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Al menos pudo darse una ducha, la mejor de su vida. Se lavó el pelo tres veces porque lo tenía lleno de arena y después se tumbó en la cama dispuesta a esperar a Josh.

Podía oír el ruido de la lluvia golpeando la barandilla del balcón y las hojas de las palmeras, pero quería esperarlo despierta. Bella esperó y esperó y, al final, se quedó medio dormida. Por fin, cuando ya se había hecho de noche, Josh entró en la habitación.

– Cuánto has tardado. ¿Ha ido todo bien?

– El dueño del hotel quería echarle una bronca a Elvis, pero creo que he podido convencerlo de que no fue culpa suya -contestó Josh, sentándose en la cama.

Había estado horas esperándolo y allí estaba, tan seguro y tranquilizador como siempre. Entonces vio que llevaba una camisa de flores.

– ¿Y esa camisa?

– Como la mía estaba rota, me han dado esta en conserjería. ¿Te gusta?

– No te pega nada.

Josh sonrió y sus ojos se encontraron un momento, hasta que ambos apartaron la mirada.

– ¿Qué tal el pie?

– Me duele -contestó Bella-. Me han dado tres puntos, mira.

Josh levantó el pie para observar el vendaje.

– Debería haber insistido en que nos quedásemos. Estaba claro que se aproximaba una tormenta. Era demasiado peligroso para ti…

– Si era demasiado peligroso para mí, también lo era para ti -lo interrumpió ella-. Además, sólo es un corte. No me ha mordido un tiburón.

– Podrías haberte ahogado. Anoche dijiste que yo no estaba asustado, pero lo estaba. Cuando te vi desaparecer bajo el barco me llevé un susto de muerte.

Sin darse cuenta, estaba acariciando su pierna y Bella tragó saliva.

– Sabía que tú me salvarías.

– Ya, claro.

– No sé si habríamos salido de esta sin ti, Josh. Los demás nos asustamos, pero tú lo tenías todo controlado. Estoy muy orgullosa de ti, de verdad. Ahora entiendo por qué la gente va de expedición contigo.

– Tú podrías ser mi ayudante -sonrió él.

– ¿Yo? Pero si no sabía qué hacer.

– Sabías por instinto que, cuando las cosas se ponen difíciles, es necesario que alguien intente aliviar la tensión. Sabes tranquilizar a la gente y eso es importante. En serio, hasta he pensado en llevarte conmigo a alguna expedición. ¿Te gustaría?

– Depende. ¿Puedo llevarme el secador? -bromeó Bella, intentando disimular la angustia que le producía el roce de su mano.

– Puedes llevártelo. Lo que no sé es si podrías enchufarlo.

– Y mis mejores zapatos, claro.

– Me temo que ahí tengo que ponerme serio. Nada de tacones en la jungla. Necesito mantener cierta autoridad con mi equipo.

– ¿Tendría que llamarte «señor»?

– Sólo en privado.

Los dos soltaron una carcajada, pero cuando se miraron a los ojos la risa terminó abruptamente.

– No quiero perderte, Bella -dijo Josh, muy serio-. Eres mi mejor amiga.

– Y tú mi mejor amigo.

– Bella…

– ¿Sí? -el corazón de Bella latía tan fuerte que casi no podía respirar.

Josh no podía pronunciar en palabras lo que sentía. Pero tenía que hacer algo. Lentamente, se inclinó hacia ella dándole la oportunidad de apartarse, de bromear, de romper el hechizo.

Pero no lo hizo. Se quedó muy quieta, con los ojos oscurecidos por un deseo que lo atraía de forma irremediable.

Josh se detuvo, sabiendo que aquél era el momento o no lo sería nunca. Se miraron a los ojos y, al final, fue Bella quien lo atrajo hacia sí. No era demasiado tarde. Podría apartarse, podría hacer que el beso no fuera más que un roce amistoso en los labios. Además sabía que eso era lo que debía hacer.

Pero no quería. De modo que la besó, como había querido besarla durante tanto tiempo. Bella enredó los brazos alrededor de su cuello, devolviendo beso por beso hasta que quedaron los dos tumbados sobre la cama.

Perdido en su perfume, Josh se incorporó un poco para apartar el pelo de su cara y su corazón dio un vuelco al ver la sonrisa de Bella.

– Los amigos no hacen estas cosas.

– ¿No?

– Normalmente, no.

– Esta noche no es normal -dijo ella, acariciando su espalda-. Hemos sobrevivido a una tormenta en él mar y ahora todo es distinto. Nos preocuparemos por lo que hacen los amigos cuando todo sea normal.

– Puede que entonces sea demasiado tarde -le advirtió Josh, pero sus caricias negaban esa advertencia.

– Lo sé -murmuró Bella-. Pero no quiero pensar en eso ahora. No pensemos en nada.

Mucho más tarde, Josh acariciaba suavemente el brazo de Bella. Estaba como en las nubes. Nunca había sido así, nunca había experimentado aquella sensación de paz… mezclada con cierta aprensión.

Nada volvería a ser lo mismo. A partir de entonces no sería capaz de mirar a Bella como una amiga sin recordar aquella noche en el trópico, con el sonido de la lluvia, su calor, su dulzura y el fuego que los había consumido a los dos.

¿Cómo podían volver a ser amigos? «Nada es normal» había dicho ella, y tenía razón. Aquello había sido para Bella la respuesta normal ante una crisis. No iba a olvidarse de Will tan fácilmente.

Josh se dijo a sí mismo que debía aceptarlo y encontrar la forma de seguir siendo amigos.

– Menos mal que no estamos a menudo en situaciones peligrosas.

Con una pierna sobre la de Josh y los ojos cerrados, Bella se sentía como en el cielo. Casi le sorprendía que su cuerpo no resplandeciese en la oscuridad.

No quería que aquello terminase, pero el comentario burlón la había devuelto a la realidad. Parecía como si todo hubiera cambiado, pero no era así. Sabía que Josh estaba pensando en Aisling y, aunque ya no había nada entre Will y ella, eso era lo que le había contado.

No, no era el momento de decirle que estaba enamorada de él. Josh pensaría que sólo lo decía porque es la clase de frase que una mujer dice cuando se acuesta con un hombre.

Pero quizá podría decírselo cuando volviesen a Londres. No podía haberle hecho el amor de forma tan apasionada si seguía enamorado de Aisling, pensó. Josh no era así. Por otro lado, era un hombre. Estaba tan acostumbrada a pensar en él como amigo que a veces olvidaba ese pequeño detalle. No, no iba a estropear el momento habiéndole de amor. Josh tenía que descubrir que no estaba enamorado de Aisling y entonces, quizá, podría decirle lo que sentía por él.

– ¿Es así como reaccionas siempre ante una crisis? -intentó bromear.

– Yo no diría eso, pero el sexo es una reacción humana muy común después de una catástrofe.

– Pero esto no ha sido una catástrofe.

– Porque hemos tenido suerte -sonrió Josh-. Si no hubiéramos llegado a la isla, no sé qué habría pasado -añadió entonces, mirándola a los ojos-. ¿Esto va a cambiar las cosas entre nosotros, Bella?

– ¿Quieres decir nuestra amistad?

– Sí. No quiero que afecte a nuestra amistad.

– Ni yo tampoco -dijo ella, pasando una mano por su torso desnudo como nunca haría una amiga- Puede que para ti no lo sea, pero yo es la primera vez que me enfrento al peligro y sigue sin parecerme real del todo. Supongo que cuando estemos en Londres, todo me parecerá un sueño. Quizá deberíamos verlo así.

– ¿Deberíamos fingir que no ha pasado? -preguntó Josh.

Bella estaba segura de que no sería capaz.

– No, más bien debemos pensar que éste es un momento fuera del tiempo. Las reglas normales no pueden aplicarse.

– ¿Las reglas normales? ¿Cuáles son esas reglas?

– Que somos amigos. Y la amistad no puede confundirse con… con esto.

– ¿Con el sexo? -preguntó Josh.

– Eso es. Mañana volvemos a casa, a la realidad. Volveremos a ser amigos y lo de esta noche será algo que ha pasado porque sí. Ha sido maravilloso, pero no tiene nada que ver con nuestra realidad. ¿Lo entiendes?