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– Pues cuéntamelo de una vez.

– Aisling y yo vamos a casarnos.

Al decirlo, se sintió culpable sin saber por qué. Quizá no debería haber sido tan brusco. Bella parecía haberse quedado congelada, con una expresión vacía, ausente. Entonces miró su copa y Josh empezó a preguntarse si lo había oído.

– ¿Bella?

– ¡Felicidades! -exclamó ella entonces, levantándose para darle un beso.

Podía oler su colonia. Siempre llevaba la misma: Allure, le dijo un día, cuando le preguntó el nombre. «Puedes comprarme un frasco cuando quieras». Cuando iba a su casa podía oler ese perfume en todas partes.

¿Qué perfume usaba Aisling? ¿No era eso algo que un novio debería saber?

– ¿Cuándo ha sido? -preguntó Bella con una sonrisa que, por alguna razón, hizo que Josh se sintiera incómodo.

Era la misma Bella de siempre, la de los ojos azules, la que apartaba la melena rubia con un gracioso movimiento. Pero había algo en esa sonrisa que no… no era la habitual.

– La semana pasada.

Acababan de conseguir un buen contrato y fueron a celebrarlo. Cuando llegaron a casa, Josh intentó decirle a Aisling cuánto le agradecía su trabajo…

– No podríamos haberlo conseguido sin ti. Creo que hacemos un equipo fantástico.

– Creo que tú y yo seríamos un buen equipo hiciéramos lo que hiciéramos -sonrió Aisling entonces-. ¿Por qué no lo convertimos en algo permanente?

Y a Josh no se le ocurrió ninguna razón para decir que no. Aisling era preciosa e inteligente y compartían muchos intereses. Era fácil vivir con ella, no tenía ninguna costumbre irritante…

Bella, por ejemplo, lo volvería loco. Nunca cerraría los cajones ni pondría el tapón a la pasta de dientes y habría ropa suya tirada por toda la casa. Le llenaría el baño de cosméticos, monopolizaría el teléfono y se embarcaría en complicadas cenas que, al final, tendría que tirar a la basura.

No había nada de eso con Aisling. Josh no podía imaginar a nadie que cupiera en su mundo sin turbarlo como ella.

De modo que, ¿para qué iba a esperar? Bella estaba saliendo con Will y si no era Will sería cualquier otro ejecutivo insoportable.

Su amiga llevaba años diciéndole que no era romántico y Josh no discutía. Los románticos, como ella, tenían una visión muy poco realista de las relaciones sentimentales. Querían que todo fuera perfecto y la vida no era así.

Josh estaba entrenado para sobrevivir y para eso había que adaptarse a todas las situaciones y comprometerse cuando no quedaba más remedio. Y cuando había que tomar una decisión, tenía que hacerlo rápido.

Aisling tenía razón: formaban un buen equipo y formar parte de un equipo lo era todo. ¿Por qué no comprometerse de forma permanente?

– ¿La semana pasada? -repitió Bella-. ¿Por qué no me lo habías contado?

– Quería contártelo en persona -dijo él, incómodo-. Aún no se lo he contado a nadie.

– ¿Por qué no?

– Quería que tú fueses la primera en saberlo. Sé que es un poco precipitado, pero… ¿qué te parece?

– Creo que es una noticia fantástica. Y me alegro mucho por ti.

– ¿De verdad?

– Por supuesto. Estoy un poco sorprendida, pero… claro que estoy contenta. Yo creo que Aisling es perfecta para ti.

– Lo es, ¿verdad? -Josh no parecía muy seguro.

– Absolutamente -dijo Bella, intentando sonreír.

– Te cae bien, ¿no?

– Claro que sí -mintió ella-. ¿Cuándo es la boda?

– Aún no lo hemos decidido.

– ¿Vais a hacer una boda tradicional o algo diferente?

– Eso depende de Aisling. Pero creo que aún no ha hecho planes.

A Bella empezaba a dolerle la mandíbula del esfuerzo que hacía por sonreír.

– ¿Puedo ser tu padrino? Se supone que debe ser tu mejor amigo, ¿no?

– Siempre lo serás, Bella.

– Bueno, pues entonces hay que celebrarlo -sonrió ella, intentando ocultar su desesperación-. ¡Pero ahora quiero una copa de champán!

– Voy a por una botella. Tú quédate aquí -dijo Josh, levantándose.

Fue un alivio, pero Bella se dio cuenta de que respiraba con dificultad. Y estaba temblando. Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír cuando, por dentro, se sentía desolada.

Sabía que iba a pasar, sabía que llegaría aquel momento. Pero en lugar de ponerse a llorar tenía que sonreír, costase lo que costase.

Josh no debía saber lo que sentía. No debía imaginarlo siquiera. No sería justo para él. Se sentiría avergonzado y, aunque eso no iba a cambiar sus sentimientos por Aisling, haría que le resultase doloroso celebrar el compromiso.

De modo que Bella volvió a sonreír cuando él se acercó con una botella de champán.

– Fenomenal -murmuró, quitándole el tapón sin ningún tipo de ceremonia, como solía hacer en las celebraciones-. Enhorabuena, Josh -sonrió, levantando su copa.

– Gracias, Bella. Es una tontería, pero me preocupaba decírtelo.

– No tenías por qué. Sabes que quiero verte feliz.

– Seguiremos siendo amigos, ¿verdad?

– Claro que sí. Pero, ¿quién va a casarse conmigo cuando cumpla los cuarenta? -bromeó Bella, aunque le costaba la vida-. ¡Pensé que podía confiar en ti!

– No creo que tengas ningún problema. Desde que te conozco, siempre ha habido una cola de hombres esperando por ti. ¿Qué pasa con Will?

Ella estudió su copa de champán.

– Bueno, digamos que en este momento hay un puesto vacante en la cola.

– Bella… -murmuró Josh.

– Sí, me temo que mis noticias no son tan emocionantes como las tuyas. Will y yo hemos roto.

– Pero parecías tan feliz con él. ¿Qué ha pasado?

– Bueno, ya sabes…

– No lo sé. Cuéntamelo.

– Pues ya sabes, esas cosas que pasan -insistió Bella, evitando su mirada.

Había decidido contarle la verdad, pero eso fue antes de saber que iba a casarse con Aisling. Todo había cambiado. Si le decía que fue una decisión mutua, Josh se preguntaría por qué parecía tan triste. Y no quería hablar del asunto.

No, mejor decirle que estaba enamorada de Will. Eso le daría una excusa para dejar de fingir alegría.

– Will no está dispuesto a sentar la cabeza.

Eso, al menos, era verdad. Will no tenía más deseos de casarse que ella.

– Ya, claro.

– Lo pasa demasiado bien siendo soltero.

Lo cual también era cierto. Will la encontraba atractiva, pero nunca estuvo enamorado de ella. Por eso eran capaces de llevarse tan bien después de haber roto.

– Nuestra relación era demasiado intensa para él.

– ¿No es eso lo que tú sueles alegar cuando cortas con alguien? -preguntó Josh, levantando una ceja.

– Sí. Qué ironía, ¿verdad? Tantos años dejando a los hombres en cuanto se ponen un poco serios… y ahora estoy recibiendo mi propia medicina -Bella se obligó a sí misma a sonreír-. ¡Y seguro que vas a decirme que me lo merezco!

– No, voy a decirte que Will nunca me gustó. Ya sé que a ti te parecía perfecto, pero ese hombre tiene muy mal gusto. Encontrarás a alguien mucho mejor -sonrió Josh.

– El problema es que no quiero a otro mejor -dijo Bella en voz baja-. Sólo quiero a uno.

– Eso suena muy serio.

– Creo que lo es. Ya sé que me he enamorado muchas veces, pero esto es diferente. No es que me guste porque tenga un cochazo, es… que lo necesito con toda mi alma. Y sé que lo he perdido. Ya es demasiado tarde.

– ¿Es demasiado tarde?

Bella levantó la mirada. Allí estaba Josh, tan familiar, tan querido y, de repente, tan guapo. Y tan comprometido con Aisling. Pero no podía decir nada.

Josh se sentó a su lado y le pasó un brazo por los hombros.

– Pobrecita…

Horrorizada, Bella notó que sus ojos se llenaban de lágrimas. Intentó secárselas frenéticamente, pero no podía hacer nada.

– Se me pasará -dijo en voz baja.

No quería mirarlo porque si lo hacía se abrazaría a él y empezaría a darle besos por todas partes, rogándole que no se casara con Aisling. Le diría que era de él de quien estaba enamorada, le pediría que la besara y le hiciera el amor allí mismo…