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Por fortuna, el padre Mark perdió el conocimiento antes de que el último clavo se hundiera en el lugar correspondiente. La sangre que brotaba de las heridas se mezcló con la lluvia y goteó lentamente, tomando un color rosado al llegar a los pies del sacerdote, mientras la vida abandonaba su cuerpo. En un momento indeterminado de la escena, Gath, que había estado sollozando y tratando de romper sus ligaduras, pese al aturdimiento causado por los golpes recibidos en la cabeza, se desmayó.

Cuando el comerciante recuperó el conocimiento, se encontraba en su almacén. Era de noche. Alguien estaba liberándole de las cuerdas con que le habían atado. El sonido de goteo y salpicaduras indicaba que en el exterior seguía lloviendo.

– ¿Itin? -dijo.

No podía ser más que él.

– Sí -musitó la voz del extraterrestre-. Todos los demás están hablando en la iglesia. Lin murió a causa de los golpes que le diste en la cabeza e Ion está muy grave. Algunos dicen que también tú deberías ser crucificado y me temo que ocurra así. O quizá te maten golpeándote en la cabeza. Han repasado la Biblia y allí dice que…

– Lo sé -le interrumpió Gath, sintiéndose en extremo fatigado-. Ojo por ojo. Descubrirás un montón de cosas semejantes en cuanto empieces a buscarlas. Un libro maravilloso…

Le dolía terriblemente la cabeza.

– Debes irte. Llegarás hasta tu nave sin que nadie te vea. Ya hemos tenido bastantes muertes.

Itin, igual que Gath, reflejaba en su voz un cansancio de origen muy reciente. El comerciante se puso en pie y pugnó por mantenerse en dicha posición. Apretó su cabeza contra la dura pared, hasta que cesaron las náuseas…

– El cura está muerto -dijo sin preguntar.

– Sí, hace algunas horas. De lo contrario, yo no habría podido venir a verte.

– Y enterrado, claro, o los demás no estarían pensando en que yo sea el siguiente.

– ¡Y enterrado! -casi hubo un matiz emotivo en la voz del anfibio, un eco de la del fallecido sacerdote-. Ha sido enterrado y subirá a los cielos. Así está escrito. El padre Mark se sentirá tan feliz al ver cómo ha terminado todo…

La voz de Itin cedió en lo que parecía un sollozo humano, cosa imposible, claro, puesto que Itin era un extraterrestre, no un hombre.

Gath avanzó con gran trabajo hacia la puerta, apoyándose en la pared para no caer.

– Actuamos como debíamos, ¿verdad? -preguntó Itin.

No hubo respuesta.

– El padre Mark resucitará, Gath. ¿No es cierto?

Gath había llegado a la puerta. La luz procedente de la iglesia, brillantemente iluminada, le permitió ver las heridas de unas manos sangrantes, las suyas, que se aferraban con fuerza al marco. El rostro de Itin apareció borroso ante sus ojos, muy cerca, y Gath sintió las manos del weskeriano, finas, con los múltiples dedos que manejaron los afilados clavos, sujetándole la camisa.

– Resucitará, Gath. ¿No es cierto?

– No. Seguirá en el lugar donde le habéis enterrado. No sucederá nada. El padre Mark ha muerto y muerto seguirá.

La lluvia se deslizó por el pelaje de Itin, y la boca del anfibio se abrió tanto que dio la impresión de prorrumpir en gritos en la desapacible noche. Itin necesitó un enorme esfuerzo para volver a hablar, para expresar sus pensamientos weskerianos en un idioma que le era extraño.

– Entonces, ¿no nos salvaremos? ¿No seremos puros?

– Erais puros -replicó Gath, en parte llorando, en parte riendo-. Ése es el lado horrible, repugnante y atroz del asunto. Erais puros. Ahora sois…

– Asesinos -concluyó Itin.

El agua cayó a borbotones de su inclinada cabeza, antes de desvanecerse en la oscuridad.

Los sacrificables

A.E. Van Vogt

de If, septiembre de 1963

Uno de los más célebres autores durante la edad de oro de Astounding fue Alfred Elton Van Vogt, que hizo vibrar a los lectores con novelas como Slan (1940) y World of Null A (El mundo de los no-A) (1945) y con sus numerosos relatos breves. Luego, en 1950, Van Vogt se vio envuelto en el movimiento dianoético de L. Ron Hubbard y abandonó por completo la ciencia ficción. Su nombre pasó así a la leyenda. Mientras los veteranos alababan sin cesar la gran calidad de los intrincados rompecabezas de Van Vogt, los novatos buscaban con gran diligencia ejemplares de sus obras.

Van Vogt es uno de los pocos escritores de ciencia ficción canadiense. Nacido en Winnipeg, el viernes 26 de abril de 1912 permaneció en Canadá hasta trasladarse a Los Angeles, en 1944 Durante los años treinta, había vendido ya numerosos relatos ajenos a la ciencia ficción a diversas revistas «confesionales». hasta que John Campbell adquirió Black Destroyer (Destructor negro) para Astounding, en enero de 1939. Así empezó la auténtica carrera de Van Vogt.

Siguió escribiendo durante la década de los cincuenta, aunque ya no en el campo de la ciencia ficción, por lo que constituyó un verdadero alarde que Frederik Pohl anunciara en la portada del If de septiembre de 1963: «El primer relato de ciencia ficción de A. E. van Vogt en catorce años, THE EXPENDABLES (Los sacrificables)».

Esta narración señaló el renacimiento de Van Vogt, con una oleada de maravillosas ideas que todavía no se ha debilitado, aunque el escritor sufrió un duro golpe en 1975 con la muerte de su esposa, Edna Mayne Hull.

En 1963, If se esforzaba por alcanzar la supremacía. Pronto iba a conseguirlo, y éste es uno de los relatos que más contribuyó a su triunfo.

1

La nave espacial Esperanza del hombre se puso en órbita en torno a Alta III ciento nueve años después de haber partido de la Tierra.

A la «mañana» siguiente, el capitán Browne informó a sus hombres, colonos de la cuarta y quinta generación, que una nave auxiliar tripulada iba a descender a la superficie del planeta.

– Todo miembro de la tripulación debe considerarse sacrificable -dijo con enorme seriedad-. Este es el día que nuestros bisabuelos, nuestros predecesores, que partieron audazmente hacia la nueva frontera espacial tanto tiempo atrás, aguardaron con valor inquebrantable. No debemos fallarles.

Y concluyó su anuncio a través del circuito de intercomunicación de la gran nave afirmando que los nombres de los ocupantes de la nave de exploración se darían a conocer al cabo de una hora.

– Y sé -añadió- que todo auténtico hombre querrá ver su nombre en la lista.

John Lesbee, el quinto de su linaje a bordo, experimentó una sensación de amilanamiento al escuchar aquellas palabras. Le sobraban motivos para sentirse así.

Dudaba aún si debía o no dar la señal para un desesperado acto de rebeldía, cuando el capitán Browne efectuó el esperado anuncio

– Y sé que todos vosotros compartiréis con él su momento de gloria al revelaros que John Lesbee irá al frente de la tripulación portadora de las esperanzas del hombre en esta remota zona del espacio. En cuanto a los otros…

El capitán nombró a siete de las nueve personas con las que Lesbee había estado conspirando para apoderarse de la nave. Puesto que la nave auxiliar sólo tenía cabida para ocho, Lesbee comprendió que Browne se quitaba de encima tantos enemigos como le era posible. Con creciente desaliento, escuchó al capitán ordenar que todo el mundo se reuniera en la sala de recreo de la nave.

– Ruego a los tripulantes de la nave de exploración que se reúnan conmigo y los demás oficiales en el escenario. Sus instrucciones son rendirse a todo navío que pretenda interceptarles. Irán equivocados con instrumentos que nos permitan observar desde aquí y determinar la etapa de logros científicos en que se encuentra la raza dominante del planeta.

Lesbee corrió hacia su habitación, en la cubierta de los técnicos, con la esperanza de que Tellier o Cantlin le buscaran allí. Sentía la necesidad de celebrar un consejo de guerra, por muy breve que fuera. Aguardó cinco minutos, mas no apareció miembro alguno de su grupo de conspiradores.