Por primera vez en el periodismo económico sueco se empleaban palabras como «actividad delictiva sistemática», «mafia» y «reino de gánsteres». Wennerström y su más allegado círculo de jóvenes corredores de bolsa, de socios y de abogados enfundados en trajes de Armani fueron retratados como cualquier banda de atracadores de bancos o traficantes de droga.
Durante los primeros días de la persecución mediática, Mikael Blomkvist estuvo desaparecido. No contestaba al correo electrónico y no se pudo contactar con él por teléfono. Todas las declaraciones fueron hechas por Erika Berger, quien ronroneaba como una gata al ser entrevistada por los medios de comunicación nacionales y los más importantes periódicos provinciales, así como, algún tiempo después, por un número cada vez mayor de periodistas extranjeros. Siempre que le preguntaban sobre cómo Millennium se había hecho con toda esa documentación interna sumamente privada, contestaba con una misteriosa sonrisa que no tardó en convertirse en una cortina de humo:
– Evidentemente, no podemos revelar nuestras fuentes.
Al preguntarle por qué las revelaciones del año anterior habían sido un fiasco tan rotundo, Erika se volvió aún más misteriosa. Nunca mentía, aunque tal vez no siempre dijera toda la verdad. Off the record, cuando no tenía un micrófono delante, se le escapaban palabras enigmáticas, las cuales, al ser ensambladas como las piezas de un rompecabezas, conducían a unas precipitadas conclusiones. Nació así un rumor, que pronto adquirió proporciones legendarias, según el cual se afirmaba que Mikael Blomkvist no había presentado ninguna defensa en el juicio y había aceptado voluntariamente que lo condenaran a prisión y a pagar una sustanciosa multa porque, de lo contrario, la documentación que debería haber presentado habría conducido irremediablemente a la identificación de su fuente. Se lo empezó a comparar con esos periodistas americanos que prefieren ir a la cárcel antes que revelar una fuente; y le pusieron la etiqueta de héroe con unas palabras tan halagüeñas que le producían sonrojo. Pero no era el momento de desmentir el malentendido.
Todo el mundo estaba de acuerdo en una cosa: la persona que había entregado los documentos tenía que ser alguien del círculo más íntimo y de más confianza de Wennerström. Así se inició un largo debate paralelo sobre la identidad de Garganta Profunda; como posibles candidatos se especulaba con algún colaborador descontento, uno de los abogados o, incluso, la hija cocainómana de Wennerström o algún otro miembro de su familia. Ni Mikael Blomkvist ni Erika Berger dijeron nada. Nunca comentaron el tema.
Erika sonrió contenta, a sabiendas de que habían ganado, cuando uno de los periódicos vespertinos, el tercer día de la persecución mediática, publicó un artículo titulado «La venganza de Millennium». El texto realizaba un adulador retrato de la revista y de sus colaboradores, ilustrado, además, con una foto extremadamente favorecedora de Erika Berger. Empezó a ser conocida como la reina del periodismo de investigación. Ese tipo de cosas daba puntos en el ranking de la sección de Gente, y ya se hablaba del Gran Premio de Periodismo.
Cinco días después de que Millennium disparara la primera salva, el libro de Mikael Blomkvist El banquero de la mafia fue distribuido en las librerías. Lo escribió en Sandhamn, entre septiembre y octubre, durante aquellos días de febril actividad, y fue impreso apresuradamente y con gran secretismo por Hallvigs Reklam, en Morgongåva. Se trataba del primer libro publicado en la nueva editorial con el logo de Millennium. Llevaba una dedicatoria un tanto misteriosa: «A Sally, que me enseñó los efectos benéficos del golf».
Se trataba de un tocho de seiscientas quince páginas en edición de bolsillo. La pequeña tirada inicial de no más de dos mil ejemplares prácticamente garantizaba que no iba a ser un negocio rentable, pero resultó que todos los libros se agotaron en tan sólo un par de días. Erika encargó inmediatamente unos diez mil ejemplares más.
Los críticos constataron que en esta ocasión Mikael Blomkvist no tenía intención de guardarse ni una bala en la recámara en lo referente a las fuentes de su información. Una observación muy acertada. Dos tercios del libro consistían en anexos que eran copias directas de la documentación del ordenador de Wennerström. Al mismo tiempo que se publicaba el libro, Millennium colgó en su página web los textos de aquel material del disco duro de Wennerström en archivos descargables en formato PDF. Cualquiera que tuviera un mínimo interés por el caso podría estudiar la documentación con sus propios ojos.
La extraña desaparición de Mikael Blomkvist formaba parte de la estrategia mediática diseñada por Erika y él. Todos los periódicos del país lo estaban buscando. Mikael no hizo acto de presencia hasta el lanzamiento del libro, cuando participó en una entrevista exclusiva realizada por «la de TV4», quien, así, fulminó a la televisión pública una vez más. Sin embargo, no se trataba de ninguna reunión de amigos: las preguntas eran cualquier cosa menos complacientes.
Al ver la grabación del programa en vídeo, Mikael estuvo particularmente satisfecho con uno de los intercambios de palabras. La entrevista se hizo en directo en un momento en el que la bolsa de Estocolmo se encontraba en caída libre y más de uno de esos mocosos corredores amenazaba con tirarse por la ventana. Mikael fue preguntado por la responsabilidad que tenía Millennium en el estado de la economía de Suecia, a la sazón a punto de irse a pique.
– Decir que la economía de Suecia está a punto de naufragar es una auténtica tontería -replicó Mikael rápido como un rayo.
«La de TV4» se quedó perpleja. La respuesta no seguía el patrón que ella esperaba, de modo que se vio obligada a improvisar. Acto seguido le formuló la pregunta que él había estado esperando:
– Ahora mismo estamos pasando por la peor caída bursátil de la historia de Suecia… ¿Quieres decir que eso es una tontería?
– Hay que distinguir entre dos cosas: la economía sueca y el mercado de la bolsa sueca. La economía sueca está constituida por la suma de todos los servicios y mercancías que se producen en el país día tras día. Son los teléfonos de Ericsson, los coches de Volvo, los pollos de Sean y todos los transportes del país, desde Kiruna hasta Skövde. Eso es la economía sueca. Y hoy se encuentra igual de fuerte que hace una semana. -Hizo una pausa retórica y bebió un trago de agua-. La bolsa es algo completamente diferente. Ahí no hay economía que valga, ni producción de mercancías, ni de servicios. Simples fantasías; de una hora a otra se decide si esta empresa o la de más allá vale no sé cuántos miles de millones más o menos. No tiene absolutamente nada que ver con la realidad ni con la economía sueca.
– ¿Así que quieres decir que no importa nada que la bolsa esté cayendo en picado?
– No, no importa absolutamente nada -contestó Mikael con una voz tan cansada y resignada que sonó como un oráculo. (Esas palabras suyas iban a ser citadas no pocas veces durante el año.) Mikael continuó-: Sólo significa que un montón de especuladores están trasladando sus carteras bursátiles de las empresas suecas a las alemanas. Verdaderas ratas financieras a las que un reportero algo más valiente debería poner en evidencia e identificar como los traidores del país. Son ellos los que sistemática y, tal vez, incluso conscientemente dañan la economía sueca para satisfacer los ánimos de lucro de sus clientes.