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Pero no podía ni pensar en ello. Bella había dejado claro que sólo estaba allí como amiga y no podía aprovecharse de ella, especialmente en aquel momento, cuando era tan vulnerable por su ruptura con Will.

Y aunque pudiese decirle que la quería, ¿por qué iba ella a creerlo? No podía estar prometido con una mujer y unos días más tarde estar enamorado de otra, se recordó Josh a sí mismo. Si Aisling no hubiera decidido que su amor por Bryn era más fuerte, se habría casado con ella.

¿O no? Su compromiso siempre había tenido un aire de irrealidad para Josh. La sugerencia del compromiso partió de Aisling y él aceptó porque le parecía lo más lógico.

Ahora entendía que sólo había querido olvidarse de Bryn, pero no estaba resentido. Todo lo contrario; se alegraba infinitamente de que le hubiese dicho la verdad antes de que fuera demasiado tarde.

Y no podía pensar en nada más que en Bella. En su piel, en el brillo de su pelo, en su forma de caminar, en su risa, en el perfume que iba con ella a todas partes.

Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abrazarla en el avión. Y aquella noche tendrían que dormir juntos… ¿cómo iban a hacerlo?

El contrato, se recordó a sí mismo. Si se concentraba en eso, quizá podría controlar un poco la situación.

Cuando se cansó de estar en el balcón, Josh decidió bajar a tomar algo al bar y se encontró con su ex prometida. Y, para aprovechar el tiempo, decidieron estudiar la estrategia de la semana, qué querían contar y qué ejecutivos debían ser su objetivo.

Se sentía un poco mejor. Ducharse y ponerse a trabajar era justo lo que necesitaba. Afortunadamente, Aisling también estaba deseando aprovechar el tiempo y así se sentían cómodos. De hecho, era difícil recordar que hubieran tenido otro tipo de relación.

Josh estaba felicitándose a sí mismo cuando Bella entró en el bar, descalza. Llevaba el pareo atado a la cintura y tenía el pelo mojado todavía. Estaba guapísima.

Inevitablemente, había hecho un montón de amigas en la playa y entraban riendo, sin fijarse en ellos.

Josh no reconoció a ninguna de las mujeres, pero sí reconoció las expresiones lujuriosas de los hombres que miraban a Bella. Debería ponerse algo de ropa, pensó, irritado.

– Perdona -le dijo a Aisling-. ¿Qué estabas diciendo?

Intentó seguir trabajando, pero era difícil concentrarse. Y mucho más cuando Bella se acercó a la mesa.

– Hola. ¿Dónde está Bryn?

– Durmiendo -contestó Aisling-. Está acostumbrado a viajar en business y no ha podido pegar ojo en esos asientos tan pequeños.

– Ah, qué pena. Podríais haber cambiado los billetes, si los asientos os parecían tan incómodos.

– Uno de los propósitos de esta semana es crear espíritu de equipo- replicó Aisling, con igualmente «sincera» amabilidad-. No viajar con el resto del grupo no habría quedado como un gesto muy solidario.

– Bueno, veo que estáis trabajando, así que no os molesto más. Nos vemos más tarde.

Josh la siguió con la mirada. Dos hombres se habían unido al grupo… y seguramente no podían creer su suerte. Uno de ellos era calvo, el otro tenía barriga. ¿Dónde estaban sus mujeres?

– ¿Por qué no le dices lo que sientes? -le preguntó Aisling entonces.

– ¿Cómo?

– No puedes dejar de mirarla, Josh. ¿Por qué no le dices que estás enamorado de ella?

– No puedo -contestó él-. Bella está enamorada de otro hombre y aunque no lo estuviera, no quiero arruinar nuestra amistad.

Aisling lo miró con curiosidad.

– Qué raro. Llevas toda tu vida arriesgándote… no habría pensado que fueras un cobarde. Te arriesgaste conmigo, ¿no?

– No es lo mismo.

– ¿No merece la pena arriesgarse por Bella?

– Es demasiado importante como para eso -murmuró Josh entonces-. No quiero perderla.

– Quizá a ella le pasa lo mismo. ¿Lo has pensado? Desde luego, no le caigo nada bien. Está celosa, Josh.

– No, lo que pasa es que Bella es muy protectora. Ella cree que me has hecho daño. Además, acaba de cortar con Will y sé que estaba enamorada de él.

– Pero…

– Vamos a dejarlo, Aisling -la interrumpió Josh-. Quiero que repasemos esto de nuevo…

Pero era imposible concentrarse oyendo la risa de Bella a su espalda.

– ¿Quieres que lo dejemos? -preguntó Aisling.

– Tienes razón -suspiró él-. Lo mejor será que nos reunamos con ellos.

Después de invitarla a una copa en la barra, se acercaron a la mesa y Josh miró al hombre que estaba sentado al lado de Bella en el sofá… demasiado cerca en su opinión.

– ¿Le importa?

– No, no, en absoluto.

Estaba preciosa con aquel biquini rojo. Y, a pesar de la crema protectora, su piel había empezado a adquirir un tono tostado…

Josh tuvo que tragar saliva. Cuánto le hubiese gustado que desapareciera todo el mundo para poder tocarla, para poder tumbarla en aquel sofá con estampado de flores tropicales y…

– Hola a todo el mundo. Perdona, Josh, te he asustado -sonrió Cassandra al ver que daba un respingo-. ¿Lo estáis pasando bien? Necesito saber quién quiere apuntarse al curso de esquí acuático. ¿Quién se apunta?

– Yo no quiero hacer esquí acuático -dijo Bella-. Prefiero quedarme en la playa con un buen libro.

– ¿Y los demás, alguien se apunta al curso?

– Bryn quiere ir de pesca, pero a mí me gustaría aprender a hacer esquí acuático -dijo Aisling.

– Estupendo. ¿Alguien más?

Josh vaciló, pero la piel desnuda de Bella lo estaba poniendo tan nervioso que tomó una decisión.

– Yo también quiero hacer el curso.

– ¡Pero si ya sabes hacer esquí acuático! -exclamó Bella-. No tienes que hacer un curso.

– No hay nada malo en refrescar viejas nociones.

– ¿Alguien más se apunta? -preguntó Cassandra.

– Yo no, ya tengo suficientes emociones en casa, con los niños -rió una mujer.

– Entonces, sólo Josh y Aisling para el curso -anotó Cassandra en su cuaderno-. Bueno, voy a buscar a alguien que haga de carabina para que Bryn y Bella no tengan que preocuparse -añadió, con una irritante risita.

– Yo no estoy preocupada -dijo Bella.

Pero estaba furiosa con Josh. ¿Por qué no se alejaba de la tentación? Si estaba dispuesto a hacer el ridículo yendo tras Aisling con la lengua fuera, era su problema. Pero podía pensar en cómo la hacía quedar a ella.

– Te admiro por ser tan independiente -dijo una de sus compañeras-. Cuando mi marido y yo éramos novios no me separaba de él, por si acaso.

– A mí no me da miedo -dijo Bella, poniendo una mano sobre la pierna de Josh.

Pero al hacerlo notó que él daba un respingo. Genial, ¿por qué no se levantaba y se ponía a gritar a pleno pulmón que no quería que lo tocase?

Pero no podía ser porque ella estaba haciendo su papel. Aunque Josh no supiera hacerlo.

– Sé que mi novio nunca me sería infiel. ¿Verdad, cielito?

Conociendo a Josh, odiaría que lo llamase cielito. Peor para él. Si se portase como tenía que hacerlo, ella no tendría que usar diminutivos.

– Nunca -dijo Josh, con una voz extrañamente ronca.

– ¿Has leído la revista que te di, Bella? -preguntó entonces Cassandra.

– Sí, está muy bien.

Siempre había pensado que leer revistas de novias si una no va a casarse daba mala suerte, pero era una pena no mirar esos vestidos tan bonitos. Además, Cassandra había insistido tanto…

– ¿Sabes una cosa? Creo que deberíamos organizar el banquete al estilo árabe -dijo entonces, burlona-. Yo podría llevar un vestido inspirado en Las mil y una noches y tú irías vestido de jeque…

– Ni muerto.

– Venga, sería muy divertido. Y muy apropiado, además. Tú has pasado mucho tiempo en el desierto.

– Y también paso mucho tiempo en Inglaterra. No pienso ir más allá de un chaqué.