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Al día siguiente no apareció nada en Amanecer. Y es que la voz de Alerta tenía ahora un censor más tiránico que Mateo: el camarada Montaraz. Ninguna noticia negativa, ninguna sugerencia Que pudiera interpretarse como un fallo del sistema.

– Puedo saber por qué no se puede hablar del bacalao de penca de cola? -protestó el alcalde.

– Porque esto acabará pronto… No hay que alarmar a la población. Además, este año se esperan cosechas como las mejores del siglo. Y el subsuelo español, el eterno abandonado, empieza a soltar las innumerables riquezas que lleva dentro. Pronto te enterarás!

' La Voz de Alerta' movió la cabeza. En este sentido, su interlocutor -magníficos dientes de oro- era un frontón. El alcalde lamentaba que el camarada Montaraz no fuera también monárquico, pero, a pesar de todo, congeniaban. ' La Voz de Alerta' estaba contento con la campaña pro-higiénica que había organizado el gobernador, quien había decretado, ante la satisfacción de Marcos!, doblar el número de urinarios públicos de la ciudad y remozar los ya existentes. Los había, empezando por los de los cines, que parecían cloacas. Barrió todas las paredes con pintura de calidad y publicó un bando amenazando con copiosas multas a quienes las ensuciasen. ' La Voz de Alerta', que continuaba sacando motes a todo el mundo, llamó al gobernador la Escoba, lo que gustó mucho al patrón del Cocodrilo.

' La Voz de Alerta' seguía en contacto con don Anselmo Ichaso, quien, sorprendentemente, jugaba ahora sin equívoco posible la carta de don Juan como heredero de la Corona. ' La Voz de Alerta' se unió a este proyecto, pues la vuelta al tradicionalismo le parecía una utopía. Don Juan era mucho don Juan. Culto, vital y valiente.

A veces la Voz de Alerta titubeaba pensando que los Borbones tenían mala suerte, pero esto era una superstición. Lo que le asustaba era que don Anselmo, desde Pamplona, con su colección de trenes eléctricos, algún día le propusiera firmar algún documento para entregarlo al Caudillo. Carlota lo animaba. "Tienes que hacerlo. Es tu obligación. Don Juan apoyaría a los catalanes". Carlota, a través de la Corona inglesa, empezaba a sentir inclinación por los aliados. Hitler le parecía lo contrario de la aristocracia y el papel que, en Italia, frente al Duce, jugaba el emperador Víctor Manuel III se le antojaba poco airoso.

Al margen de esto, se estableció un duelo entre Carlota, condesa de Rubí y la mujer del gobernador, María Fernanda de Bustamante, también aristócrata, Carlota, preñada, no podía en aquellos meses presumir demasiado, pero su clase era innegable y cuando ambas mujeres coincidían sus diálogos se parecían a partidas de ping pong. Quienes las conocían prejuzgaban que ninguna de las dos ganaría la partida, que habría empate. Ángel lo resumía con una palabra ajedrecística: tablas.

' La Voz de Alerta' tenía poco trato con Agustín Lago, pero empezaba a interesarse por el Opus Dei, ya que Carlota le decía que en Barcelona estaban consiguiendo fichajes de categoría. Le habían dicho que Carrero Blanco, futuro subsecretario de la Presidencia del Gobierno, les hacía el caldo gordo. A la Voz de Alerta le hubiera gustado encontrar un ejemplar de Camino, pero no lo consiguió. Se lo encargó a Jaime y éste le dijo: "En mi librería no interesan esos temas. Si quiere usted las obras completas de Emilio Zola, o de Reclus…"

Una noticia que apareció en Amanecer por orden del camarada Montaraz fue que la Falange, al estallar la guerra, contaba sólo con diez mil afiliados, mientras que los requetés alcanzaban los setenta mil. Y que en esos años se había igualado la cifra, lo cual no era de extrañar, puesto que en la Falange entraron en tromba muchos "decepcionados" de los regímenes anteriores… ' La Voz de Alerta' comentó que la operación había sido fácil, pues se inscribieron en Falange incluso miembros de la FAI, motivo por el cual la gente la llamaba la FAILANGE.

En un tema concreto el camarada Montaraz y la Voz de Alerta coincidían plenamente: era preciso acabar con el estraperlo. Acabar era mucho decir, mientras durara la guerra; pero paliarlo en lo posible y, sobre todo, dar la sensación de firmeza. La primera medida que tomó el gobernador fue colocar en su antedespacho un letrero que decía: "Prohibidas las recomendaciones. Sólo perjudican al recomendado". La segunda, fue drástica. Aprovechando que acababa de publicarse una ley según la cual los delitos de estraperlo podían ser castigados incluso con la pena capital, trascribió el decreto en Amanecer y obligó a la emisora de radio a que lo fuera repitiendo durante quince días. "A ver si empezamos a hacer política seria -dijo el camarada Montaraz-. Se ríen en nuestras propias barbas y esto es inadmisible".

' La Voz de Alerta' asintió. Y pensó que sus cuñados, los hermanos Costa, echarían marcha atrás. Y se equivocó. Hubo un frenazo para el estraperlo menudo, el de la orquesta Gerona Jazz, por ejemplo, que continuaba llenando de lentejas y demás productos comestibles el interior de los instrumentos. También se esfumaron como por encanto los hombres disfrazados de sacerdotes o de frailes que hacían su agosto subiendo a los pisos y pidiendo "para la reconstrucción de la parroquia". Pero los hermanos Costa! Don Rosendo Sarro, el padre de Ana María, más que nunca seguro de sí! Claro que tenían varios asuntos pendientes en el juzgado, y que Manolo e Ignacio iban a por ellos. Pero eran duros de pelar. Muchos testigos hacían marcha atrás, temerosos de que alguna amenaza pendiera sobre sus cabezas. Manolo le decía a Ignacio: "Tiempo al tiempo… Los hermanos Costa, con este gobernador, caerán. Lo de tu suegro, el inefable don Rosendo, lo veo más peliagudo".

La tercera medida tomada por el gobernador fue la de castigar a los dueños de varios establecimientos -comestibles y calzado- a permanecer durante veinticuatro horas en el escaparate de sus tiendas, a la vista del público. Desfiló toda la población, entre divertida y asustada. En el café Nacional, Galindo y Carlos Grote le dijeron a Matías: "Sabíamos que la Escoba, perdón, el gobernador, tenía sentido del humor y colaboraba en ' La Codorniz', pero no hasta ese punto. Señores, en lo que a nosotros respecta, chapeau…"

Tristes conquistas comparadas con el alud de ingenio y mala uva de los estraperlistas. Productos buscadísimos eran los metales: tuberías, cables, cañerías de plomo, hilos telefónicos, las tapas de las bocas de riego, las de los alcorques. Y el mármol. Las mismísimas lápidas mortuorias se convertían en veladores de café. Hubo cliente que al pasar la mano por el reverso de la mesa palpó la leyenda: "Tus hijos no te olvidan". Y en las pensiones barcelonesas, según Ezequiel le contaba a Ana María -y ésta a su vez a Ignacio-, daban gato por liebre. En una fonda próxima a la estación de Francia se descubrió que habían servido dieciocho mil gatos desde la terminación de la guerra civil. El dueño, Renato Zato, temió ser fusilado, acorde con el reciente decreto; se salvó. Le salieron doce años y un día y el hombre se dio por satisfecho.

A todo esto. Amanecer publicó un anuncio que movilizó a la población. Alemania pedía obreros españoles, en cantidad ilimitada, mediante un contrato que mejoraría al ciento por ciento su nivel de vida. En toda la nación tal noticia causó una especie de escalofrío, acaso un suspiro de alivio. Trabajar en Alemania! Las puertas de la riqueza abiertas! Se acabó el racionamiento, sobraría para enviar divisas a la familia! Se formaron colas. ' La Voz de Alerta', y el camarada Revilla, delegado provincial de Sindicatos, contabilizaron veintidós emigrantes dispuestos en la ciudad, seis de ellos, precisamente, "productores" de los Costa, de la EMER, que dirigía el hijo del profesor Civil.

Y allá se fueron gran cantidad de obreros -la primera remesa fue de cinco mil-, montados en los mismos trenes que antaño utilizaran los voluntarios de la División Azul, y siguiendo el mismo itinerario a través de Francia. Las despedidas fueron una mezcla de tristeza -separación- y de júbilo. "Mujer, no llores, que ha llegado la ocasión!". El padre Forteza, conocedor de Alemania, le dijo a Alfonso Estrada: "Me temo que al llegar allí se encontrarán con alguna sorpresa desagradable".