Sí, Bella lo sabía muy bien.
Afortunadamente alguien gritó entonces que los dos hombres volvían al barco. No estaba claro qué le había dicho Josh pero a juzgar por la expresión de Bryn no debía haber sido nada agradable.
– No sé por qué tenemos que volver. Esas nubes están muy lejos de aquí. Además, a mí no me da miedo una tormenta tropical.
– Aquí no tenemos refugio, Bryn.
– Puede que nos mojemos un poco, pero no pasa nada. Las tormentas tropicales duran sólo unos minutos -insistió él.
– Esto va a ser algo más que una tormenta tropical -dijo Josh entonces-. Tenemos que poner rumbo a la isla más cercana. Este barco no está hecho para soportar una tormenta fuerte con doce personas a bordo.
– Yo digo que nos quedemos aquí -insistió Bryn-. ¿Quién está conmigo?
– No habrá votación -dijo Josh, encarándose con él. Bella sintió un escalofrío. Nunca lo había visto así y se alegraba de que la furia no fuese dirigida a ella-. Se acerca una tormenta y no estoy dispuesto a arriesgar la vida de Bella ni la de los demás en mar abierto. Vamos a volver ahora mismo, así que sugiero que te sientes y te calles.
Bryn se sentó. Josh se acercó a Elvis, que no parecía saber qué hacer.
– Muy bien, chico. A toda vela.
– ¿Por qué le da órdenes a todo el mundo? -protestó Bryn-. Si me hubieran dicho que iba a entrar en el ejército, no me habría apuntado a este viaje.
– Una pena que lo hayas hecho -murmuró Cassandra.
– Josh sabe lo que está haciendo -dijo Bella, nerviosa.
– Sí, es verdad. Cállate, Bryn -le espetó Aisling entonces.
Hacía mucho calor. El agua era tan clara que podían ver a los peces que nadaban cerca del barco. Pero había algo raro en aquella idílica escena. Por delante todo parecía perfecto, pero si miraban hacia atrás, la nube negra parecía perseguirlos de forma inexorable, acercándose cada vez más.
– ¿No puede ir más rápido, Elvis? -preguntó Josh.
– No, señor. Ya va a toda velocidad.
– Bueno, no pasa nada.
Todos empezaron a parecer más positivos, pero Bella sospechaba que era por la actitud de Josh.
– ¿Crees que nos pillará la tormenta? -preguntó Cassandra.
– Es posible que nos mojemos un poco, pero cuando lleguemos a la isla estaremos a salvo. Tenemos comida y agua, no pasará nada.
Había algo muy tranquilizador en él. No era el hombre más guapo del barco y, desde luego, no era el mejor vestido, pero era la persona con la que uno querría estar en una situación de peligro. Tan tranquilo, tan seguro. Josh no dejaría que les ocurriera algo malo.
– Lo estás haciendo muy bien, Elvis -lo animó, al ver que el chico parecía nervioso.
– ¡Sí, genial! -dijo Bryn, sarcástico-. Personalmente, yo me guardaría los halagos para alguien que hubiese comprobado el informe del tiempo antes de salir. Pienso exigir en el hotel que contraten gente más profesional…
– Si volvemos al hotel será gracias a Elvis no a ti -lo interrumpió Bella-. Y cállate de una vez. Es un crío y está asustado.
– No es el único -murmuró Cassandra.
Todos estaban tensos. Era increíble que unos minutos antes hubieran estado riendo y buceando en el mar. Pero cuando alguien vio una isla a lo lejos, todos se animaron de nuevo.
– Vamos hacia allí.
– Pero habrá tormenta y en este barco no podemos cobijarnos -protestó Bryn de nuevo.
– Permanecer secos sería el menor de nuestros problemas si seguimos en el barco -dijo Josh.
La brisa se había convertido en viento y la tela que cubría una parte del barco se movía violentamente.
Era increíble cómo había cambiado el tiempo. Un segundo después el sol desapareció tragado por la gran nube gris y la lluvia los golpeó con la fuerza de un camión de diez toneladas.
– ¡Bella! -Josh tenía que gritar para hacerse oír-. Organiza a todo el mundo para achicar agua.
Desgraciadamente, la lluvia estaba llenando la cubierta de agua y muchos de los pasajeros empezaban a marearse.
– Tengo ganas de vomitar -dijo Cassandra.
– Ayúdame a achicar agua. Si tienes algo que hacer se te pasará el mareo.
Sacudido por las olas, que cada vez eran más altas, el pequeño barco parecía una cáscara de nuez en medio del mar. Era como estar en otro océano, como una pesadilla.
Mientras achicaba agua, Bella se preguntó qué hacía allí. Ella, una chica de ciudad, achicando agua en medio de una tormenta en el océano índico. Alguien a su lado estaba llorando, pero no podía ver quién era. A pesar de su aparente calma estaba asustada. Pero sólo tenía que mirar a Josh para seguir trabajando. Josh estaba allí, controlando la situación y no dejaría que le pasara nada.
Era como estar atrapada en un mal sueño, un sueño con consecuencias imprevisibles. Unos minutos después, afortunadamente, se acercaron a las rocas que bordeaban la isla. Josh se subió entonces a la barandilla.
– ¿Qué haces? -gritó Bella para hacerse oír.
– No podemos echar el ancla junto a las rocas. Elvis se acercará todo lo que pueda y entonces yo podré tirarme al agua.
– ¿Vas a tirarte al agua? ¿Para qué?
– Para tirar del cable, pero no te preocupes. No me pasará nada.
Bella no podía creerlo. Las olas eran altísimas y el mar, antes de un azul transparente, parecía casi negro. Observó angustiada toda la operación, rezando para que no le pasara nada, y afortunadamente así fue. Cuando estaban cerca de las rocas, Josh se lanzó al agua y tiró del cable del barco para llevarlos hasta la playa.
Después, dio órdenes para que sacasen las neveras y las bolsas de comida. La tormenta había empeorado, como enfadada porque hubiesen escapado de sus garras. El viento doblaba las palmeras casi hasta partirlas por la mitad mientras la lluvia caía en un torrente ensordecedor.
– ¡Bienvenidos al paraíso! -gritó Bella. Y todos rieron histéricamente.
En esas condiciones era difícil saber qué condiciones ofrecía la isla, pero al final decidieron explorar un poco para ver si encontraban algún refugio.
Josh se quedó atrás con Elvis para intentar asegurar el barco a las rocas, pero observó a Bella llevando una pesada nevera con Cassandra. Sonreía animosamente e incluso se permitía hacer bromas a pesar de la situación. No tardaron mucho en explorar la isla, que no era más que un grupo de rocas y arena cubierta de vegetación. Al final, encontraron una cala rodeada de palmeras y colocaron entre dos de ellas un plástico que habían sacado del barco para refugiarse, aunque el refugio era más psicológico que real.
Para entonces estaban todos agotados y se dejaron caer sobre la arena, suspirando de alivio.
Capítulo 9
SÓLO Josh resistió la tentación de sentarse con los demás.
– Creo que sería buena idea traer el barco hasta esta cala. Aquí estaría más protegido.
Bryn dejó escapar un exagerado suspiro.
– Vaya por Dios, ahora se cree Robinson Crusoe. ¿Eso no puede esperar? Acabamos de sentarnos -protestó de nuevo.
– Sería más seguro hacerlo ahora -contestó Josh-. Sé que estamos todos muy cansados, pero no sabemos cuándo podremos salir de aquí. No quiero hacer de Robinson Crusoe, pero me vendría bien que alguien me echara una mano.
– Llévate a Elvis. Es su responsabilidad.
– Elvis es un crío y está agotado…
– ¡Estamos todos agotados!
– ¿Por qué no descansamos un rato? -sugirió Aisling-. Luego podríamos intentar traer el barco hasta aquí.
Josh vaciló un momento. Bella vio que parecía realmente preocupado y decidió levantarse.
– Yo iré contigo -dijo, aunque le pesaban las piernas y no estaba segura de poder meterse en el agua para tirar de un barco.
Estaba empapada. Josh la recordó entonces en la boda de Kate, impecable con aquel vestido y el pelo brillante. Siempre había pensado que era una princesa, pero no había duda: era una princesa con arrestos.