Выбрать главу

«De entre todos los autores de ciencia ficción, aquel cuya visión abarca más lejos en la totalidad de la vida futura es uno de mis colegas, Cordwainer Smith. Smith no escribe historias sobre los viajes interestelares, la longevidad o la relación entre los hombres del futuro y sus creaciones, ya sean robots o animales sometidos a mutaciones. Él escribe sobre personas que viven en una civilización donde todas esas cosas, y muchas más, constituyen elementos de sus vidas cotidianas».

Pero el destino se mostró cruel con Smith. Perfectamente situado para convertirse en un escritor permanente de ciencia ficción, falleció en agosto de 1966, cuando sólo contaba cincuenta y tres años. Su temprana muerte le hizo entrar en la leyenda, pero privó a la ciencia ficción de un talento sin par; y al mundo, de un genio político y lingüístico.

Un indicio de que el bienestar había vuelto al campo de la revista lo proporcionaba el nacimiento de nuevas publicaciones. Sin embargo, no hubo un verdadero boom, no se produjo una inundación de la noche a la mañana. Aparte de Worlds of Tomorrow, sólo aparecieron tres revistas, y ni una sola se dedicó al nuevo estilo.

Gamma no difería gran cosa de F and SF; diseño similar, formato y política editorial idénticas, una mezcla de todos los tipos de literatura fantástica. El primer número salió en la primavera de 1963, en tamaño reducido y con una portada atrayente, aunque poco imaginativa, obra de Morris Scott Dollens, ostentando los nombres de Tennessee Williams, Ray Bradbury y Rod Sterling. Y como subtítulo, no «Ciencia Ficción», sino «Nuevas Fronteras de la Ficción».

Gamma procedía de Hollywood, y la publicaba y dirigía un trío de celebridades, Charles E. Fritch, Jack Matcha y William F. Nolan. Fritch había contribuido de modo regular al género, y se le conocía sobre todo por su minuciosa descripción de una sociedad futura tan drogada como para desconocer la realidad, Big, Wide, Wonderful World (Gran, extenso, maravilloso mundo) (F and SF, marzo de 1958). Nolan era el coautor de Logan's Run (La carrera de Logan), y famoso también como antologista, biógrafo y bibliógrafo de Ray Bradbury.

Viniendo de Hollywood, no sorprendió que en Gamma escribieran autores de ciencia ficción cuyos mayores ingresos procedían de los estudios de cine y de televisión: Charles Beaumont, Ray Bradbury, Ray Russell, Robert Bloch, George Clayton Johnson y Richard Matheson. Los relatos transparentaban este tipo de literatura refinada propia del estilo «cinematográfico», y los mejores no pertenecían a la ciencia ficción, sino al puro horror, como The Snail Watcher (El observador de caracoles), de Patricia Highsmith, o la reimpresión de The Vengeance of Nitocris (La venganza de Nitocris), de Tennessee Williams, tomada del Weird Tales de agosto de 1928. Incluso las narraciones de ciencia ficción estricta sacaban provecho del tratamiento terrorífico, como la extraordinaria Food (Comida), de Ray Nelson, en torno a la creciente locura de un náufrago del espacio.

Gamma no dejó nunca de ser experimental, y al parecer hubiera obtenido más beneficio de adoptar la elegante presentación de una revista normal, ajena a la ciencia ficción. Todos los números ofrecían una interesante entrevista con personas como Rod Serling, Forrest Ackerman o Robert Sheckley. La segunda edición incluyó una inteligente y artificiosa poesía de Ib Melchior, que tomó varios versos de William Shakespeare y los dispuso para dar una exacta descripción del sistema solar.

Obviamente, Gamma sólo significaba para sus editores un negocio adicional y no demasiado provechoso. Sus apariciones eran muy erráticas: el número dos salió en otoño de 1963; el tres, en el verano de 1964; el cuatro, dedicado al espacio exterior y con una portada de gran atractivo, en febrero de 1965; el cinco, en septiembre de 1965… Y ahí acabó todo, aunque se anunció la publicación de otro número al cabo de varios meses. Gamma nunca comprendió sus posibilidades. Aquejada de problemas de distribución, no podía asegurarse un público lo bastante conocedor. Así, los lectores perdieron una de las mejores revistas de ciencia ficción de todas las épocas, pese a su excesivo hincapié en el horror.

A propósito de éste, en agosto de 1963 fue presentada Magazine of Horror. La dirigía Robert Lowndes, que, tras abandonar los Columbia Magazines en 1960, había entrado en la Health Knowledge Inc. como director de la revista de información sexual Real Life Guide y de la publicación Exploring the Unknown, dedicada a ensayos y artículos sobre ocultismo. En 1963, convenció a sus superiores de que una revista con relatos de terror sería la compañera ideal de esta última, y así nació Magazine of Horror. Una distribución deplorable perjudicó a la revista durante toda su existencia, pero Lowndes redujo los costos al mínimo, ateniéndose sobre todo a reimpresiones, que desenterró con admirable gusto, en especial de viejos números de Weird Tales y Strange Tales. Magazine of Horror se interesó a menudo por la ciencia ficción. Su primer número, por ejemplo, presentó The Last Dawn (El último amanecer) (1907), un excelente relato catastrófico de Frank Lillie Pollock. En números posteriores se reeditaron algunas narraciones de la serie Stranger Club, de Laurence Manning, publicadas por primera vez en Wonder Stories. Lowndes se apuntó también un buen tanto al adquirir varios relatos inéditos de Roger Zelazny, entre ellos Comes Now the Power (El poder llega ahora) (verano de 1966), uno de los mejores ejemplos de una vida a la inversa.

La tercera de las nuevas revistas constaba exclusivamente de reimpresiones. En 1957, Ned Pines, editor de las antiguas revistas baratas «Thrilling», había publicado una antología en formato reducido, compuesta de relatos procedentes de Thrilling Wonder. Titulada Wonder Stories, continuaba la numeración de aquélla, ya que Pines había tomado la decisión de vertirla en reedición anual, en caso de una venta satisfactoria. Los relatos, seleccionados por Jim Hendryx hijo, formaban una excelente muestra representativa, en la que destacaban Shadow on the Sand (Sombra en la arena), de John D. MacDonald, una novela corta sobre humanoides, y algunos cuentos de Ray Bradbury, Arthur Clarke y Anthony Boucher. Su peor detalle consistió en una cubierta francamente mala de William Powers, cuya obra jamás se acomodó a la ciencia ficción.

Ned Pines dudó mucho sobre la conveniencia de publicar otros números cuando la depresión afectó al campo de la ciencia ficción. En 1963 realizó un segundo intento y reeditó el mismo número, con mínimos cambios en los relatos, pero en esta ocasión con el formato de las antiguas revistas baratas. Las ventas fueron buenas, y así, en 1964, surgió el primer ejemplar de Treasury of Great Science Fiction Stories, con el mismo formato y una nueva selección de Jim Hendryx. Como antología en tamaño de revista, obtuvo buenos resultados. Y la idea fue imitada por Frederick Pohl, quien en 1964 compiló dos Best Science Fiction, con relatos extraídos de If y de Worlds of Tomorrow.