En el mismo momento en que se le ocurrió la idea, se dio un golpe en la frente con la palma de la mano y se abalanzó sobre su iBook. Cliqueando, sacó las fotos no encuadradas de la serie de Järnvägsgatan y miró… ¡allí!
Detrás de Harriet Vanger y aproximadamente a un metro, a su derecha, había una joven pareja; el hombre llevaba un jersey a rayas y la mujer una cazadora clara y una cámara en la mano. Al aumentar la imagen vio que parecía ser una Kodak instamatic con flash incorporado: una de esas cámaras baratas que la gente con muy pocos conocimientos de fotografía utiliza en vacaciones.
La mujer sostenía la cámara a la altura de la barbilla. Luego la levantaba y fotografiaba a los payasos, justo en el momento en que la expresión de la cara de Harriet cambió.
Mikael comparó la posición de la cámara con la línea de visión de Harriet. La mujer había fotografiado casi exactamente lo que estaba viendo Harriet.
Mikael advirtió que su corazón latía aceleradamente. Se inclinó hacia atrás y buscó el paquete de tabaco en el bolsillo de su camisa. Alguien había hecho una foto. Pero ¿cómo podría identificar a la mujer? ¿Cómo hacerse con esa foto? ¿Habría sido revelado ese carrete? Y, en ese caso, ¿se hallaría la fotografía en algún lugar?
Mikael abrió el archivo de las fotos con el trasiego de gente durante la fiesta. Durante una hora se dedicó a aumentarlas todas y las examinó centímetro a centímetro. Hasta que no llegó a la última no volvió a descubrir a la pareja. Kurt Nylund había sacado una fotografía de otro payaso que posaba delante de su cámara con globos en la mano y la típica sonrisa dibujada en la boca. La imagen se había tomado en el aparcamiento aledaño a la entrada del estadio deportivo, donde se había instalado la feria. Debió de ser después de las dos; luego Nylund fue advertido del accidente del camión y dejó de cubrir los acontecimientos del Día del Niño.
La mujer estaba oculta casi por completo, pero se veía claramente de perfil al hombre del jersey a rayas. Llevaba unas llaves en la mano y se inclinaba hacia delante para abrir la puerta de un coche. El payaso, en primer plano, estaba enfocado, y el coche se veía algo borroso. La matrícula se encontraba parcialmente tapada, pero empezaba con AC3.
Las matrículas de los coches de los años sesenta comenzaban con una letra de la provincia, y de niño Mikael había aprendido a identificar la procedencia de los coches. AC era el código de la provincia de Västerbotten.
Luego, Mikael descubrió otra cosa. En el cristal trasero había una pegatina. Hizo un zoom, pero el texto se convirtió en una borrosa mancha. Seleccionó, entonces, la pegatina y empezó a trabajar con el contraste y la nitidez. Le llevó un buen rato. Seguía sin poder leer el texto pero, guiado por las borrosas formas, intentaba deducir de qué letras podría tratarse. Muchas se parecían tanto que resultaba fácil confundirlas. Una D se podía confundir con una O, igual que la N con la H y muchas otras. Después de intentar ensamblar las piezas del rompecabezas con lápiz y papel, eliminando letras, consiguió un texto incomprensible:
ARP NT R A D R J Ö
Fijó la mirada hasta que se le saltaron las lágrimas. De repente el texto completo apareció claramente ante sus ojos: CARPINTERÍA DE NORSJÖ, seguido por signos más pequeños, imposibles de leer, pero que tal vez correspondieran a un número de teléfono.
Capítulo 17 Miércoles, 11 de junio – Sábado, 14 de junio
La tercera pieza del rompecabezas la obtuvo gracias a una inesperada ayuda.
Tras haber trabajado con las fotos toda la noche, se quedó profundamente dormido hasta las primeras horas de la tarde. Se despertó con cierto dolor de cabeza, se duchó y subió al Café de Susanne para desayunar. Le costaba ordenar sus ideas. Debería acercarse a casa de Henrik Vanger e informarle del hallazgo. Pero, en su lugar, pasó por casa de Cecilia Vanger y llamó a la puerta. Quería preguntarle qué estuvo haciendo en la habitación de Harriet y por qué había mentido sobre su presencia allí. Nadie abrió.
Ya se disponía a marcharse cuando escuchó una voz:
– Tu puta no está.
Gollum había salido de su cueva. Era alto, medía casi dos metros, pero estaba tan encorvado por la edad que sus ojos se encontraban al nivel de los de Mikael. Tenía toda la piel manchada de oscuros lunares. Vestía pijama y bata marrón y se apoyaba en un bastón. Parecía uno de esos típicos viejos malvados de las películas de Hollywood.
– ¿Qué has dicho?
– He dicho que tu puta no está en casa.
Mikael se acercó tanto que casi le rozó con la nariz.
– Estás hablando de tu propia hija, cabrón de mierda.
– No soy yo el que viene rondando por aquí por las noches -respondió Harald Vanger con una sonrisa desdentada.
Olía mal. Mikael lo esquivó y siguió su camino sin darse la vuelta. Subió a ver a Henrik Vanger y lo encontró en su despacho.
– Acabo de conocer a tu hermano -dijo Mikael con un enfado mal disimulado.
– ¿Harald? Anda, así que se ha atrevido a salir. Lo suele hacer alguna vez al año.
– Estaba llamando a la puerta de Cecilia cuando apareció. Dijo, y cito literalmente, «Tu puta no está en casa».
– Sí, eso suena a frase de Harald -contestó Henrik tranquilamente.
– Ha llamado puta a su propia hija.
– Lleva mucho tiempo haciéndolo. Por eso no se hablan.
– ¿Por qué?
– Cecilia perdió su virginidad cuando tenía veintiún años. Ocurrió aquí en Hedestad; fue un amor de verano, el siguiente a la desaparición de Harriet.
– ¿Y?
– El hombre del que se había enamorado se llamaba Peter Samuelsson y trabajaba de asistente en el departamento de economía de las empresas Vanger. Un chico espabilado. Hoy en día trabaja para ABB. Si ella hubiese sido mi hija, yo me habría sentido muy orgulloso de tenerlo como yerno. Sin embargo, tenía un defecto.
– No me digas que es lo que me temo.
– Seguro que Harald le midió la cabeza o investigó su árbol genealógico, o qué sé yo. El caso es que descubrió que tenía una cuarta parte de judío.
– Dios mío.
– Desde ese momento empezó a llamarla puta.
– ¿Él sabe que Cecilia y yo…?
– Posiblemente lo sepa todo el pueblo, a excepción, tal vez, de Isabella; nadie en su sano juicio le contaría nada. Además, ella, gracias a Dios, tiene el detalle de irse a dormir hacia las ocho de la noche. Harald ha seguido, sin duda, cada uno de los pasos que has dado.
Mikael se sentó con cara de tonto.
– ¿Quieres decir que todo el mundo sabe…?
– Claro que sí.
– ¿Y tú no lo desapruebas?
– Pero, por favor, Mikael; eso no es asunto mío.
– ¿Dónde está Cecilia?
– Ya ha terminado el curso escolar. El sábado pasado cogió un vuelo a Londres para visitar a su hermana; luego se irá de vacaciones a… mmm, creo que a Florida. Volverá dentro de un mes o algo así.
Mikael se sintió aún más tonto.
– Es que, por decirlo de alguna manera, hemos dejado aparcada, de momento, nuestra relación.
– Entiendo, pero sigue siendo un asunto que no me incumbe. ¿Qué tal va el trabajo?
Mikael se sirvió café del termo de Henrik y miró al viejo.
– He encontrado nuevo material y creo que voy a necesitar un coche.
Mikael tardó un buen rato en dar cuenta a Henrik de sus conclusiones. Sacó su iBook de la bolsa y puso en marcha la serie de fotos que mostraban la reacción de Harriet en Järnvägsgatan. También le enseñó cómo había dado con la pareja de la cámara de fotos, y con la pegatina de la carpintería de Norsjö. Terminada su explicación, Henrik Vanger le pidió ver, una vez más, la película de fotografías en serie que había hecho Mikael.