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Como fuere, el doctor Gregorio Lascasas, pese a sus achaques, de los que cuidaba el doctor Andújar, por considerar éste que en gran parte eran de origen psíquico -"un resfriado puede ser síntoma de depresión"-, vivía momentos de plenitud sacerdotal. España había vuelto por sus fueros. Ordenó que se entronizara el Sagrado Corazón en todos los bancos, por lo que Gaspar Ley, director del Banco Arús, quedó estupefactp, pero tuvo que arrodillarse, lo mismo que todos los empleados, y recibir la bendición. La idea le vino al enterarse de que era propósito del Caudillo construir cuatrocientas iglesias en España y dedicar varios templos al Sagrado Corazón. Se obligó a los empresarios a conceder permiso a los productores que quisieran hacer ejercicios espirituales. En Las Palmas, con motivo de la construcción de un estadio deportivo del Frente de Juventudes, se intentó colocar unas estatuas que simbolizaran a los atletas olímpicos de la antigua Grecia, y que naturalmente aparecían desnudos. El obispo Pildain protestó. En Ávila las autoridades habían prohibido, por inmorales, los bailes públicos y privados, excepto la jota serrana, de tanto sabor en la provincia. Habían sido rendidos honores de capitán general a la Virgen de la Fuenciscla, de Segovia. Para el próximo verano estaban previstos trajes de baño femeninos modelo padre Laburu, trajes diseñados por el famoso predicador y que por su anchura y largura se hincharían como globos cuando la mujer entrase en el agua. Catecismos al uso: el del padre Astete o del padre Claret. Párrafo de un sermón catequístico, que al doctor Gregorio Lascasas se le antojó excesivo: "Ah, no creáis, queridos niños, que el purgatorio es ninguna bicoca! Santa Catalina de Siena, con todo lo santa que era, soñó que pasaba diez años en el purgatorio con terribles tormentos porque un día, durante unos breves segundos, se acordó con delectación de un joven mancebo que había conocido en su juventud". Amenazas de castigos eternos por la masturbación. Los serenos de Gerona habían recuperado la antigua costumbre de añadir, al cantar la hora, el "Ave María Purísima", lo que hizo estremecer de emoción, en la cama, a Carmen Elgazu. Había un juego de la oca con la vida del cristiano: bautizo, confirmación, primera comunión, etc. Al final, el cielo. Reparto masivo de medallas de la Virgen del Pilar, que Jaime censuró, alegando que hubieran debido ser de la Moreneta. La Andaluza, los domingos, iba a misa con todas las chicas vestidas de negro, aunque el padre Jaraíz las obligaba a ocupar la última fila de los bancos del templo. Campaña misionera en Barcelona: un cuarto de millón de personas. Asimismo, el doctor Gregorio Lascasas recibió una consigna de las jerarquías para que rezara por un fin concreto. Preocupaba mucho al Estado español la salud espiritual de los súbditos de Guinea. Y preocupaba tanto que se procuraba aumentar el número de conversiones con la mayor celeridad. Al cabo de un tiempo se supo que unos noventa mil indígenas se habían convertido al catolicismo. "Está comprobado que cuanto más católicos, menos díscolos se muestran hacia sus jefes blancos, lo cual tiene sus ventajas". El doctor Gregorio Lascasas dijo: "Por ahí no paso. Esa consigna, al archivo y si te he visto no me acuerdo". Etcétera.

Mosén Alberto estaba decepcionado. Era el único contraopinante del señor obispo, el único al que éste, por su autoridad moral, consentía que le formulara reservas.

– De verdad cree usted, señor obispo, que la población no sufrirá un empacho? Piense que durante la guerra hubo sacerdotes que frotaban con una medalla de la Virgen las balas, para hacer mejor puntería…

– No veo el empacho por ninguna parte -replicaba el doctor Gregorio Lascasas-. Lea esta noticia: mil novecientos ferroviarios han hecho ejercicios espirituales cerrados, impartidos en colegios y fábricas.

– Pero eso son manifestaciones externas, como los niños que usted bautizó y las parejas que unió en matrimonio. Si no estoy equivocado, lo que importa es la conversión interior. Los efectos de la misión de Barcelona no serán probablemente mayores que los de los bautismos en masa de san Francisco Javier en Asia, a finales del siglo XVI.

– Entonces, qué querría usted? -el doctor Gregorio Lascasas se sonó con estrépito-. A misa los domingos y sanseacabó?

– Nada de eso. Pero entiendo que deberíamos dosificar las cosas. Hemos pasado de un extremo a otro extremo, como ya ocurrió con los Reyes Católicos, Isabel y Fernando…

– Qué tiene usted en contra de los Reyes Católicos? -y el obispo se acarició el pectoral.

– Que olvidaron que catolicismo significa universalidad. La religión pasó a ser una secta nacional y ello impregnó toda su política de expansión y represión, como ocurre ahora con el general Franco. Por eso me permito recordarle una frase de Castelar: No hay nada más espantoso que aquel gran Imperio español que era un sudario que se extendía sobre el planeta. No tenemos agricultura, porque expulsamos a los moriscos; no tenemos industria, porque expulsamos a los judíos; no tenemos ciencia, porque encendimos las hogueras de la Inquisición…

– Ah, mi querido mosén Alberto! Le gustan a usted ese tipo de síntesis, verdad? Yo podría contestarle con otras… A quién hemos expulsado nosotros de España? A los rojos, que estuvieron a punto de matarle a usted, aunque tuvieron que contentarse con matar a sus dos sirvientas… Dejando aparte al insigne Castelar, ha leído usted un curioso libro del arcipreste de Ribadeo, titulado Futura grandeza de España según notables profecías?

– No, lo siento… Tiene algo que ver con lo que estamos hablando?

– Estimo que sí… Ahí están recogidas las profecías de los videntes más variados. La madre Ráfols, Isabel Canori, santa Brígida, el beato Factor, etcétera. Todos apuntan en la misma dirección: la grandeza de España ha de llegar, y llegar del brazo del catolicismo más acendrado, sin que haya lugar para ninguna otra religión. Pues bien, pese a algunos excesos, creo que estamos en el buen camino… Y le voy a repetir a usted una frase de un hombre poco sospechoso!: Indalecio Prieto. Indalecio Prieto acaba de declarar en Méjico, y eso lo he sabido por el padre Jaraiz: Mucho, demasiado nos pesan los cadáveres de los trece obispos asesinados y los de los millares de sacerdotes. Ello significa que se han dado cuenta de que aquella semilla de mártires está ahora dando fruto…

Mosén Alberto, de repente, se sintió cansado. A veces pensaba que no había nacido para enfrentamientos dialécticos, sino para enriquecer el Museo Diocesano y recorrer la provincia junto al hijo del gobernador, Ángel, fotografiando los monumentos románicos. Ambos habían iniciado su labor, pese al frío reinante y a que anochecía temprano. Las pocas horas de luz les obligaban a madrugar, como cuando mosén Alberto tenía que celebrar aquella misa a las cuatro de la mañana para los cazadores. En varias "Alabanzas al Creador", publicadas en Amanecer, había dado pública cuenta de su gestión. Advirtiendo que el doctor Gregorio Lascasas estaba también cansado -estaba tan poco acostumbrado a que le llevaran la contraria!-, cambió de tercio y le puso al corriente de esa obra en que se había empeñado.

– Adelante, adelante… -le animó el obispo-. Más arte románico, y menos frases de Castelar.

* * *

El doctor Andújar continuaba ejerciendo de psiquiatra en el manicomio y en la consulta particular. En ésta obtenía éxitos, pero que no tenían repercusión en la calle. Éxitos anónimos. A él le daba igual. Lo que pretendía era ser eficaz. Amaba mucho a los locos, a los que trataba con gran cariño y de los que decía que a menudo daban ejemplo y soltaban verdades como puños, especialmente los esquizofrénicos. "La esquizofrenia es, en lenguaje profano, la rotura de la personalidad. Eso se da frecuentemente después de las guerras o de una etapa de infortunio". Sin saber exactamente por qué, asociaba esta palabra con el "amor" de su hija, Ricardo Montero. Últimamente se había enterado de que vieron al ex alférez dando tumbos por la noche, en compañía del capitán Sánchez Bravo, después de haber bebido más de la cuenta. Decidió, como al comienzo, esperar y no alertar a su hija, Gracia Andújar. El gigante se caería por sí solo. Gigante de los pies de barro? "Seamos más precisos. Un hombre tarado, que un padre no puede desear para una hija inexperta como los ángeles".