– Lo sé -dijo Bella, para quien el problema no sería fingir que estaba enamorada de Josh sino fingir que no lo estaba.
– Será difícil para los dos. A Josh no le hará ninguna gracia ver a Aisling con otro hombre. Ni siquiera una persona tan tranquila como él puede pasar por ese trago sin que le afecte.
– ¿Qué estás intentando decir, Kate?
– Que tengas cuidado. Sé que Josh y tú sois muy amigos, pero os encontraréis en una situación muy íntima y es fácil imaginar que… acabaréis buscando consuelo.
– Pensé que Phoebe y tú queríais que acabásemos juntos -dijo Bella entonces, intentando bromear.
– Josh se merece algo más que una novia que no sabe lo que quiere y tú mereces algo más que ser su novia de rebote.
Bella seguía pensando en aquella conversación cuando fue a comer con Josh unas horas más tarde. Kate tenía razón, lo sabía, y tendría cuidado, pero cuando su jefa, a regañadientes, aceptó que se tomara una semana libre estuvo a punto de dar saltos de alegría.
Se sentía como en los viejos tiempos. Era sábado, iba a comer con Josh y los dos estaban relajados, charlando y riendo como si la tensión de la noche anterior no hubiera existido. Tanto que Bella debía recordarse a sí misma el asunto de Aisling. Pero Josh no la había olvidado.
– He llamado a Aisling esta mañana.
– ¿Y qué tal se lo ha tomado?
– Bien. Le dije que tú irías en su lugar y me ha prometido que ni ella ni Bryn le dirán a nadie que no somos una pareja. Y si ellos no dicen nada será fácil convencer a los demás. Sólo necesitas un anillo de compromiso.
Bella se miró los dedos. Llevaba un anillo de plata, pero nadie pensaría que era un anillo de compromiso. Necesitaba un diamante, de mentira claro. Tenía pendientes de fantasía y varios collares, pero…
– Yo no tengo ningún anillo.
– Te compraré uno -dijo Josh, levantándose-. Venga, vamos ahora mismo.
– ¡No puedes comprarme un anillo de compromiso!
– ¿Por qué no?
– Pues… porque no me parece bien. ¿Qué pasó con el anillo que le compraste a Aisling?
– Le he dicho que puede quedárselo.
– ¿Y se lo ha quedado? -preguntó Bella, indignada.
– ¿Qué iba a hacer yo con él?
– ¡Podrías haberlo devuelto!
Josh abrió la puerta del restaurante.
– Yo creo que eso hubiera sido un poco mezquino, ¿no?
– No me puedo creer que Aisling se haya quedado con el anillo después de lo que te ha hecho. Debió costarte una fortuna… De verdad, Josh, a veces eres demasiado bueno.
– Si me hubiera tirado el anillo a la cara hubiera sido mucho peor. Además, a Aisling le encanta ese anillo y si quería conservar algo mío, no me importa.
Bella se mordió los labios. No debía hablar mal de ella. Que Josh pusiera buena cara no significaba que no le hubiese hecho daño. Quizá incluso pensaba que Aisling quería conservar el anillo porque se acordaba de él.
Y cuando Aisling se diera cuenta de que Josh era un hombre generoso que le había dejado darle una patada y marcharse con un anillo que valía un dineral, seguramente se lo pensaría dos veces.
– Comprar dos anillos me parece tirar el dinero.
– Esta semana no voy a pagar por nada más así que puedo considerarlo un gasto justificado ¡Y si así consigo el contrato incluso podría deducirlo de mis impuestos! -rió Josh-. Mira, ahí es donde compré el anillo de Aisling.
– No podemos comprarlo en la misma joyería -protestó Bella.
No había precios en el escaparate y eso era una mala señal. Pero él no parecía intimidado.
– ¿Por qué no?
– Puede que recuerden que hace poco compraste otro anillo de compromiso.
– Tonterías. Venga, vamos. Deben de tener miles de clientes, no se acordarán de mí.
– Buenas tardes -sonrió el joyero-. Me alegro de volver a verlo, señor.
– ¿Lo ves? -murmuró Bella.
Pero Josh no parecía arrepentido.
– Queremos ver anillos de compromiso.
– Por supuesto. ¿Ha pensado en algo en particular? ¿Diamantes, esmeraldas?
– No, esmeraldas no. La última vez compramos esmeraldas -sonrió Josh-. Pero esta señorita es diferente. ¿Tienen zafiros?
– Debe de estar pensando que eres un don Juan -murmuró Bella cuando el joyero se alejó para buscar la bandeja de zafiros.
– No es asunto suyo. Pero si cree que voy a venir a menudo igual me ofrece un descuento.
Bella miró, encantada, la bandeja de anillos que el hombre colocó frente a ella.
El problema era que no había etiquetas con los precios.
– No elijas el más pequeño. Elige uno que te guste de verdad -dijo Josh.
– No sé… -Bella eligió un anillo con un zafiro rodeado de diamantes.
– Pruébatelo.
– Pero es que…
– No te preocupes por el precio. Si así te sientes mejor, lo devolveré la semana que viene.
– Sí, bueno, si tú lo dices… Pero éste no, seguro que es demasiado caro. ¿Qué tal éste?
Por fin, eligieron un anillo con un zafiro cuadrado que le quedaba de maravilla. Nunca había llevado algo tan bonito y después de ponérselo no estaba segura de querer quitárselo.
Pero pensaría en ello más tarde, se dijo. Nada había cambiado. No podía decirle a Josh lo que sentía, pero tenían por delante una semana de vacaciones… y un anillo que brillaba como el sol.
– Es precioso. Te aseguro que no lo perderé.
– Por tu bien -sonrió Josh-. Espera un momento, voy a la caja.
Bella se preguntó qué pensaría el joyero. Seguramente, que Josh era el tipo de hombre que tenía mujeres esperando a la cola para casarse con él. Josh, un hombre tan decente, tan bueno. Aun así, el joyero no sabía nada y sería divertido hacerle pensar que era un casanova.
– Eres un cielo -exclamó, echándole los brazos al cuello-. Te daré las gracias adecuadamente cuando lleguemos a casa.
Pero si quería que el joyero lo envidiase no podía darle un besito en la mejilla. Entonces, sin pensar, le dio un beso en los labios. Y no le pareció raro, ni atrevido, le pareció completamente normal.
Josh le pasó un brazo por la cintura. El problema fue que, una vez empezado el beso, Bella no sabía cómo terminarlo.
Peor, no quería hacerlo.
Con un esfuerzo sobrehumano, apartó la cara… para volver a besarlo inmediatamente. Y entonces fue Josh quien parecía no querer apartarse.
Era como si aquellos besos tuvieran vida propia y, de repente, se volvieron peligrosos. Bella sintió un escalofrío de miedo. Josh debió sentir lo mismo porque levantó la cabeza.
Se miraron a los ojos durante unos segundos, sorprendidos los dos.
– Será mejor que nos vayamos.
El joyero, con una sonrisa de complicidad, estaba colocando los anillos y Bella intentó recuperar la calma. Siempre había pensado que eso de «me tiemblan las rodillas» era un tópico, pero le estaba pasando de verdad. No sólo las rodillas, estaba temblando de pies a cabeza.
Josh tomó su brazo para llevarla hacia la puerta y una vez fuera de la joyería la soltó abruptamente.
Capítulo 6
TE IMPORTARÍA decirme qué ha pasado -le espetó, una vez en la calle. Y Bella notó, irritada, que Josh parecía muy tranquilo.
– Sólo era una broma -contestó, pero la voz le había salido temblorosa.
Le contó a Josh su plan para impresionar al joyero, pero sonó a estupidez, a cosa de niños.
– No quiero que pienses que no te lo agradezco, pero ya le había contado yo la verdad.
– ¿Qué?
– Me imaginé lo que estaba pensando y no quería dar la imagen de un casanova.
– Qué típico de ti. Pues debe haber pensado que yo era una idiota.
– No lo creo. Además, ahora soy su cliente favorito. No sólo le compro joyas, además le doy espectáculo gratuito-rió él.
Qué humillante. Bella intentó sentirse ofendida, pero con Josh era difícil. Y era más fácil tratar el incidente como una broma, sobre todo después de aquellos besos…