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– Convoca una reunión para las dos. No les digas de qué va. Voy para allá.

En la mesa de reuniones había seis personas sentadas frente a Mikael. Christer Malm parecía cansado. Henry Cortez mostraba esa cara de recién enamorado que sólo un chico de veinticuatro años puede tener. Monika Nilsson daba la impresión de mantenerse a la expectativa; Christer Malm no había dicho nada sobre el contenido de la reunión, pero ella llevaba el suficiente tiempo en la redacción como para darse cuenta de que se estaba tramando algo fuera de lo habitual, y se sentía irritada por haber sido mantenida al margen del information loop. La única que mostraba el mismo aspecto de siempre era Ingela Oskarsson, que trabajaba dos días a la semana como administrativa, ocupándose de las suscripciones y cosas por el estilo, y que, desde que se convirtió en madre, hacía ya dos años, no parecía demasiado relajada. La otra integrante de la redacción a tiempo parcial era la periodista freelance Lotta Karim, que tenía un contrato similar al de Henry Cortez y que acababa de reincorporarse tras las vacaciones. Christer también había conseguido convocar a Sonny Magnusson, que se encontraba de vacaciones.

Mikael empezó saludándolos a todos y pidiendo disculpas por haber estado ausente durante ese año.

– Ni Christer ni yo hemos tenido tiempo de comunicarle a Erika lo que aquí se va a tratar, pero os puedo asegurar que en este caso hablo también en su nombre. Hoy decidiremos el futuro de Millennium.

Hizo una pausa retórica para que asimilaran sus palabras. Nadie hizo preguntas.

– Este último año ha sido duro. Me sorprende que ninguno de vosotros haya ido a buscar trabajo a otra parte. Saco la conclusión de que o estáis locos de atar o sois excepcionalmente leales y da la casualidad de que os gusta trabajar precisamente en esta revista. Por eso voy a poner las cartas sobre la mesa y pediros una última contribución.

– ¿Una última contribución? -preguntó Monika Nilsson-. Eso suena a que piensas cerrar la revista.

– Exacto -contestó Mikael-. Después de las vacaciones, Erika convocará a la redacción a una reunión de lo más triste en la que se os comunicará que Millennium se cerrará para Navidad y que todos seréis despedidos.

En ese mismo instante cierta preocupación se apoderó de los allí presentes. Incluso Christer Malm creyó por un momento que Mikael hablaba en serio. Luego todos advirtieron en él una sonrisa de satisfacción.

– Durante este otoño tendréis que representar un doble papel. Resulta que nuestro querido secretario de redacción, Janne Dahlman, hace un trabajillo extra como informante de Hans-Erik Wennerström. Por lo tanto, el enemigo está continuamente informado de lo que ocurre en la redacción, lo cual explica gran parte de los contratiempos que hemos sufrido en el último año. Sobre todo tú, Sonny, cuando todos esos anunciantes tan predispuestos se echaron atrás de la noche a la mañana.

– Maldita sea; lo sabía -dijo Monika Nilsson.

Janne Dahlman nunca había sido muy popular en la redacción y, al parecer, la revelación no supuso un shock para nadie. Mikael silenció el murmullo emergente.

– Si os cuento esto, es porque confío plenamente en vosotros. Llevamos varios años trabajando juntos y sé que tenéis la cabeza en su sitio. Por eso también sé que os vais a prestar al juego de este otoño. Es de vital importancia que le hagamos creer a Wennerström que Millennium está a punto de cerrar. Ese será vuestro cometido.

– ¿Cuál es nuestra verdadera situación? -preguntó Henry Cortez.

– Sé que ha sido duro para todos y aún no hemos llegado a buen puerto. Cualquiera con un poco de sentido común diría que Millennium ya tiene un pie en la tumba. Os doy mi palabra de que eso no va a pasar. Hoy en día Millennium es más fuerte que hace un año. Después de esta reunión volveré a desaparecer durante más de dos meses. Regresaré a finales de octubre. Entonces le cortaremos las alas a Hans-Erik Wennerström.

– ¿Cómo? -preguntó Cortez.

– Sorry. No os lo pienso decir. Voy a escribir otro reportaje sobre Wennerström. Esta vez se hará bien. Luego prepararemos una fiesta de Navidad en la revista. Había pensado en Wennerström asado de primero y unos cuantos críticos de postre.

El ambiente se distendió. Mikael se preguntó qué habría sentido él si hubiese estado sentado escuchándose a sí mismo: ¿desconfianza? Sí, sin duda. Pero, al parecer, seguía gozando de mucha confianza entre su reducido grupo de empleados. Levantó la mano.

– Para que esto tenga éxito es importante que Wennerström piense que Millennium se está yendo a pique. No podemos arriesgarnos a que ponga en marcha ningún plan de ataque o que elimine pruebas en el último instante. Por eso vamos a redactar un guión que deberéis seguir al pie de la letra durante este otoño. Primero: es de crucial importancia que nada de lo que estamos abordando hoy aquí sea puesto por escrito, se envíe por correo electrónico o se comente con alguien de fuera. No sabemos hasta qué punto husmea Dahlman en nuestros ordenadores, y ahora sé que, por lo visto, resulta bastante sencillo leer el correo electrónico privado de los colaboradores. O sea, lo trataremos todo verbalmente. Si tenéis necesidad de hablar sobre el tema durante las próximas semanas, dirigios a Christer, pero en su casa. Con la máxima discreción.

Mikael escribió «nada de correos electrónicos» en la pizarra.

– Segundo: debéis cabrearos unos con otros. Quiero que empecéis a hablar mal de mí cada vez que Janne Dahlman esté cerca. No lo exageréis. Sólo es cuestión de dar rienda suelta a vuestra natural mala leche. Christer: quiero que tú y Erika tengáis un serio conflicto. Usad la imaginación y sed misteriosos con el motivo, pero haced que parezca que la revista está a punto de derrumbarse y que todos estáis cabreados con todos.

Escribió «mala leche» en la pizarra.

– Tercero: cuando vuelva Erika, tú, Christer, la pondrás al corriente de lo que se está tramando. Su trabajo será asegurarse de que Janne Dahlman crea que nuestro acuerdo con el Grupo Vanger, lo que nos mantiene a flote de momento, se ha ido al traste debido a que Henrik Vanger está gravemente enfermo y a que Martin Vanger se ha matado en un accidente de tráfico.

Escribió la palabra «desinformación».

– Pero ¿el acuerdo sigue siendo vigente? -preguntó Monika Nilsson.

– Creedme -dijo Mikael con severidad-. El Grupo Vanger irá muy lejos para asegurarse la supervivencia de Millennium. Dentro de unas semanas, digamos a finales de agosto, Erika convocará una reunión y dará el preaviso de los despidos. Es imprescindible que todos comprendáis que es falso y que el único que va a desaparecer de aquí es Janne Dahlman. Pero continuad con el juego. Poneos a hablar de los nuevos trabajos que habéis solicitado y quejaos de la pésima referencia que representa Millennium en vuestro curriculum.

– ¿Y tú crees que este juego salvará a Millennium? -preguntó Sonny Magnusson.

– Sé que lo hará. Sonny, quiero que redactes un informe mensual falso donde se haga constar que el mercado de anunciantes ha bajado durante los últimos meses, así como el número de suscriptores.

– Suena divertido -dijo Monika-. ¿Lo guardamos en la redacción o lo filtramos también a otros medios?

– Que no salga de la redacción. Si la historia aparece en algún lugar, ya sabremos quién lo ha filtrado. Si alguien nos pregunta dentro de unos meses, le contestaremos: «Pero ¿qué dices?, has oído rumores sin fundamento; nunca ha estado en nuestras mentes cerrar Millennium». Lo mejor que nos puede pasar es que Dahlman filtre la historia a otros medios. Entonces quedará como un idiota. Si se os presenta la ocasión de darle un soplo a Dahlman sobre algún chisme totalmente descabellado pero creíble, adelante.

Dedicaron dos horas a tramar un guión y repartirse los papeles.

Después de la reunión, Mikael se fue con Christer Malm al Java de la cuesta de Hornsgatan para tomar un café.