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– Nos veremos -dijo Bella.

– Sí -él vaciló un momento, como si hubiera querido decir algo más-. Nos veremos.

Mientras el taxista arrancaba de nuevo, lo vio abriendo la puerta para Aisling. De modo que ese era el final. El final de las vacaciones y el principio de la realidad. Afortunadamente, el taxista la ayudó con la maleta, pero no iba a ser capaz de subirla al dormitorio.

Bella fue cojeando hasta la cocina y encendió todas las luces. Siempre le había encantado aquella casa, pero de repente le parecía vacía y solitaria. Demasiado grande para una sola persona. Ojala Josh estuviera allí. Pero no estaba allí. Estaba con Aisling. Bella se dejó caer sobre una silla de la cocina, desolada. ¿Estarían en el sofá, besándose? Quizá Aisling le estaba diciendo cuánto lamentaba haberlo dejado por Bryn… y entonces Josh la abrazaría y le diría que no pasaba nada, que había estado esperándola.

Bella escondió la cabeza entre los brazos y se puso a llorar.

A pesar de la tristeza, estaba tan cansada que se quedó dormida en cuanto puso la cabeza sobre la almohada. Se despertó a la mañana siguiente, sintiéndose fatal. Además del dolor en el pie, le dolían la cabeza y el estómago.

Y por si eso no fuera suficiente, tenía que ir a trabajar. Cuando se miró al espejo, casi se asustó. Y además de ir a trabajar, tenía que enfrentarse con Phoebe y Kate, que le habían dejado un mensaje en el contestador: «Mañana iremos a verte. Y tendrás que contárnoslo todo».

Al menos seguía teniendo cierto colorcito de la playa. Aunque ni eso engañó a sus amigas.

– Bella, ¿qué te ha pasado? ¡Tienes muy mala cara!

– No estoy tan mal, ¿no? Es que me hice una herida en el pie. No voy a poder ponerme zapatos de tacón en siglos.

– Bueno, cuéntanoslo todo -dijo Kate, sentándose frente a la mesa donde solían charlar sobre lo humano y lo divino.

– No sé por dónde empezar.

– Por lo más importante. ¿Qué tal con Josh?

– Pues… -Bella no podía hablar porque sus ojos se habían llenado de lágrimas.

– Me lo temía -suspiró Phoebe-, Voy a comprar tónicas, enseguida vuelvo.

Cuando volvió, diez minutos después, además de tónicas llevaba varias chocolatinas.

– Gracias.

– Creo que te hace falta chocolate.

Phoebe preparó tres vodkas con tónica, pero para entonces Bella estaba llorando desconsoladamente.

– Venga, cariño. Vamos, toma un traguito, te animará.

Ella levantó la cabeza y tomó un trago, pero estaba tan fuerte que casi se atragantó. Y eso le hizo llorar de nuevo. Kate le dio una caja de pañuelos.

– No te preocupes. Todas hemos llorado en esta mesa.

– Sí, es verdad.

– Bueno, ahora cuéntanoslo todo.

Bella les contó la historia de la tormenta, la noche en la habitación…

– No sé por qué te preocupas -dijo Kate-. Es evidente que Josh está enamorado de ti.

– Entonces, ¿por qué se ha ido con Aisling? Ni siquiera me ha llamado para preguntar cómo tengo el pie.

– Podrías llamarle tú -sugirió Phoebe.

– No puedo. Seguramente sigue en la cama con Aisling.

– Por favor… mira, Bella, sois amigos desde hace muchos años y no vais a dejar de serlo.

– No creo que podamos ser amigos si está con Aisling. No puedo soportar verlo con ella. Pero si no somos amigos no volveré a verlo, así que no sé qué hacer… -Bella rompió a llorar de nuevo-. Le echo tanto de menos…

Phoebe le pasó un brazo por los hombros.

– No creo que Josh vuelva con Aisling.

– Entonces, ¿por qué no me llama?

– A lo mejor no ha podido librarse de esa pesada -sugirió Kate-. Seguramente quiere dejarle claro que ya no hay nada entre ellos antes de venir a hablar contigo.

Pero Josh no apareció. Ni llamó. Ni mandó un e-mail. Bella se pasaba el día comprobando los mensajes del contestador. El teléfono de Josh podría estar estropeado, pero era muy improbable que también lo estuviera el de la oficina y la conexión a Internet.

– ¿Tú crees que podría estar enfermo? -le preguntó a Phoebe un día.

– No, yo creo que está esperando que lo llames tú. Por lo que me has contado, seguramente piensa que ya no quieres ser su amiga.

– No, seguro que es tan feliz con Aisling que ya no se acuerda de mí -suspiró Bella.

– No lo sabrás hasta que hables con él.

Al final, Bella envió un e-mail que tardó horas en redactar. Se disculpaba por no haber llamado y, al final, sugería que fuesen a tomar una copa. Supuestamente, aquello debía sonar como el e-mail de una amiga, como el que habría escrito antes de estropearlo todo acostándose con él.

Después, comprobó el correo cada cinco minutos para ver si había respuesta y cuando el nombre de Josh apareció por fin, abrió el mensaje con el corazón en la garganta. Le temblaban las manos.

«¿Tienes algo que hacer esta noche?», decía el mensaje.

«Nada especial», contestó ella. «¿Por qué no vienes a casa? Podemos tomar una copa de vino y charlar, como en los viejos tiempos».

Eso sonaba muy normal, ¿no?

La respuesta de Josh llegó unos minutos después y Bella abrió el correo inmediatamente. Quizá le diría que la había echado de menos, que estaba deseando verla…

«Muy bien», decía el mensaje.

Los correos de Josh eran como éclass="underline" breves, concretos, sucintos.

Estuvo horas intentando elegir lo que iba a ponerse. Nunca había tenido problemas para impresionar a un hombre. Kate incluso solía decir que tenía un doctorado en coqueteos, pero nunca se imaginó a sí misma flirteando con Josh. No podía sonreír con picardía ni cruzar las piernas seductoramente porque él pensaría que estaba loca.

Cuando sonó el timbre tuvo que pararse un momento para tomar aire, pero se quedó sin él en cuanto lo vio en la puerta.

– Hola -dijo, con voz entrecortada-. Perdona, es que me he atragantado. Pasa.

Estaba exactamente igual que siempre, pensó. No había ninguna señal de que la hubiera echado de menos o de que aquella noche fuera diferente de otras noches, cuando iba a verla como amigo.

Parecía un poco cansado, pero podría haber muchas razones para eso. Desde luego, no tenía los ojos rojos de llorar toda la noche, como ella.

– ¿Has tenido mucho trabajo? -preguntó, buscando un sacacorchos en el cajón.

– Muchísimo. Nos llamaron de C.B.C. nada más volver de las Seychelles. Hemos conseguido el contrato.

– ¿En serio? ¿A pesar de Bryn?

– Por lo visto, el hombre que realmente toma las decisiones en C.B.C. naufragó con nosotros. Fue el que nos ayudó a mover el barco y parece pensar que somos la empresa que necesita.

– ¡Josh, es una noticia estupenda!

– La verdad es que está encantado contigo.

– ¿Conmigo?

– Pues sí, le pareces muy simpática. Y sospecho que tú eres responsable de que hayamos conseguido el contrato.

– Eso no es verdad.

Bella sirvió dos copas de vino y las llevó a la mesa, pero se sentó al otro lado del sofá, donde no había peligro de rozarse con Josh.

– Gracias de todas formas -dijo él.

Después hubo una pausa. Acababa de conseguir un gran contrato, pero no parecía muy contento.

– ¿Qué tal estás tú?

– Bien. ¿Y tú?

– Bien.

Bella tragó saliva. Aquello no era lo de siempre.

– No sabía si ibas a llamarme, por eso te mandé el e-mail. ¿Dónde está Aisling?

– ¿Aisling? -repitió Josh-. No tengo ni idea.

La garra de hielo que apretaba el corazón de Bella pareció aflojarse un poco.

– Entonces, ¿no estáis…?

– ¿No estamos qué?

– ¿No estáis juntos otra vez?

– Claro que no -contestó él.

– Ah, perdona.

– ¿Por qué?

– Pues… siento que estés disgustado.