Se sentía un poco raro. Él, que nunca había estado enfermo, empezó a preguntarse si le pasaba algo. Eso explicaría su incapacidad para concentrarse, por ejemplo. O quizá estaba cansado.
Bella estaba hablando con otra mujer.
– Me encanta tu anillo. Es precioso.
– Gracias, es mi anillo de compromiso -contestó Bella, muy coqueta.
– ¿Lleváis mucho tiempo prometidos?
– No, sólo desde el viernes.
– Qué romántico.
– La verdad es que nos conocemos desde hace muchos años.
– ¿Y por qué habéis decidido casaros ahora?
Bella miró a Josh y después se volvió hacia la mujer.
– Ha sido algo curioso. Un día lo miré y me di cuenta de que quería pasar el resto de mi vida con él.
– ¿Y él sentía lo mismo?
– Eso tendrás que preguntárselo a Josh.
Era muy convincente, desde luego, pensó Josh. Casi lo había convencido de que era verdad. Unos segundos después, Aisling se acercó a él, contrita.
– Oye, quiero darte las gracias. Podrías habérmelo puesto muy difícil.
– ¿Por qué iba a hacerlo? A los dos nos interesa el contrato con C.B.C.
– Espero que sepas que nunca quise hacerte daño.
– No te preocupes. Me alegra verte feliz -dijo Josh.
– Y espero que tú también lo seas.
Involuntariamente, Josh miró a Bella.
– Hubiera sido un error casarme contigo. Bella siempre habría estado entre los dos -dijo Aisling entonces.
– Ella no es así -replicó Josh, indignado.
– Quizá no lo sea, pero habría estado entre nosotros de todas formas. No me sorprendió nada saber que vendría en mi lugar. Siempre pensé que estabas enamorado de ella.
Josh sintió como si acabara de entrar en un túnel oscuro.
– Eso es una bobada. Bella y yo sólo somos buenos amigos. Nos has visto juntos, Aisling. No estamos enamorados.
Aisling sonrió.
– ¿De verdad?
¿Enamorado de Bella? No podía ser. ¿De qué estaba hablando? La quería, por supuesto, como se quiere a una hermana.
Aunque él no sabía qué perfume usaba su hermana. No podía cerrar los ojos y recordar cada rasgo del rostro de su hermana, incluso las pestañas. Y, aunque la quería mucho, no se sentía mejor sólo por estar a su lado.
Como le pasaba con Bella.
Estaba enamorado de ella.
Era como si el mundo se hubiera puesto patas arriba. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Cómo había ocurrido?
– ¿Qué quería Aisling? -preguntó Bella entonces, acercándose.
– No, nada…
Sólo quería hacerlo dudar, pensó. Sólo quería que se volviera loco.
– Quería darme las gracias -dijo por fin, intentando recuperar la calma.
– ¿Por qué?
– Por ser tan comprensivo.
– Ya podía serlo ella -replicó Bella-. ¿Te ha dicho algo más?
– Que hubiera sido un error casarse conmigo.
– Pues no es la única que lo piensa. He estado hablando con Sally y me ha dicho que se alegra de que hayas cortado con ella.
Josh la miró, pensativo.
– ¿Te pasa algo?
– No, nada. Es que Aisling ha dicho una cosa…
Bella se sintió culpable. A pesar de todo, Josh había estado enamorado de Aisling y ella no dejaba de hacer comentarios desagradables sobre su ex prometida.
– Lo siento, perdóname.
– No es culpa tuya -murmuró él, como si estuviera pensando en otra cosa.
¿Qué le habría dicho Aisling? Fuera lo que fuera, le había dolido.
– Todo saldrá bien, Josh.
– ¿Tú crees?
El hotel estaba situado bajo una colina cubierta de exuberante vegetación, frente a una playa de arena blanca en medio del océano Índico. Todo era de un verde imposible y el mar de un azul casi transparente. En contraste con la grisura de Londres, aquello parecía casi irreal.
El autobús los dejó en el bar del hotel y allí fueron recibidos por la representante de C.B.C., una joven rubia que se presentó como Cassandra, que iba de grupo en grupo con un cuaderno en la mano.
– ¿Josh Kingston? Ah, aquí está -sonrió, mirando a Bella-. Su mujer, supongo.
– Mi prometida. Bella Stevenson.
– ¿Ah, sí? Yo me caso el año que viene -sonrió Cassandra, mostrando su anillo-. Deberíamos intercambiar impresiones.
Bella sonrió también.
– Aún no hemos pensado en la boda. Acabamos de comprometernos.
– Puedo prestarte revistas de novia. Así podrás leerlas en la playa.
¿Qué podía decir, que ella no iba a necesitar revistas?
– Muchas gracias.
– Os va a encantar la habitación. Es muy romántica -sonrió Cassandra.
Sería romántico si las circunstancias fueran diferentes. Si Josh no estuviera enamorado de Aisling, por ejemplo, pensó Bella.
La habitación era maravillosa, con un balcón que daba al mar… pero lo primero que vio fue la cama de matrimonio, una cama enorme con sábanas de lino y pétalos de flores sobre las almohadas.
– Muy romántico -le dijo a Josh. Intentaba fingir que la situación le parecía divertida, pero no era así-. Cassandra tenía razón. Una pena que no hayan dejado una botella de champán. Si vamos a fingir que estamos prometidos, por lo menos disfrutemos del asunto.
Josh no contestó y Bella se dio cuenta de que parecía preocupado. La charla con Cassandra debía haberle recordado su fracaso con Aisling.
Pensó que después del largo viaje todo sería más fácil, pero… Durante las largas horas en el avión había tenido que hacer un esfuerzo para concentrarse en el libro que estaba leyendo, pero no fue capaz. Porque no podía dejar de mirarlo de reojo. Habría sido tan fácil apoyar la cabeza en su hombro, echarle los brazos al cuello…
Pero tendría que darle tiempo. Y espacio. Mejor guardar las distancias que recordarle continuamente que estaba con la mujer equivocada.
Bella miró la cama de nuevo. Aunque iba a ser difícil mantener las distancias por la noche.
Era absurdo soñar que ocurriese algo, era absurdo soñar que caerían sobre esa cama riendo y besándose, quitándose la ropa para hacer el amor arrullados por el sonido del mar.
No, lo que debería hacer era dejar en paz a Josh.
Capítulo 7
JOSH apenas se había fijado en la cama. Estaba en el balcón, en silencio, mirando el mar. A Bella le dio un vuelco el corazón. No podía soportar verlo tan triste.
– Es un paisaje precioso, ¿verdad? ¿Te apetece que vayamos a nadar?
– Ahora mismo, no. Voy a ducharme.
– Ah, muy bien. Bueno… yo voy a nadar un rato.
Era como si estuviese intentando evitarla deliberadamente.
Mientras se ponía el biquini, Bella se dijo a sí misma que era una estupidez sentirse ofendida, que era normal que Josh estuviera triste.
Pero, por primera vez, le dio vergüenza estar en biquini delante de él. La había visto miles de veces así, pero las circunstancias habían cambiado y decidió cubrirse con un pareo.
– Nos vemos más tarde.
– Muy bien -dijo Josh, sin mirarla.
Pero la miró cuando paseaba por la playa, su pelo rubio iluminado por la luz del sol.
Cuando se miró las manos, le temblaban. ¿Cómo iba a soportar aquella semana?
Todo era culpa de Aisling. Si no hubiera dicho nada, él habría seguido como hasta entonces, confuso por la atracción que sentía por Bella, pero capaz de echarle la culpa al rechazo de Aisling, capaz de decirse a sí mismo que no pensaba con claridad.
Pero ya no podía hacerlo. Todo estaba demasiado claro. Hasta que Aisling lo dijo, él no había considerado la profundidad de sus sentimientos por Bella, pero tenía razón. Claro que estaba enamorado de ella y seguramente siempre lo había estado.
Mientras podía decirse a sí mismo que la quería como amigo todo iba bien, pero ya no podía decirse eso. No sólo quería a Bella, la necesitaba y la deseaba tanto que le temblaban las manos sólo con mirarla. Estaba deseando acariciarla, explorar su cuerpo, hacerla suya…