamará enseguida si hay cambios.
Martin se puso de pie.
– Bueno, creo que ya sabemos cuanto necesitábamos.
– ¿Creen que el asesino de la chica alemana es la misma persona que agredió a Johan? -preguntó Marita con voz temblorosa. Todos intuyeron a qué se refería en realidad.
– No hay razón alguna para pensarlo -respondió Martin con amabilidad-. Estoy convencido de que no tardaremos en averiguar qué sucedió. Quiero decir que Johan y Robert llevan bastante tiempo moviéndose en círculos de dudosa reputación, así que es más verosímil que haya que buscar por ahí el origen.
– ¿Qué van a hacer para encontrar a Jacob? -insistió Marita-. ¿Van a dar una batida por la zona, con perros o algo así?
– No, no creo que empecemos por ahí. Sinceramente, me inclino por creer que estará en algún sitio meditando sobre… la situación, y que aparecerá en casa cuando menos se lo esperen. Aunque, en realidad, lo mejor que puede hacer es irse a casa y llamarnos en cuanto vuelva, ¿de acuerdo?
Nadie se pronunció, así que lo tomaron como un sí. A decir verdad, no podían hacer mucho por el momento. Sin embargo. Martin se vio obligado a admitir para sí que no sentía tanta confianza como había querido aparentar ante la familia de Jacob. En efecto, era una extraña coincidencia que Jacob hubiese desaparecido justo la noche en que su primo, su hermano o lo que quiera que fuese Johan, sufría aquella agresión.
Ya en el coche y de regreso a Fjällbacka, se lo dijo a Gösta, que asintió, pues compartía su opinión. También él tenía la sensación de que algo no andaba bien. Tan extrañas coincidencias no solían darse en la realidad y la policía no debía suponer que así fuese. Ambos confiaban en que Patrik sacase algo más en claro.
Capítulo 10
Verano de 2003
Despertó con un martilleante dolor de cabeza y una sensación pegajosa en la boca. Jenny no sabía dónde estaba. Lo último que recordaba era que iba en un coche que había parado cuando ella hacía autoestop; de repente, se había visto arrojada a una especie de extraña y oscura realidad. Al principio, ni siquiera tuvo miedo. Tenía la impresión de que debía de tratarse de un sueño del que despertaría en cualquier momento, para descubrir que se hallaba en la caravana de sus padres.
Tras unos minutos, empezó a tomar conciencia de la realidad: jamás despertaría de aquel sueño. Presa del pánico, empezó a tantear la oscuridad que la rodeaba y, en la última de las paredes, notó que había listones de madera. Una escalera. Subió a tientas los peldaños hasta que se dio un golpe en la cabeza. Un techo detuvo su ascenso después de tan sólo un par de peldaños y la sensación de claustrofobia se hizo asfixiante. Calculó que a duras penas podría ponerse de pie en la habitación, pero poco más. Y, por lo que dedujo de su recorrido alrededor de las paredes, no tendrían más de un par de metros. Desesperada, empezó a empujar hacia arriba los listones en que terminaba la escalera y notó que uno de ellos cedía ligeramente, aunque estaba lejos de soltarse del todo. Oyó entonces el ruido de una cadena y comprendió que, probablemente, la trampilla estaría cerrada por el exterior con un candado.
Tras otro par de intentos de empujar la trampilla, volvió a bajar, decepcionada, y se sentó en el suelo de tierra abrazada a sus rodillas. El sonido de pasos procedentes del exterior la hizo acurrucarse más al fondo del habitáculo, tan lejos como pudo.
Cuando el hombre bajó hasta donde ella se encontraba, casi pudo ver su rostro, pese a que no había luz. Lo había visto cuando paró a recogerla en su coche, y esto la aterraba: ella podía identificarlo y sabía qué coche tenía, lo que significaba que él jamás la dejaría salir viva de allí.
Empezó a gritar, mientras él le tapaba la boca con suavidad y le hablaba para tranquilizarla. Una vez convencido de que Jenny no seguiría gritando, retiró la mano de su boca y empezó a desnudarla despacio. La tocaba con fruición, casi con cariño. Jenny oyó que su respiración cambiaba, cada vez más pesada, y cerró los ojos para evitar pensar en lo que venia a continuación.
Después, él se disculpó. Más tarde, vino el dolor.
El tráfico en verano era criminal. La irritación de Patrik crecía a medida que dejaba atrás los kilómetros y cuando por fin llegó al aparcamiento del hospital de Uddevalla, respiró hondo varias veces para calmarse. Él no era, por lo general, de los que se enojaban con las caravanas que ocupaban toda la calzada ni con los turistas que conducían despacio, para ir señalando lo uno y lo otro, sin tener en cuenta la cola que iba formándose a sus espaldas. Sin embargo, la decepción del resultado de los análisis había contribuido considerablemente a reducir su nivel de tolerancia.
Apenas pudo dar crédito a sus oídos. Ninguno de los resultados coincidía con el esperma hallado en el cuerpo de Tanja. Estaba tan convencido de que tendrían la respuesta en cuanto llegasen los análisis que aún no se había repuesto por completo de la sorpresa. Algún familiar de Johannes Hult había asesinado a Tanja, eso era un hecho insoslayable, pero no era ninguno de los familiares conocidos.
Presa de la mayor impaciencia, marcó el número de la comisaría. Annika iba a llegar algo más tarde de lo habitual y tuvo que esperar hasta que estuviese en su puesto.
– Hola, soy Patrik. Oye, perdona si sueno estresado, pero ¿podrías decirme lo antes posible si hay más miembros de la familia Hult en la zona? Me refiero concretamente a algún hijo de Johannes Hult nacido fuera del matrimonio.
La oyó tomar nota y cruzó los dedos. Era su último recurso, tal y como estaban las cosas, y esperaba con todas sus fuerzas que encontrase a alguien. De lo contrario, no les quedaba más que sentarse a meditar.
No dudaba en admitir que le gustaba la primera teoría que se le había ocurrido durante el viaje a Uddevalla: que Johannes tuviese en el pueblo algún hijo desconocido por ellos. Teniendo en cuenta lo que sabían de él, no parecía imposible, sino tanto más verosímil cuanto más lo pensaba. Además, podría ser un móvil para el asesinato de Johannes, se decía Patrik, sin saber con exactitud cómo atar los cabos. Los celos son un excelente móvil de asesinato y el modo en que murió podía encajar con esa teoría: un homicidio impulsivo, no premeditado; un ataque de ira, de celos, que acabó produciendo la muerte de Johannes.
¿Qué relación guardaba eso con los asesinatos de Siv y Mona? Esta era una pieza que aún no había logrado encajar en el rompecabezas, pero sobre la que las pesquisas de Annika tal vez pudiesen arrojar cierta luz.
Cerró la puerta del coche y se encaminó a la entrada principal. Después de buscar un rato y con la ayuda de algunos empleados, logró encontrar por fin la sección adecuada. En la sala de espera había tres personas a las que él quería ver y que, como pajarillos posados sobre un cable del tendido eléctrico, halló sentadas una junto a otra, mudas y absortas, con la mirada perdida. Sin embargo, se percató del destello de esperanza que afloró a los ojos de Solveig al verlo. Con gran esfuerzo, se levantó de la silla y se le acercó pausadamente. Tenía aspecto de no haber dormido en toda la noche, como era lógico. Llevaba la ropa arrugada y olía a sudor, el cabello grasiento y enredado, y los ojos castigados por unas profundas y marcadas ojeras. Robert daba la misma impresión de agotamiento, aunque no parecía tan estragado como Solveig. Tan sólo Linda parecía estar bien, aseada y con la mirada limpia, aún ignorante de la noticia que acababa de asolar su hogar.