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Morell llamó a varias personas, tanto a miembros de la familia como a empleados, para tomarles declaración. Todas las entrevistas se registraron meticulosamente.

A medida que los participantes de la primera batida fueron volviendo con sus decepcionantes resultados, el inspector decidió que había que llevar a cabo una búsqueda más sistemática. Durante la tarde y la noche solicitó refuerzos; entre otras personas, Morell se puso en contacto con el presidente del Club de Orientación de Hedestad y le pidió que llamara a los miembros del club -que sabían perfectamente cómo orientarse en el bosque- para organizar otra partida de búsqueda. A medianoche, recibió la respuesta de que cincuenta y tres deportistas, sobre todo de la sección juvenil, se presentarían en la Casa Vanger a las siete de la mañana. Henrik Vanger contribuyó, sin pensárselo dos veces, convocando a una parte del turno de mañana -cincuenta hombres- de la fábrica de papel que el Grupo Vanger tenía en Hedestad. Henrik Vanger también se encargó de la comida y la bebida.

Mikael Blomkvist pudo imaginarse perfectamente las escenas que debían de haberse desarrollado en la Casa Vanger durante aquellos días tan dramáticos. Quedaba claro que el accidente del puente contribuyó al desconcierto de las primeras horas; en parte, porque dificultó la posibilidad de recibir refuerzos efectivos; en parte, porque todos pensaron que dos sucesos tan dramáticos, en el mismo lugar y la misma hora, tenían que estar relacionados de alguna manera. Cuando se apartó el camión, el inspector Morell bajó hasta el puente para asegurarse de que Harriet Vanger -Dios sabe cómo- no había ido a parar debajo del vehículo. Esa era la única acción ilógica que Mikael descubrió en la actuación del inspector, ya que la desaparecida fue vista en la isla -eso había quedado demostrado- después de que el accidente tuviera lugar. Aun así, al jefe de la investigación, sin poder dar una explicación razonable del porqué, le costaba deshacerse de la idea de que, en cierto modo, un suceso provocó el otro.

Durante las primeras y confusas veinticuatro horas, las esperanzas de que el asunto tuviera un desenlace rápido y feliz fueron disminuyendo para ser sustituidas, poco a poco, por dos hipótesis. A pesar de las dificultades obvias que Harriet habría tenido para abandonar la isla sin ser descubierta, Morell no quiso ignorar la posibilidad de una fuga. Decidió dictar una orden de búsqueda de Harriet Vanger y ordenó a los agentes que patrullaban en Hedestad que mantuvieran los ojos abiertos por si veían a la chica. También le encargó a un colega de la brigada criminal que entrevistara a los conductores de autobuses y al personal de la estación de tren por si alguien la había visto.

A medida que fueron llegando las respuestas negativas, la probabilidad de que Harriet Vanger hubiese sufrido un accidente aumentó. Durante los días sucesivos, ésa se convirtió en la teoría predominante de la investigación.

La amplia batida realizada dos días después de la desaparición se llevó a cabo -según pudo determinar Mikael- de manera sumamente competente. Policías y bomberos con experiencia en asuntos parecidos organizaron la búsqueda. Pese a que la isla de Hedeby presenta algunas zonas de difícil acceso, la superficie es limitada, de modo que se pudo peinar toda la isla en un solo día. Una barca policía y dos barcos Pettersson voluntarios sondearon lo mejor que pudieron las aguas que rodean la isla.

Al día siguiente la búsqueda continuó con un equipo algo más reducido. Esta vez se enviaron patrullas a repetir la batida por determinadas zonas de terreno especialmente abrupto, así como por un lugar llamado La Fortificación, una serie de búnqueres abandonados, construidos durante la segunda guerra mundial para defender la costa. Ese día también se rastrearon pequeños escondites, pozos, sótanos excavados en la tierra, cobertizos y áticos de todo el pueblo.

Al tercer día de la desaparición, se suspendió la búsqueda. La frustración de Morell podía intuirse en sus notas. Naturalmente, Gustaf Morell aún no era consciente de eso, pero la investigación jamás avanzaría más allá del punto donde se encontraba en aquel momento. Estaba desconcertado y no sabía qué paso dar a continuación o qué lugares deberían seguir rastreando. Todo parecía indicar que a Harriet Vanger se la había tragado la tierra; la tortura de Henrik Vanger, de casi cuarenta años de duración, no había hecho más que empezar.

Capítulo 9 Lunes, 6 de enero – Miércoles, 8 de enero

Mikael continuó leyendo hasta bien entrada la noche, de modo que el día de Reyes se levantó tarde. Al llegar a casa de Henrik Vanger, vio un Volvo azul marino último modelo aparcado justo delante de la puerta. En el mismo momento en que Mikael puso la mano en el picaporte de la puerta, ésta se abrió y un señor de unos cincuenta años salió apresuradamente. Casi chocaron.

– ¿Sí? ¿Le puedo ayudar en algo?

– Voy a ver a Henrik Vanger -contestó Mikael.

Al hombre se le suavizó la mirada. Sonrió y le tendió la mano.

– Ah, tú debes de ser Mikael Blomkvist, el que va a ayudar a Henrik con la crónica familiar.

Mikael asintió y le estrechó la mano. Al parecer, Henrik Vanger había empezado a difundir la cover story de Mikael, la que explicaba por qué se encontraba en Hedestad. El hombre tenía sobrepeso -resultado, sin duda, de muchos años de arduas negociaciones sentado en oficinas y salas de reuniones-, pero Mikael vio enseguida que sus facciones recordaban a las de Harriet Vanger.

– Soy Martin Vanger -le confirmó-. Bienvenido a Hedestad.

– Gracias.

– Te vi en la tele hace unos días.

– Parece que todo el mundo me ha visto en la tele.

– Es que Wennerström… no es una persona muy popular en esta casa.

– Ya me lo ha dicho Henrik. Aunque sigo esperando el final de la historia.

– El otro día me comentó que te había contratado -de repente Martin Vanger se rió-. Dijo que seguramente aceptaste el trabajo por Wennerström.

Mikael dudó un instante antes de decidirse a sincerarse.

– Sí, bueno, ésa ha sido una razón de peso, pero la verdad es que, francamente, necesitaba salir de Estocolmo, y Hedestad apareció en el momento oportuno. Bueno, eso creo. No voy a hacer como si el juicio nunca se hubiera celebrado. Lo cierto es que iré a la cárcel.

Martin Vanger, repentinamente serio, asintió con la cabeza.

– ¿Puedes recurrir la sentencia?

– En este caso no serviría de nada.

Martin Vanger consultó su reloj.

– Debo estar en Estocolmo esta misma tarde, así que me voy ya. Volveré dentro de unos días. Ven a cenar conmigo alguna noche. Me gustaría saber qué ocurrió realmente en aquel juicio.

Volvieron a estrecharse la mano; Martin Vanger bajó las escaleras y abrió la puerta del Volvo. Se dio media vuelta y le gritó a Mikaeclass="underline"

– Henrik está en la planta de arriba. Entra.

Henrik Vanger estaba sentado en el sofá de su despacho; encima de la mesa tenía el Hedestads-Kuriren, el Dagens Industri, el Svenska Dagbladet y los dos diarios vespertinos.

– Acabo de conocer a Martin en la puerta.

– Se ha ido corriendo a salvar el imperio -contestó Henrik Vanger mientras cogía el termo-. ¿Café?

– Sí, por favor -dijo Mikael. Se sentó y se preguntó por qué Henrik Vanger estaba tan risueño.

– Hablan de ti en el periódico.

Henrik Vanger le acercó uno de los vespertinos, abierto por una página que tenía un artículo titulado «Cortocircuito periodístico». Lo firmaba uno de esos columnistas con chaqueta a rayas -antiguo empleado de Finansmagasinet Monopol- que se dio a conocer como experto en criticar y burlarse de toda persona que se comprometiera con un tema o que diera la cara por algo. Las feministas, los antirracistas y los activistas ecologistas se encontraban entre aquellos a los que solía salpicar con la tinta de su sarcástica pluma. En cambio, el columnista jamás manifestaba ni una sola opinión controvertida propia. Al parecer, en la actualidad se dedicaba a meterse con los medios de comunicación; ahora, unas cuantas semanas después del juicio del caso Wennersrtöm, le tocaba el turno a Mikael Blomkvist, quien -mencionado con nombre y apellido- era descrito como un completo idiota. A Erika Berger la presentaba como una rubia tonta e incompetente.