Millennium era su proyecto común, pero la revista nunca hubiera sido posible sin la capacidad que ella tenía para buscar financiación. El chico obrero y la chica de clase alta en perfecta combinación. Erika tenía dinero. Ella misma financió los cimientos de la empresa y persuadió tanto a su padre como a varios amigos para que invirtieran considerables sumas en el proyecto.
Mikael había pensado muchas veces en los motivos por los que Erika apostó por Millennium. Era, ciertamente, socia mayoritaria y editora jefe de su propia revista, lo cual le daba el prestigio y la libertad periodística de la que difícilmente podría haber gozado en otro lugar de trabajo. Pero, a diferencia de Mikael, Erika, tras concluir sus estudios universitarios, se había dedicado a la televisión. Era valiente, salía descaradamente bien en pantalla y sabía cómo hacerles frente a los canales de la competencia. Por si fuera poco, tenía buenos contactos en la administración. Si hubiera seguido en esa línea, sin duda habría conseguido un puesto de responsabilidad en alguna cadena televisiva, un trabajo considerablemente mejor pagado. Y, sin embargo, optó por abandonarlo todo y consagrarse a Millennium, un proyecto de alto riesgo que nació en un pequeño y destartalado sótano en el suburbio de Midsommarkransen, pero que tuvo el suficiente éxito para permitirse el traslado, a principios de los noventa, al barrio de Södermalm, a unos locales más amplios y agradables sitos en Götgatan.
Erika también había convencido a Christer Malm para asociarse a la revista. Malm era un famoso gay exhibicionista que, junto con su novio, solía abrir su casa a la prensa del corazón y habitualmente aparecía en la sección de «Gente». El interés mediático por su persona surgió cuando se fue a vivir con Arnold Magnusson, conocido como Arn, un actor formado en el Real Teatro Dramático que no alcanzó su verdadera consagración popular hasta que se metió en un reality show para hacer de sí mismo. Desde entonces, Christer y Arn se convirtieron en un culebrón mediático.
A la edad de treinta y seis años, Christer Malm era un fotógrafo profesional y un diseñador muy solicitado que proporcionaba a Millennium un diseño gráfico moderno y atractivo. Tenía una empresa propia, cuyas oficinas estaban en la misma planta que la redacción de Millennium, y trabajaba en la revista a tiempo parcial, una semana al mes.
Además, Millennium estaba compuesto por dos colaboradores a jornada completa, tres a jornada parcial y una persona en prácticas. Se trataba de una de esas revistas cuyo balance nunca cuadraba del todo, pero que tenía prestigio y colaboradores a los que les encantaba su trabajo.
Millennium no era un negocio lucrativo, pero les daba para pagar gastos, y tanto la tirada como los ingresos por publicidad no dejaban de aumentar. Había adquirido fama de revista desvergonzada y fiable en busca de la verdad.
Ahora, con toda probabilidad, la situación cambiaría. Mikael leyó el breve comunicado de prensa que Erika y él redactaron a primera hora de esa misma tarde y que inmediatamente se convirtió en un teletipo de la agencia TT, ya publicado en la página web de Aftonbladet.
reportero condenado
abandona millennium
Estocolmo (TT) El periodista Mikael Blomkvist abandona el cargo de editor jefe de la revista Millennium, según informa la editora jefe y socia mayoritaria Erika Berger.
«Mikael Blomkvist dimite de Millennium por voluntad propia. Se encuentra fatigado después de los dramáticos acontecimientos de los últimos días y necesita un descanso», ha declarado Erika Berger, quien asume el papel de editora jefe.
Mikael Blomkvist fue uno de los fundadores de la revista Millennium en 1990. Erika Berger no cree que el llamado caso Wennerström vaya a afectar al futuro de la revista «La publicación saldrá, como siempre, el próximo mes -manifestó Erika Berger-. Mikael Blomkvist ha sido una pieza clave en el desarrollo de la revista, pero ya va siendo hora de pasar página.»
Erika Berger ha explicado que considera el caso Wennerström como el resultado de una serie de desafortunadas circunstancias y que lamenta las molestias causadas a Hans-Erik Wennerström. Hasta el momento no ha sido posible contactar con Mikael Blomkvist.
– Me parece horrible -dijo Erika al enviar el comunicado-. La mayoría de la gente va a llegar a la conclusión de que eres un idiota incompetente y yo una hija de puta sin escrúpulos que aprovecha la ocasión para pegarte un tiro en la nuca.
– Teniendo en cuenta los rumores que ya corren sobre nosotros, por lo menos nuestros amigos tendrán algo nuevo sobre lo que cotillear -intentó bromear Mikael. Ella no le vio ninguna gracia.
– No tengo ningún plan B, pero creo que estamos cometiendo un error.
– Es la única solución -replicó Mikael-. Si la revista quiebra, todo nuestro trabajo habrá carecido de sentido. Sabes que ya hemos perdido grandes ingresos. Por cierto, ¿qué pasó con aquella empresa de informática?
Ella suspiró.
– Bueno, esta mañana nos han comunicado que no quieren anunciarse en el número de enero.
– Y Wennerström tiene un considerable paquete de acciones en la empresa. No es ninguna casualidad.
– No, pero podemos buscar otros anunciantes. Quizá Wennerström sea un pez gordo de las finanzas, pero no es el amo del mundo y nosotros también tenemos nuestros contactos.
Mikael puso el brazo alrededor de Erika y la atrajo hacia sí.
– Un día le daremos tan fuerte a Hans-Erik Wennerström que hasta Wall Street temblará. Pero hoy no. Millennium tiene que dejar de ser el centro de atención. No podemos arriesgarnos a que la credibilidad de la revista se vaya completamente a pique.
– Ya lo sé, pero voy a quedar como una verdadera cabrona y tú tendrás que hacer frente a una situación muy incómoda si fingimos que hay un conflicto entre nosotros.
– Ricky, mientras confiemos el uno en el otro tenemos una oportunidad. Hay que tocar de oído y ya va siendo hora de tocar retirada.
Erika reconoció con desgana que había una triste lógica en sus conclusiones.
Capítulo 4 Lunes, 23 de diciembre – Jueves, 26 de diciembre
Erika pasó todo el fin de semana con Mikael Blomkvist. No abandonaron la cama más que para ir al baño o comer un poco, aunque no sólo hicieron el amor; también pasaron horas y horas acostados pies contra cabeza hablando del futuro, sopesando sus consecuencias, sus posibilidades y sus riesgos. El lunes por la mañana, un día antes de Nochebuena, Erika le dio un beso de despedida -until the next time- y volvió a casa, con su marido.
Ese día Mikael lo dedicó, primero, a lavar los platos y a limpiar el apartamento, y luego a dar un paseo hasta la redacción para recoger las cosas de su despacho. No tenía ninguna intención de dejar la revista, pero finalmente consiguió convencer a Erika de que, durante un tiempo, era importante mantener alejado a Mikael Blomkvist de Millennium. A partir de ahora pensaba trabajar desde su casa, en Bellmansgatan.
Se encontraba solo en la redacción. Habían cerrado por Navidad y los empleados ya se habían largado. Estaba clasificando y metiendo papeles y libros en una caja de cartón para hacer la mudanza, cuando sonó el teléfono.
– ¿Me podría poner con Mikael Blomkvist? -preguntó una voz desconocida, que sonaba esperanzada al otro lado de la línea.
– Soy yo.
– Perdone que le moleste el día antes de Navidad. Mi nombre es Dirch Frode. -Mikael apuntó, de manera automática, el nombre y la hora-. Soy abogado y represento a un cliente que tiene muchas ganas de hablar con usted.