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Durante las primeras y confusas veinticuatro horas, las esperanzas de que el asunto tuviera un desenlace rápido y feliz fueron disminuyendo para ser sustituidas, poco a poco, por dos hipótesis. A pesar de las dificultades obvias que Harriet habría tenido para abandonar la isla sin ser descubierta, Morell no quiso ignorar la posibilidad de una fuga. Decidió dictar una orden de búsqueda de Harriet Vanger y ordenó a los agentes que patrullaban en Hedestad que mantuvieran los ojos abiertos por si veían a la chica. También le encargó a un colega de la brigada criminal que entrevistara a los conductores de autobuses y al personal de la estación de tren por si alguien la había visto.

A medida que fueron llegando las respuestas negativas, la probabilidad de que Harriet Vanger hubiese sufrido un accidente aumentó. Durante los días sucesivos, ésa se convirtió en la teoría predominante de la investigación.

La amplia batida realizada dos días después de la desaparición se llevó a cabo -según pudo determinar Mikael- de manera sumamente competente. Policías y bomberos con experiencia en asuntos parecidos organizaron la búsqueda. Pese a que la isla de Hedeby presenta algunas zonas de difícil acceso, la superficie es limitada, de modo que se pudo peinar toda la isla en un solo día. Una barca policía y dos barcos Pettersson voluntarios sondearon lo mejor que pudieron las aguas que rodean la isla.

Al día siguiente la búsqueda continuó con un equipo algo más reducido. Esta vez se enviaron patrullas a repetir la batida por determinadas zonas de terreno especialmente abrupto, así como por un lugar llamado La Fortificación, una serie de búnqueres abandonados, construidos durante la segunda guerra mundial para defender la costa. Ese día también se rastrearon pequeños escondites, pozos, sótanos excavados en la tierra, cobertizos y áticos de todo el pueblo.

Al tercer día de la desaparición, se suspendió la búsqueda. La frustración de Morell podía intuirse en sus notas. Naturalmente, Gustaf Morell aún no era consciente de eso, pero la investigación jamás avanzaría más allá del punto donde se encontraba en aquel momento. Estaba desconcertado y no sabía qué paso dar a continuación o qué lugares deberían seguir rastreando. Todo parecía indicar que a Harriet Vanger se la había tragado la tierra; la tortura de Henrik Vanger, de casi cuarenta años de duración, no había hecho más que empezar.

Capítulo 9 Lunes, 6 de enero – Miércoles, 8 de enero

Mikael continuó leyendo hasta bien entrada la noche, de modo que el día de Reyes se levantó tarde. Al llegar a casa de Henrik Vanger, vio un Volvo azul marino último modelo aparcado justo delante de la puerta. En el mismo momento en que Mikael puso la mano en el picaporte de la puerta, ésta se abrió y un señor de unos cincuenta años salió apresuradamente. Casi chocaron.

– ¿Sí? ¿Le puedo ayudar en algo?

– Voy a ver a Henrik Vanger -contestó Mikael.

Al hombre se le suavizó la mirada. Sonrió y le tendió la mano.

– Ah, tú debes de ser Mikael Blomkvist, el que va a ayudar a Henrik con la crónica familiar.

Mikael asintió y le estrechó la mano. Al parecer, Henrik Vanger había empezado a difundir la cover story de Mikael, la que explicaba por qué se encontraba en Hedestad. El hombre tenía sobrepeso -resultado, sin duda, de muchos años de arduas negociaciones sentado en oficinas y salas de reuniones-, pero Mikael vio enseguida que sus facciones recordaban a las de Harriet Vanger.

– Soy Martin Vanger -le confirmó-. Bienvenido a Hedestad.

– Gracias.

– Te vi en la tele hace unos días.

– Parece que todo el mundo me ha visto en la tele.

– Es que Wennerström… no es una persona muy popular en esta casa.

– Ya me lo ha dicho Henrik. Aunque sigo esperando el final de la historia.

– El otro día me comentó que te había contratado -de repente Martin Vanger se rió-. Dijo que seguramente aceptaste el trabajo por Wennerström.

Mikael dudó un instante antes de decidirse a sincerarse.

– Sí, bueno, ésa ha sido una razón de peso, pero la verdad es que, francamente, necesitaba salir de Estocolmo, y Hedestad apareció en el momento oportuno. Bueno, eso creo. No voy a hacer como si el juicio nunca se hubiera celebrado. Lo cierto es que iré a la cárcel.

Martin Vanger, repentinamente serio, asintió con la cabeza.

– ¿Puedes recurrir la sentencia?

– En este caso no serviría de nada.

Martin Vanger consultó su reloj.

– Debo estar en Estocolmo esta misma tarde, así que me voy ya. Volveré dentro de unos días. Ven a cenar conmigo alguna noche. Me gustaría saber qué ocurrió realmente en aquel juicio.

Volvieron a estrecharse la mano; Martin Vanger bajó las escaleras y abrió la puerta del Volvo. Se dio media vuelta y le gritó a Mikaeclass="underline"

– Henrik está en la planta de arriba. Entra.

Henrik Vanger estaba sentado en el sofá de su despacho; encima de la mesa tenía el Hedestads-Kuriren, el Dagens Industri, el Svenska Dagbladet y los dos diarios vespertinos.

– Acabo de conocer a Martin en la puerta.

– Se ha ido corriendo a salvar el imperio -contestó Henrik Vanger mientras cogía el termo-. ¿Café?

– Sí, por favor -dijo Mikael. Se sentó y se preguntó por qué Henrik Vanger estaba tan risueño.

– Hablan de ti en el periódico.

Henrik Vanger le acercó uno de los vespertinos, abierto por una página que tenía un artículo titulado «Cortocircuito periodístico». Lo firmaba uno de esos columnistas con chaqueta a rayas -antiguo empleado de Finansmagasinet Monopol- que se dio a conocer como experto en criticar y burlarse de toda persona que se comprometiera con un tema o que diera la cara por algo. Las feministas, los antirracistas y los activistas ecologistas se encontraban entre aquellos a los que solía salpicar con la tinta de su sarcástica pluma. En cambio, el columnista jamás manifestaba ni una sola opinión controvertida propia. Al parecer, en la actualidad se dedicaba a meterse con los medios de comunicación; ahora, unas cuantas semanas después del juicio del caso Wennersrtöm, le tocaba el turno a Mikael Blomkvist, quien -mencionado con nombre y apellido- era descrito como un completo idiota. A Erika Berger la presentaba como una rubia tonta e incompetente.

Corre el rumor de que Millennium -a pesar de que la redactora jefe sea una feminista con minifalda que saca morritos en televisión- está a punto de irse a pique. Durante vanos años, la revista ha sobrevivido gracias a la imagen que la redacción ha conseguido promocionar jóvenes periodistas dedicados al periodismo de investigación. que desenmascaran a los malos de la película del mundo empresarial. Ese truco de marketing quizá funcione entre los jóvenes anarquistas deseosos de oír precisamente ese mensaje, pero no tiene ningún éxito en los juzgados. Kalle Blomkvist acaba de experimentarlo en sus propias carnes

Mikael encendió el móvil para ver si Erika lo había llamado. No tenía mensajes Henrik Vanger aguardó sin hacer comentarios; Mikael se dio cuenta de que el viejo pensaba dejarle romper el silencio a él.

– ¡Menudo idiota! -exclamó Mikael.

Henrik Vanger se rió, pero comentó sin sentimentalismos:

– Puede. Pero no es él quien ha sido condenado en los juzgados.

– Cierto. Y nunca lo será. Nunca dice nada original ni propio, pero siempre se sube al tren y se apunta a tirar la última piedra en los términos más humillantes posibles.

– He conocido a muchos como él en mi vida. Un buen consejo, si me lo permites, es ignorarlo cuando hace ruido, no olvidar nada y pagarle con la misma moneda en cuanto tengas ocasión. Pero ahora no, porque te lleva ventaja.

Mikael no supo qué decir.

– A lo largo de todos estos años he tenido muchos enemigos y hay una cosa que he aprendido: nunca entres en la batalla cuando tienes todas las de perder. Sin embargo, jamás dejes que una persona que te ha insultado se salga con la suya. Espera tu momento y, cuando estés en una posición fuerte, devuelve el golpe, aunque ya no sea necesario hacerlo.