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En ese momento, Josh se inclinó para darle un beso a Aisling. El dolor que le produjo ese gesto la pilló tan de sorpresa que casi tiró el champán.

Bella se volvió abruptamente. Ella era el alma de las fiestas, no alguien que se queda fuera. Había llegado el momento de circular… y de mostrar sus encantos.

Lo hizo tan bien que uno de los hermanos de Kate, que tenía veinte años, le pidió que se casara con él. Emocionada y divertida, Bella lo rechazó con toda amabilidad, pero no pudo evitar sentirse victoriosa. Tenía treinta y tres años y no era la reina de la montaña, pero aún había hombres interesados en ella… aunque fueran unos crios y llevasen varias horas bebiendo champán.

De repente, parecía haber desarrollado un gran atractivo para los jóvenes. Sus atenciones eran muy halagadoras, pero no estaba segura de que fuese una buena señal. ¿De verdad parecía tan mayor como para atraer a los crios?

Aun así, era agradable sentirse deseada.

Decidida a mostrarle a Josh que lo estaba pasando de maravilla, salió a bailar con uno de sus admiradores. Y bailó y bailó, moviendo la melena.

Josh la observaba desde el otro lado de la carpa. El chico que bailaba con ella no debía, tener más de dieciséis años y, aparentemente, no parecía creer la suerte que había tenido. Llevaba toda la noche observando cómo hechizaba a los hombres. Ni siquiera el famoso tío gruñón de Kate era inmune a los encantos de Bella Stevenson.

Siempre era igual con ella. Josh recordaba el día que se conocieron. Bella entró en clase, rubia, preciosa e imposiblemente sofisticada entre las demás estudiantes, y cuando se sentó a su lado Josh tragó saliva como el chico con el que estaba bailando en aquel momento.

Siempre había sido una estrella y durante las primeras semanas se conformó con mirarla a distancia. Bella no estaba a su alcance y ni se le pasó por la cabeza que podrían ser amigos, pero cuando empezó a conocerla mejor se sorprendió al descubrir lo encantadora que era. Y lo divertida. Parecía una princesa, pero tenía una risa contagiosa.

Aunque nunca intentó aprovecharse de esa amistad. Él era sólo su amigo, un hombro sobre el que llorar sus vaivenes románticos.

Y no le importaba, se decía a sí mismo. Al menos así la veía a menudo, y lo hacía como los hombres que salían con ella no podían verla. Además, ninguno de ellos duraba mucho. Bella Stevenson parecía sofisticada, pero en realidad era una romántica incurable, dispuesta a encontrar a su príncipe azul.

Quizá lo había encontrado en Will. A él no le parecía precisamente un príncipe azul, pero nunca había entendido los gustos de su amiga. Josh sonrió al verla dando vueltas en la pista de baile, riendo y moviendo la falda con aquellas piernas espectaculares.

– ¡Josh! -lo llamó Aisling, tomando su mano para llevarlo a la pista.

No pudo hablar con Bella hasta mucho después, ya casi al final del banquete.

– ¿Bailamos?

– Estoy cansada.

– ¿Cansada? Pero si tú nunca estás cansada.

– De verdad. Llevo toda la noche dando vueltas -Bella se abanicó con la mano, decidida a no bailar con él-. Pídeselo a Aisling.

– Está bailando con Gib.

– En serio, estoy agotada.

– Para esto no hace falta energía -sonrió Josh, cuando la orquesta empezó a tocar una canción lenta-. Además, es lo único que sé bailar. Venga, anímate.

No podía seguir rechazándolo o empezaría a sospechar que pasaba algo. Y sólo era Josh, se dijo. Sólo Josh.

Sólo los brazos de Josh alrededor de su cintura, sólo el ancho torso de Josh, sólo la mejilla de Josh apoyada en su pelo. Habían bailado montones de veces. Entonces, ¿por qué le parecía diferente? ¿Por qué sentía el deseo de enredar los brazos alrededor de su cuello?

Bella tragó saliva.

– Una boda estupenda.

– Desde luego, tú lo estás pasando estupendamente. ¿Y ese repentino interés por los chicos jóvenes? Supongo que sabrás que acabas de destrozarles la vida. Se pasarán años soñando con encontrar una mujer como tú y la mayoría acabará decepcionado. ¡Deberías llevar un aviso pegado al vestido!

– Nunca antes te había molestado -dijo ella. Josh se apartó un poco para mirarla.

– Conmigo era diferente.

– Lo sé.

¿Por qué?, se preguntó. ¿Por qué Josh no la deseaba como otros hombres? Él nunca le había dado a entender que quisiera ser algo más que un amigo. Y, sinceramente, Bella se habría quedado atónita si lo hubiera hecho.

Entonces, ¿por qué de repente le resultaba tan difícil bailar con él? Era como si estuviera creciendo algo en su interior y no sabía lo que era ni cómo pararlo.

Tenía la boca seca y se sentía más tímida que nunca. Pero como el silencio se alargaba, se vio obligada a preguntar por el trabajo.

– Muy bien -dijo Josh, como si también él se sintiera aliviado- Desde que Aisling empezó a trabajar con nosotros, las cosas van de maravilla. Como había trabajado con C.B.C., nuestro mejor cliente, sabe muy bien cómo funcionan ambas organizaciones.

– ¿Ah, sí? -murmuró Bella, intentando parecer interesada.

– Existe la posibilidad de conseguir un contrato estupendo. Podría ser el que lo cambie todo.

– ¿Por qué es tan importante?

– Porque significaría una expansión internacional -dijo Josh-. El cuartel general de la C.B.C está en París, pero tienen oficinas por todo el mundo.

– Eso suena muy bien.

– Las grandes empresas se resisten a recibir formadores de fuera. En algunos países es vital establecer relaciones personales con sus ejecutivos antes de empezar a hacer negocios.

– Pero no puedes ir por todo el mundo…

– Claro que no, pero C.B.C. organiza un encuentro anual. Una especie de vacaciones pagadas. Es una ocasión para las relaciones sociales y una recompensa para sus mejores ejecutivos. Además, sirve para comprobar que todos mantienen la misma ética de trabajo.

– Yo compartiría ética con cualquier empresa que me regalase unas vacaciones -dijo Bella, alegrándose de que la conversación la hubiera distraído de otros asuntos más preocupantes, como por ejemplo, que le gustaría apoyar la cara en el cuello de Josh.

– ¡Esa es mi Bella, la moralista!

– ¿Y dónde tienen lugar esas vacaciones?

– Este año, en las Seychelles. Me han invitado porque les parece una buena oportunidad para que conozca a los ejecutivos más importantes.

¡Sólo Josh podía decir con total tranquilidad que lo habían invitado a pasar unas vacaciones en las Seychelles!

– ¿Y piensas ir?

Él se encogió de hombros.

– Ese tipo de reuniones corporativas no es lo mío, pero Aisling piensa que debo ir.

Sorpresa, sorpresa.

– Supongo que ella irá también.

– Sí, es ella quien tiene los contactos y, en su opinión, es importante que me relacione con esa gente.

– ¿De verdad? -murmuró Bella, sin poder disimular la ironía.

Ella llevaba años diciéndole eso, pero Josh jamás le había hecho caso. Tenía que llegar Aisling…

Al menos se le habían pasado las ganas de apoyar la cara en su cuello.

– Aisling tiene razón, pero no te veo tumbado en la playa durante una semana.

– Me volvería loco si no tuviera nada que hacer más que tomar el sol, pero Aisling dice que en estos eventos hay muchas actividades.

– Ah, vaya.

«Aisling dice, Aisling hace, qué hartura».

– Actividades como escalar o navegar son excelentes para conocer a la gente. Cuando tienes un reto delante de ti debes comunicarte con los demás.

– Eso dicen -murmuró Bella, que nunca había tenido problemas para comunicarse desde su propio sofá, con un teléfono en la mano.

Josh sonrió.

– Ya sé que tu idea del aire libre consiste en salir al balcón, pero a mucha gente le gusta hacer cosas que no han hecho antes.