Por si la desaparición de las ediciones británicas no fuera ya bastante mala en sí, las publicaciones nativas comenzaron a tambalearse. SF Adventures desapareció en mayo de 1963. La revista había sido siempre de gran calidad, pero con la tirada más baja. En sus últimos años, brindó al lector una versión reducida de la novela catastrófica de Ballard The Drowned World (El mundo sumergido); la fascinante serie de John Brunner sobre la Sociedad del Tiempo, desarrollada en una Tierra alternativa y publicada como libro en 1962, con el título Time without Number (Tiempo sin número), y The Sundered Worlds (Los mundos separados) (1962), de Michael Moorcock.
Science Fantasy no había perdido su popularidad, obteniendo varias nominaciones para el Hugo. Incluso, en el verano de 1963, se discutió su paso a mensual. No obstante, en la reunión del consejo de administración de la Nova, celebrada el 19 de septiembre de 1963, se acordó que Science Fantasy y New Worlds dejaran de publicarse.
Carnell no se amilanó. En diciembre de 1963, firmó un contrato para editar una serie de antologías originales de la nueva ciencia ficción. Iba a llamarse New Writings in SF, y aparecería trimestralmente. El primer volumen salió en el verano de 1964, con excelentes ventas. A partir de entonces, se publica de manera esporádica. New Writings perpetúa en efecto la New Worlds de antaño, en muchos casos con obras de los mismos autores.
La noticia de que las revistas quebraban causó conmoción entre la fraternidad de la ciencia ficción. Por un lado, Science Fantasy se encontraba por aquel entonces en su mejor momento, en especial para los amantes de la literatura fantástica. No sólo ofrecía con regularidad la excelente fantasía heroica de Michael Moorcock en torno a su lord albino, Elric, sino que presentaba las muy originales y superiores fantasías históricas del fallecido Thomas Burnett Swann. El mayor talento de Swann se expresaba al evocar la realidad del amanecer de la civilización, cuando la expansión de la humanidad amenazaba a las criaturas, ahora míticas, que vivían en paz, dríadas, faunos y similares. Pese a ser americano, Swann había ganado su reputación en Gran Bretaña. El bellísimo relato Where Is the Bird of Fire? (¿Dónde está el pájaro de fuego?) (abril de 1962), referente a la leyenda de Rómulo y Remo, fue nominado para el Hugo.
Además de estas fantasías supremas, la revista presentaba ciencia ficción tan excelente como Matrix (Matriz) (octubre de 1962), una aventura de mundos paralelos, y Skeleton Crew (La dotación del esqueleto) (diciembre de 1963), extendido hasta novela con el título Earthworks (Terraplanes), extraño panorama de una Tierra futura, ambos de Brian Aldiss. Y también la torsión temporal de John Brunner, Some Lapse of Time (Cierto lapso de tiempo) (febrero de 1963).
Próxima a su fin, New Worlds no ofrecía tanta excelencia, aunque tal descenso de calidad era de esperar al enfrentarse la revista a su inminente desaparición. Con todo, en la primera mitad de la década hubo en ella numerosas narraciones de primera clase. Aparte de las más famosas de Ballard y Aldiss, subrayemos los cautivantes problemas científicos de Donald Malcolm, en la vena de Hal Clement y Arthur Clarke, como por ejemplo su serie sobre el Equipo de Exploración Planetaria, iniciada con Twice Bitten (Dos veces mordido) (febrero de 1963). Colin Kapp, un científico igualmente aficionado, colaboró con un excitante relato interdimensional, Lambda 1 (diciembre de 1962), al que siguió su primera novela, The Dark Mind (La mente oscura) (1963-1964), relativa a los reticulados transdimensionales y donde cuenta cómo un hombre enviado al limbo existente entre las dimensiones regresa con la facultad de controlar la antimateria.
En el número de septiembre de 1962, apareció The Streets of Ashkelon, un relato demoledor de tabúes, obra de Harry Harrison, que reeditamos en este libro. Otro autor popular de la Nova era Ian Wright, con su novela Dawn's Left Hand (La mano izquierda del amanecer) (1963), una de las numerosas precursoras de Cyborg (1972), de Martin Caidin, sobre un hombre biónico.
El número de abril de 1963 reviste un interés histórico. Contenía un editorial de Michael Moorcock en el que éste llamaba la atención de los escritores especializados respecto a la necesidad de aumentar el nivel medio de la ciencia ficción, evitando así que los autores de géneros mayoritarios utilizaran su técnica literaria para manipular aquélla en favor de sus intereses particulares. Moorcock revelaba así sus futuras intenciones editoriales, aunque por entonces ni siquiera se las había planteado. Al enterarse del cierre de las revistas, escribió a Carnell una carta, publicada en la última New Worlds (abril de 1964). Uno de sus párrafos decía así:
«Como ya he afirmado en otras ocasiones, la ciencia ficción suele autoproclamarse muy avanzada, cuando en realidad sólo lo es raramente. Debería ser muy avanzada. Precisa de editores dispuestos a arriesgarse a publicar un relato, aun cuando atraiga las críticas sobre sus personas».
Cuando Moorcock escribía esto, ignoraba que una nueva empresa editora se había hecho cargo de las revistas. Roberts and Vinter, de Londres, estaba lanzando un sello editorial, Compact Books, dedicado a los libros de bolsillo. Tenía la intención de continuar con ambas revistas, aunque en formato de bolsillo, no diferente de la primitiva Authentics.
Después de que Moorcock estableciese con tanta claridad sus intenciones, no parecía haber nadie más idóneo para director de New Worlds que él, en aquella época un joven de veinticuatro años. Y así, en mayo de 1964, renació New Worlds SF como revista bimensual. Sorprendentemente, el precio había bajado de tres chelines a dos chelines y seis peniques.
También Science Fantasy fue salvada. La responsabilidad directiva recayó en este caso en Kyril Bonfiglioli, marchante de arte establecido en Oxford. La elección supuso una sorpresa para muchos, ya que Bonfiglioli era un perfecto desconocido en este campo. A pesar de que carecía de todo conocimiento sobre las tareas editoriales al tomar posesión del cargo, numerosas personas se mostraron de acuerdo posteriormente en alabar su excelente trabajo. Nacido en Eastbourne, en mayo de 1928, Bonfiglioli había dirigido dos galerías de arte, una librería y una tienda de antigüedades. Y en cierta época, había sido campeón de sable. En las primeras ediciones, admitió su antipatía hacia los subgéneros de espadas y brujería y ópera espacial, exigiendo calidad literaria para su revista. Lo logró en un grado notable, quizá porque Science Fantasy se ganó la estrecha colaboración de la pluma magistral de Keith Roberts.
Roberts fue un hallazgo de Carnell, que había adquirido varios de sus relatos para New Writings. Pero la mayor parte de las narraciones de Roberts no encajaban en aquella serie. Carnell las pasó a Bonfiglioli, y éste las publicó al instante, nada menos que tres en el tercer libro de bolsillo de Science Fantasy, en septiembre de 1964. Dos de ellas narraban las aventuras de la adorable bruja adolescente Anita. Al poco tiempo, Roberts -y su alter ego, Alistair Bevan- aparecía en todos los números de Science Fantasy, con relatos cada vez de mayor calidad.
Entre los escritores que Kyril Bonfiglioli puede ufanarse de haber lanzado se encuentran Josephine Saxton, cuya misteriosa y aturdidora fantasía The Wall (La pared) engalanó el número de noviembre de 1965, y Brian Stableford, cuya colaboración firmada con seudónimo, Beyond Time's Aegis (Égida más allá del Tiempo), salió en el mismo número. Science Fantasy ofreció también las ingeniosas viñetas de Johnny Byrne, un hombre que abandonó el género nada más iniciarse en él, para escribir novelas de moda y gozar así de mayores ventas. Su nombre ha sido visto más recientemente en los rótulos de la serie televisiva Espacio 1999.