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– Pero acabas de encontrártelo y, en lugar de decírselo, le has hecho creer que seguimos juntos-insistió Will.

– Es que no quiero que Aisling se compadezca de mí -dijo Bella entonces-. Empezaría a decir «Ay, qué pena, con lo bien que estamos Josh y yo». Es una bruja. ¿Sabes que ahora viven juntos?

– Ah -dijo Will.

– ¿Qué significa eso?

– Eso explica que estés tan enfadada.

– No estoy enfadada. Es que Aisling no me cae bien. Josh y yo nos llevábamos divinamente hasta que ella apareció.

– Pero Aisling no es el problema, ¿verdad? El problema eres tú.

– ¿Yo?

– Estás enamorada de Josh -dijo Will.

Bella abrió la boca para negarlo con vehemencia. Iba a decirle que no sabía lo que estaba diciendo, que era imposible que ella estuviera enamorada de Josh, que era su mejor amigo…, pero no le salieron las palabras. En lugar de eso, experimentó una sensación peculiar, como si estuviera al borde de un precipicio.

– Tengo razón, ¿verdad? -preguntó Will. En ese momento sonó el timbre que avisaba del comienzo de la obra-. Pobrecita… ¡parece como si te hubiera atropellado un camión!

Así era exactamente como se sentía. Sin decir nada, Bella dejó que Will la llevase hasta el patio de butacas. La verdad estaba mirándola a la cara. No podía evitarla y se sentía asustada, terriblemente asustada.

¿Cómo podía pasarle eso? Nunca había estado enamorada de Josh, no podía ser.

No quería estar enamorada de él. Quería que siguieran siendo amigos, que todo fuera como antes, pero la certeza de que eso ya no podría ser era como un puño apretando su corazón.

Las palabras de Will habían hecho que el genio saliera de la lámpara y no había forma de esconderlo otra vez.

Era la verdad, implacable, indiscutible.

Después de tantos años, estaba enamorada de Josh.

Capítulo 3

BELLA miraba a los actores en el escenario, pero no los veía. Entonces recordó lo que Phoebe le dijo el día de la boda: «Lo sabrás cuando lo encuentres».

Pero no había sabido quién era el hombre de su vida. Tuvo que ser Will, normalmente no el más perceptivo de los hombres, quien le hiciera darse cuenta de la verdad. Y su vida había cambiado para siempre.

¿Qué podía hacer? Cuando tenía problemas siempre hablaba con Josh, pero él era la única persona a la que no podía contarle aquello.

Si acostarse con él habría roto su amistad, mucho peor sería confesarle lo que sentía. Josh estaba con Aisling, se recordó a sí misma. Tendría que hacer un esfuerzo para seguir siendo su amiga y aceptar a Aisling de una vez.

No sería fácil, pero tendría que intentarlo.

No podía contarle a Josh cómo había cambiado su vida, pero sí podía decirle la verdad sobre Will. Era una estupidez seguir aparentando que eran novios. Además, ella nunca le había mentido. Si seguían siendo amigos sería absurdo no admitir que Will no era el hombre de su vida.

Durante las siguientes semanas no encontró oportunidad de verlo y cuando, por fin, recibió un e-mail de Josh preguntando si podían tomar una copa al día siguiente, decidió que era el momento de contárselo todo. O casi todo.

«Por supuesto», le escribió. «Tengo muchas cosas que contarte. ¿El mismo sitio de siempre a la misma hora?».

«Yo también tengo cosas que contarte», escribió Josh. «Nos vemos mañana».

Bella pasó todo el día ridículamente nerviosa. Era peor que su primera cita.

No podía creer que estuviera tan excitada por quedar con Josh. Pero iba rezando para que, al verlo, todos sus males se curasen. Pensaba que, al verlo, se daría cuenta de que sus miedos eran desproporcionados, que descubriría al mirarlo a los ojos que no estaba enamorada de él.

Pero intuía que no iba a ser así. Le temblaban las manos mientras se pintaba los labios en el lavabo de la oficina.

– Estás muy guapa. ¿Tienes una cita? -le preguntó la secretaria de su jefe.

– No -contestó Bella-. He quedado con un amigo.

Un amigo. Eso era Josh. Debía recordarlo. Aunque cada vez que pensaba en él se le hacía un nudo en el estómago.

Llegó al bar diez minutos antes de la hora, algo rarísimo en ella. Era una broma común entre sus amigos decir que llevaba el reloj atrasado a propósito. Nerviosa, pidió una copa y se sentó cerca de una ventana, sin saber qué hacer.

Era horrible. No sabía si quería ver a Josh o estaba temiendo el momento.

Cuando entró, ni siquiera echó un vistazo alrededor. Miró su reloj, suponiendo que ella llegaría tarde y se acercó a la barra.

El corazón de Bella empezó a latir como loco. Menos mal que no la había visto porque no hubiera podido decir una sola palabra. Y ella esperando que, al verlo, se daría cuenta de que no estaba enamorada…

No podía dejar de mirarlo, sentado frente a la barra con un pantalón de color caqui y una vieja chaqueta de ante. Llevaba años regañándolo porque se negaba a ir a la moda y porque siempre se cortaba el pelo igual… y ahora, con sólo mirar su espalda se le encogía el corazón.

Josh no vestía a la moda, pero exudaba una gran masculinidad y no era un hombre fácil de ignorar. Ni siquiera por los camareros, que le sirvieron de inmediato.

Diez segundos después, se volvió con una cerveza en la mano y, tragando saliva, Bella levantó un brazo para llamar su atención.

– ¡Has llegado a tu hora! -exclamó Josh dejando la cerveza sobre la mesa-. ¿Estoy en otro universo paralelo sin darme cuenta? ¿Qué te ha pasado?

«Que estoy enamorada de ti».

La mejilla, donde Josh le había dado un beso, parecía temblarle. Estaba absurdamente nerviosa.

– Es que no tenía mucho trabajo y salí antes.

– ¿No tenías mucho trabajo en el mundo de las Relaciones Públicas? ¡Estoy en un universo paralelo! -rió Josh, levantando su cerveza-. ¡Salud! Bueno, estás muy guapa.

– Tú también.

Estaba más que guapo, estaba maravilloso. Bella no podía apartar los ojos de él. Hubiera querido sentarse en sus rodillas, echarle los brazos al cuello, darle besos en la boca. Atónita por la fuerza de un deseo que no había sentido antes, tomó un sorbo de vino. Tantos años con Josh y ahora no podía apartar las manos de él… figuradamente. Menos mal que estaba sentado al otro lado de la mesa. Aun así, sujetó la copa con las dos manos. Por si acaso.

– ¿Cómo te va todo?

– Bien, ¿y a ti?

– Sí, bien.

Bella tenía ganas de llorar. Todo había sido siempre tan fácil con Josh. Solían pasarse las tardes hablando y tomándose el pelo…

– ¿Te vas a ir a las Seychelles?

Él asintió.

– Dentro de tres semanas.

– Qué suerte. Ojala yo pudiera irme de Londres en noviembre. Aquí hace un tiempo tan triste…

Genial, y encima hablaba del tiempo.

Josh tomó un sorbo de cerveza, en silencio, y Bella se concentró en hacer dibujitos sobre la mesa con la copa de vino. Debería contarle lo de Will, pero entonces le preguntaría por qué y una cosa llevaría a la otra y… mejor no contarle nada.

– Dijiste que tenías muchas cosas que contarme.

– Tú primero -murmuró Bella-. Tú también dijiste que tenías noticias.

– Sí, sí, es verdad.

Parecía incómodo. Evidentemente, tampoco él sabía por dónde empezar.

– ¿Es bueno o malo?

– Bueno -dijo Josh.

– Pues no pareces muy seguro.

– No, es bueno. De verdad, es bueno.

Era estupendo. Entonces, ¿por qué no estaba dando saltos de alegría?, se preguntó Josh. Cuando Aisling lo sugirió le pareció una buena idea. Debería subirse a la mesa y contárselo a todo el mundo. Pero no había esperado que le resultase tan difícil contárselo a Bella.

– ¿Es sobre el trabajo?

– No, no tiene nada que ver -contestó él, tomando otro trago de cerveza.

Bella movió la melena de un lado a otro, con uno de sus típicos gestos de impaciencia.