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Patrik soltó una carcajada.

– Si te refieres a la era Woodstock, a mí me parece que el flower power y el amor libre no llegaron nunca a Fjällbacka.

– No te creas, donde menos te lo esperas… -respondió Annika, satisfecha de haber aliviado un poco la tensión con su comentario. Últimamente reinaba en la comisaría el mismo ambiente que en una funeraria. Sin embargo, Patrik no tardó en volver a adoptar el mismo tono grave de siempre.

– Es decir, que, en teoría, podrías confeccionar una lista de los niños de padre desconocido de, digamos, el municipio de Tanum.

– Sí, podría hacerlo no sólo en teoría, sino también en la práctica, pero me llevará un tiempo -le advirtió Annika.

– Pues hazlo tan rápido como puedas.

– ¿Y cómo te las arreglarás para averiguar quién es hijo de Johannes a partir de esa lista?

– Para empezar, llamaré por teléfono. Si no funciona, ya veré cómo resuelvo el problema.

En ese momento se abrió la puerta, que dio paso a Gösta y a Martin. Patrik le dio las gracias a Annika y se encaminó al pasillo para encontrarse con ellos. Martin se detuvo, pero Gösta clavó la mirada en el suelo y se fue a su despacho.

– No me preguntes -se adelantó Martin meneando la cabeza.

Patrik frunció el ceño. Lo último que necesitaban era que hubiese roces entre los miembros del personal. Ya tenían bastante con los problemas ocasionados por Ernst. Martin pareció leerle el pensamiento.

– No es nada grave, no te preocupes.

– De acuerdo. ¿Nos tomamos un café en el comedor mientras nos ponemos al día?

Martin asintió, se sirvieron un café y se sentaron a la mesa. Patrik le preguntó:

– ¿Alguna pista de Jacob en Bullaren?

– No, ni rastro. No parece que haya estado allí. Y tú, ¿qué tal te fue?

Patrik le resumió su visita al hospital.

– Pero ¿tú te explicas cómo es posible que los análisis no hayan dado ningún resultado positivo? Sabemos que la persona a la que buscamos es pariente de Johannes, pero no es ni Jacob, ni Gabriel, ni Johan ni Robert, y teniendo en cuenta el tipo de prueba, podemos excluir de antemano a las mujeres. ¿Alguna idea?

– Bueno, le he pedido a Annika que intente averiguar si Johannes tuvo algún hijo más en el pueblo.

– Me parece sensato tal y como se supone que era; lo anormal sería que no tuviera hijos ilegítimos aquí y allá.

– ¿Qué opinión te merece a ti la teoría de que quien atacó a Johan sea la misma persona que ahora tiene a Jacob? -preguntó Patrik antes de sorber muy despacio el café ardiendo.

– Desde luego, es una extraña coincidencia. Y tú, ¿qué piensas?

– Como tú, que sería muy extraño que no se tratase de la misma persona. Se diría que ha desaparecido de la faz de la tierra. Nadie lo ha visto desde ayer por la tarde. Te confieso que estoy muy preocupado.

– Tú tenías la sensación constante de que Jacob ocultaba algo. ¿Será ese el motivo de su desaparición? -inquirió Martin, no demasiado seguro de su hipótesis-. ¿Y si alguien supo que había estado en la comisaría y creyó que había contado algo que, precisamente ese alguien, deseaba mantener en secreto?

– Tal vez -admitió Patrik-. Pero no es ese el problema. En estos momentos, todo es posible y lo único que tenemos son especulaciones. Tenemos a Siv y a Mona -empezó a contar con los dedos-, asesinadas en el 79; a Johannes, asesinado en el 79; a Tanja, asesinada ahora, veinticuatro años después; a Jenny Möller, secuestrada, probablemente mientras hacía autoestop, a Johan, agredido y quizá también asesinado, según sea el desenlace; y a Jacob, desaparecido sin dejar rastro. El denominador común parece ser siempre la familia Hult, aunque tenemos pruebas de que ninguno de ellos es responsable de la muerte de Tanja. Y todo indica que el asesino de Tanja es la misma persona que acabó con la vida de Siv y Mona -bajó los brazos en un gesto de impotencia-. Es un verdadero lío, eso es lo que es. Y nosotros, en medio de todo, sin encontrarnos a nosotros mismos ni con la ayuda de una linterna.

– Venga, qué pasa, ya has vuelto a leer esa propaganda antipolicía, ¿eh? -sonrió Martin.

– En fin, ¿qué hacemos ahora? -preguntó Patrik-. Se me han agotado las ideas. Pronto será tarde para Jenny Möller, si no lo es ya, desde hace varios días. -De pronto cambió bruscamente de tema para salir del círculo vicioso de la autocompasión-. Dime, ¿has invitado ya a salir a la chica esa?

– ¿A qué chica? -preguntó Martin fingiendo indiferencia.

– Venga ya, sabes perfectamente a quién me refiero.

– Si te refieres a Pia, no había nada de eso. Simplemente, nos prestó su ayuda como intérprete.

– «Simplemente, nos prestó su ayuda como intérprete» -lo remedó Patrik con voz de falsete, moviendo la cabeza a uno y otro lado-. Vamos, hombre, sal de la barrera y lánzate al campo de batalla. Se te nota que algo hay cuando hablas de ella. Aunque quizá no sea tu tipo, en realidad. Quiero decir que parece que no tiene novio -dijo Patrik con una sonrisa provocadora.

Martin se preparaba para responder debidamente a su comentario cuando sonó el móvil de Patrik.

Martin aguzó el oído para oír quién llamaba. Era algo relacionado con los análisis de sangre, y entendió que sería alguien del laboratorio. Las respuestas de Patrik no le aclararon nada:

– ¿Cómo que algo extraño?… Ajá… Ya… ¿Qué demonios estás diciendo? Pero ¿cómo es posible…? De acuerdo… Ajá.

Martin tuvo que reprimir sus deseos de preguntar a gritos. A juzgar por la expresión de Patrik, tenían algo decisivo, pero su colega se empeñaba en responder con monosílabos a la persona del laboratorio con la que hablaba por teléfono.

– Lo que me estás diciendo es que habéis logrado establecer con exactitud las relaciones de parentesco entre ellos -repitió Patrik, haciéndole a Martin una señal cómplice, para indicarle que intentaba hacerlo partícipe de la información-. Sigo sin entender cómo encaja eso… No, eso es del todo imposible, está muerto. Tiene que haber otra explicación… Vamos, hombre, tú eres el experto. Escúchame con atención y reflexiona: tiene que existir otra explicación.

A Martin le dio la impresión de que Patrik esperaba nervioso mientras la otra persona meditaba. Y le susurró:

– ¿Qué ocurre?

Patrik se llevó un dedo a la boca para que guardase silencio pues, al parecer, le estaban dando una respuesta.

– No, no es rebuscado en absoluto. De hecho, en este caso es perfectamente posible.

El rostro de Patrik se iluminó y Martin vio que lo inundaba una oleada de alivio. Él, por su parte, arañaba literalmente la mesa sin lograr vencer su curiosidad.

– ¡Gracias! ¡Gracias, joder! -Patrik cerró de un golpe la tapa del móvil y se volvió hacia Martin con el mismo resplandor en el semblante.

– ¡Ya sé quién tiene a Jenny Möller! Y, cuando te lo cuente, no vas a dar crédito.

Habían terminado de operar. Johan había sido trasladado a la unidad de cuidados intensivos, donde descansaba lleno de tubos, desvanecido en una oscura nebulosa. Robert estaba sentado a su lado, cogido de su mano. Solveig los dejó solos, aunque contrariada, para ir al servicio, de modo que Robert pudo disfrutar de unos minutos a solas con su hermano, pues a Linda no le habían permitido entrar. No querían que hubiese allí demasiadas personas al mismo tiempo.

El grueso tubo insertado en la boca de Johan estaba conectado a un aparato que emitía un ruido sibilante y Robert tuvo que hacer un esfuerzo para no respirar al mismo ritmo que la máquina. Era como si quisiera ayudar a Johan a respirar; cualquier cosa con tal de erradicar esa sensación de impotencia que amenazaba con superarlo.