– Christer, es muy importante que vayas a buscar a Erika al aeropuerto de Arlanda para ponerla al corriente de la situación. Tienes que convencerla de que participe en este juego. La conozco bien: sé que deseará ocuparse de Dahlman inmediatamente y eso no es posible. No quiero que Wennerström tenga ni la más mínima idea de lo que ocurre para que no haga desaparecer ninguna prueba.
– De acuerdo.
– Y asegúrate de que Erika no use el correo electrónico hasta que instale el programa de encriptación PGP y aprenda a usarlo. Tal vez Wennerström pueda leer toda nuestra correspondencia electrónica gracias a Dahlman. Quiero que tú y el resto de la redacción también tengáis el PGP. Hazlo de forma natural. Te voy a dar el nombre de un asesor informático con el que debes contactar para que revise la red y los ordenadores de toda la redacción. Deja que sea él quien instale el programa como si se tratara de un servicio más.
– Haré lo que pueda. Pero Mikael, ¿a qué viene todo esto?
– Wennerström. Pienso clavarlo en la puerta de un establo.
– ¿Cómo?
– Sorry. De momento es mi secreto. Lo que sí te puedo decir es que tengo un material que hará que nuestra anterior revelación parezca un juego de niños.
Christer Malm dio la impresión de incomodarse.
– Siempre he confiado en ti, Mikael. ¿Eso significa que no confías en mí?
Mikael se rió.
– No, hombre. Lo que pasa es que ahora me dedico a actividades seriamente delictivas que me pueden ocasionar hasta dos años de cárcel. Son los procedimientos que utilizo en mi investigación, por decirlo de alguna manera, los que son un poco dudosos… Juego con métodos más o menos tan legales como los de Wennerström. No quiero que tú o Erika, o alguien de la redacción, os veáis involucrados.
– Tienes un modo de preocuparme…
– Tranquilo. Y puedes decirle a Erika que esta historia va a ser algo gordo. Muy gordo.
– Erika querrá saber lo que te traes entre manos…
Mikael meditó un instante. Luego sonrió.
– Dile que me dejó muy claro esta primavera, al firmar el contrato con Henrik Vanger a mis espaldas, que actualmente yo soy un simple freelance sin ningún puesto en la junta directiva y sin influencia en la política de Millennium. Así que supongo que tampoco tengo la obligación de informarla. Pero si se porta bien, prometo ofrecerle el reportaje a ella antes que a nadie.
Christer Malm se echó a reír.
– Se pondrá furiosa -dijo con regocijo.
Mikael sabía muy bien que no había sido del todo sincero con Christer Malm. Evitaba a Erika conscientemente. Lo más lógico habría sido telefonearla de inmediato y ponerla al corriente. Sin embargo, no quería hablar con ella. En decenas de ocasiones tuvo el móvil en la mano y buscó su número. Sólo le faltaba apretar la tecla de llamada, pero en el último instante siempre se arrepentía.
Sabía cuál era el problema. No la podía mirar a los ojos.
El cover up al que él se había prestado en Hedestad era imperdonable desde un punto de vista periodístico. No tenía ni idea de cómo explicárselo sin mentir, y si había algo que no pensaba hacer nunca, era mentirle a Erika Berger.
Sobre todo, no tenía fuerzas para enfrentarse a ello al mismo tiempo que iba a ocuparse de Wennerström.
Por lo tanto, pospuso el encuentro, apagó el móvil y renunció a hablar con ella. Sabía que sólo se trataba de un aplazamiento temporal.
Inmediatamente después de que tuviera lugar el encuentro de la redacción, Mikael se trasladó a su casita de Sandhamn, donde hacía más de un año que no ponía los pies. Llevaba consigo dos cajas de documentos impresos y los cedes que Lisbeth Salander le había proporcionado. Se abasteció bien de comida, se encerró, abrió el iBook y empezó a escribir. Cada día daba un corto paseo para ir a buscar los periódicos y hacer la compra. El puerto deportivo seguía lleno de veleros, y los jóvenes que habían cogido el barco de papá estaban, como siempre, en el Dykarbaren emborrachándose hasta más no poder.
Mikael apenas prestaba atención a su entorno. Se sentaba delante de su ordenador prácticamente desde que abría los ojos por la mañana hasta que caía rendido por la noche.
Correo electrónico encriptado de la redactora jefe ‹erika.berger@millennium.se› al editor jefe en excedencia ‹mikael.blomkvist@millennium.se›:
Mikaeclass="underline" necesito saber qué está pasando. Dios mío, vuelvo de vacaciones y me encuentro con un caos absoluto, con la noticia sobre Janne Dahlman y este doble juego que te has inventado. Martin Vanger muerto. Harriet Vanger vive. ¿Qué está pasando en Hedeby? ¿Dónde te has metido? ¿Hay alguna historia que publicar? ¿Por qué no coges el móvil? E.
P.S. He cogido la indirecta que Christer me comunicó con sumo placer. Esto me lo pagarás. ¿Estás enfadado conmigo de verdad?
De ‹mikael.blomkvist@millennium.se› a ‹erika.berger@millennium.se›:
Hola, Ricky. No, por Dios, no estoy enfadado. Perdona que no haya tenido tiempo para mantenerte informada, pero durante los últimos meses mi vida ha sido una montaña rusa. Te lo contaré todo cuando nos veamos, pero no por correo. Ahora mismo me encuentro en Sandhamn. Hay material para publicar, pero la historia no va de Harriet Vanger. Voy a estar pegado a esta silla durante algún tiempo. Luego, todo habrá terminado. Confía en mí. Besos. M.
De ‹erika.berger@millennium.se› a ‹mikael.blomkvist@miIlennium.se›:
¿Sandhamn? Iré a verte enseguida.
De ‹mikael.blomkvist@millennium.se› a ‹erika.berger©millennium.se›:
Ahora no. Espera un par de semanas; por lo menos hasta que tenga un texto en condiciones. Además, espero otra visita.
De ‹erika.berger@millennium.se› a ‹mikael.blomkvist@millennium.se›:
De acuerdo, entonces me mantendré alejada. Pero necesito saber qué está pasando. Henrik Vanger ha vuelto como director ejecutivo y no me coge el teléfono. Si el acuerdo con Vanger se ha roto, me lo tienes que decir. Ahora no sé qué hacer. Necesito saber si la revista va a sobrevivir o no. Ricky.
P.S. ¿Quién es ella?
De ‹mikael.blomkvist@millennium.se› a ‹erika.berger@millennium.se›:
Primero: puedes estar perfectamente tranquila; Henrik Vanger no va a dar marcha atrás. Pero ha sufrido un grave infarto y sólo trabaja un poco cada día; supongo que el caos generado tras la muerte de Martin y la resurrección de Harriet absorbe todas sus energías.
Segundo: Millennium sobrevivirá. Estoy trabajando en el reportaje más importante de nuestras vidas; cuando lo publiquemos, hundiremos a Wennerström para siempre.
Tercero: ahora mismo mi vida está patas arriba, pero nada ha cambiado entre tú, yo y Millennium. Confía en mí. Besos. Mikael.
P.S. Os presentaré en cuanto haya ocasión. Te va a dejar con la boca abierta.
Cuando Lisbeth Salander llegó a Sandhamn se encontró con un Mikael Blomkvist sin afeitar y con ojeras que le dio un breve abrazo y le dijo que preparara café y lo esperara mientras él terminaba lo que estaba escribiendo.
Lisbeth paseó la mirada por la casita y casi enseguida constató que allí se encontraba a gusto. La vivienda se asentaba directamente sobre un embarcadero y tenía el agua a dos metros de la puerta. Sólo medía seis por cinco metros, pero el techo era tan alto que, sobre una plataforma, se había habilitado un loft dormitorio al final de una escalera de caracol. En él Lisbeth podía estar de pie, pero Mikael tenía que agacharse unos centímetros. Le echó un vistazo a la cama y concluyó que era lo suficientemente ancha para los dos.